«Prefiero renunciar antes que trabajar en un lugar como ese”, respondió un maestro de escuela a la pregunta si aceptaría un empleo en la región del Extremo Norte de Camerún.
James Ngoran no es el único maestro que rechaza trasladarse a esa zona de conflicto armado, fronteriza con Nigeria, donde se concentra el grupo extremista nigeriano Boko Haram para realizar sus ataques a la aislada región.[pullquote]3[/pullquote]
«Muchos maestros destacados o enviados a la región del Extremo Norte simplemente no ocupan sus puestos. Todos temen por sus vidas”, explicó Wilson Ngam, un funcionario de la Delegación Regional para la Educación Básica. De hecho, más de 200 docentes se negaron a trabajar en la zona en 2014, precisó.
Las incursiones de Boko Haram en el Extremo Norte provocaron un ciclo de miedo e incertidumbre que hizo que los maestros y maestras se resistan a cumplir con sus responsabilidades y obliga a los locales a pagar sobornos para escapar de la «zona de la muerte”.
El líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, amenazó a Camerún en un video publicado el 5 de enero en YouTube, y advirtió que el país sufrirá la misma suerte que la vecina Nigeria. Dirigió su mensaje directamente al presidente camerunés Paul Biya, en el contexto de los reiterados enfrentamientos entre los insurgentes y las fuerzas militares en el Extremo Norte.
En septiembre se informó que Shekau había sido abatido por militares de Camerún, una versión que luego resultó infundada.
A medida que el grupo nigeriano intensificó los ataques contra el territorio camerunés, el gobierno tuvo que cerrar más de 130 escuelas, señaló Mounouna Fotso, un alto funcionario del Ministerio de Educación Secundaria.
La mayoría de los centros educativos se encuentran en Mayo-Tsanaga, Mayo-Sava, Logone y Chari, zonas fronterizas con Nigeria desde donde los extremistas lanzan sus ataques.
«El gobierno tuvo que cerrar temporalmente las escuelas y reubicar a los estudiantes y profesores. Las vidas de miles de alumnos están en riesgo mientras Boko Haram continúe sus ataques. No podemos arriesgar las vidas de los niños», expresó Fotso.
«Perdemos estudiantes cada vez que se ataca a un pueblo, aunque sea a varios kilómetros de aquí”, afirmó Christophe Barbah, director de escuela de la localidad de Kolofata, en una entrevista de prensa.
El cierre de las escuelas y el trauma psicológico experimentado por los docentes y alumnos hacen temer que no se pueda cumplir en la región del Extremo Norte el segundo Objetivo de Desarrollo del Milenio, que establece el acceso universal a la educación primaria para este mismo año.
El gobierno y la sociedad civil coinciden en que ese objetivo se podría lograr antes de fines de este año en el sur del país, pero la tasa de 49 por ciento de la matrícula escolar alcanzada en el Extremo Norte, en comparación con el promedio nacional de 83 por ciento, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), indica que aún queda mucho por hacer.
Mahamat Abba, un residente de Fotocol con cuatro hijos que asistían a una de las tres escuelas públicas de la ciudad, huyó con toda su familia a Kouseri, en la frontera con Chad.
«Miré a mis hijos y a mi hermosa esposa y supe que una bala o una bomba podría alcanzarlos en cualquier momento. Tuvimos que huir a un ambiente más seguro. Pero empezar una nueva vida aquí es una pesadilla, habiéndolo abandonado todo», comentó a IPS.
Alhadji Abakoura, de Amchidé, añade que la zona se convirtió prácticamente en un pueblo fantasma. «La ciudad tenía seis escuelas primarias y un jardín de infantes. Todos cerraron», informó.
Escuelas superpobladas
A medida que los alumnos, sus maestros y padres se trasladan a zonas más seguras, aumenta la presión sobre las escuelas, que deben recibir a los nuevos estudiantes sin fondos adicionales.
Unicef reporta que la participación escolar de los niños llegó a 90 por ciento en 2013, mientras que la de las niñas alcanza 85 por ciento o menos. Pero la tasa es muy inferior en el Extremo Norte.
Según el gubernamental Instituto Nacional de Estadística, la alfabetización es inferior a 40 por ciento en la región del Extremo Norte, de 40 al 50 por ciento en la del Norte, y de 60 a 70 por ciento en el estado norte central de Adamawa.
«Muchos estamos obligados a seguir las clases desde las ventanas de las aulas porque el espacio para sentarse en el interior es muy limitado”, aseguró Ahmadou Saidou, un alumno de la escuela secundaria pública de Maroua. El joven escapó de Amchidé en septiembre cuando dos estudiantes y un profesor murieron en un ataque.[related_articles]
Antes se sentaban tres alumnos en cada banco y ahora hay seis, afirmó.
«Es un tema de gran preocupación», declaró Mahamat Ahamat, el delegado regional para la educación básica.
«En circunstancias normales, cada clase debería alojar a un máximo de 60 estudiantes. Pero ahora estamos en una situación en la que una sola aula alberga a más de 130”, destacó.
«Estamos reubicando a los maestros que huyen de las zonas de riesgo… y enviándolos a las escuelas a donde huyen los estudiantes”, explicó.
«Estos ataques están frenando mucho las cosas”, observó Mahamat.
La respuesta del gobierno a la crisis
Boko Haram reforzó sus ataques contra Camerún en los últimos años, matando a civiles y militares y secuestrando a ciudadanos nacionales y extranjeros a cambio del rescate.
Camerún respondió a la crisis con reformas militares y legales. Creó una cuarta región militar en el Extremo Norte del país para que las fuerzas del gobierno estén cerca de la zona de conflicto, así como para “impulsar los medios operativos, tanto en recursos humanos y materiales”, explicó el ministro de Defensa Edgar Alain Mebe Ngo’o.
Los equipos militares fueron proporcionados por Alemania, Estados Unidos e Israel, según informes de prensa.
Mebe Ngo’oo dijo que Camerún reclutará 20.000 soldados en los próximos dos años para reforzar la lucha contra la violencia insurgente. El parlamento aprobó una ley antiterrorista en diciembre que castiga con la pena de muerte a los culpables de actos terroristas.
Pero los políticos opositores, activistas de la sociedad civil y líderes religiosos consideran la ley antidemocrática y temen que se emplee para restringir las libertades civiles.
Editado por Lisa Vives / Traducido por Álvaro Queiruga