“Tuvimos 10 minutos para dejar nuestro pueblo”, relató Kamal Faris, de 33 años, quien huyó con toda su familia de Sareshka hacia esta capital de la región autónoma de Kurdistán iraquí por el avance del extremista grupo Estado Islámico (EI), que ya dejó más de 1,8 millones de personas desplazadas.
Una pequeña minoría encontró albergue temporal con familiares en otras ciudades más seguras, pero la mayoría de los desplazados no tienen esa opción, y familias enteras se quedaron sin hogar de la noche a la mañana, entre ellas la de Faris.[pullquote]3[/pullquote]
Tras la peor odisea de su vida, Faris llegó a Erbil con su esposa, sus hijos, su madre y su hermano ciego.
“Éramos 10 personas. Tuvimos que apretarnos en un diminuto automóvil Opel y alejarnos lo más rápido posible. Dejamos todo, todas nuestras pertenencias”, relató, mostrando sus pies con unas escuetas sandalias, el único calzado que pudo agarrar.
“Los niños iban en el automóvil, cada uno de los tres sentados con otro a upa, con sus caras pálidas de miedo. Se me quebraba todo por dentro viéndolos así”, confesó.
En circunstancias normales, el trayecto en automóvil desde Sareshka a Erbil lleva tres horas. Pero no hay nada de normal en esta zona por estos días.
“Estuvimos sentados cinco horas en un automóvil muertos de calor, todo el mundo escapaba. Las rutas estaban atestadas y nuestro vehículo no podía ir a la velocidad habitual porque tenía demasiadas personas”, recordó.
“Con cada pozo en la ruta, oíamos el chasis rozar el asfalto”, explicó. “Pero nadie se movía por temor a que el automóvil se rompiera por el peso”, añadió.
Cuando llegaron, como eran las vacaciones de verano, las escuelas que solían estar repletas de niñas y niños, se habían convertido en refugios provisorios para las personas desplazadas.
En la escuela preescolar de Ishtar, donde Faris se alojó con su familia, él y otras personas en su situación esperaban que fuera una solución provisoria y que pronto pudieran retornar a sus hogares.
“Pensé que sería temporal”, se lamentó Wazira, la esposa de Faris. “Dos o tres días quizá. No más”, apuntó.
Pero ya pasó un mes y siguen allí, al igual que decenas de familias más, hacinados en las aulas de una escuela del centro de Erbil.
Hace tres semanas debió empezar el nuevo año escolar, pero las aproximadamente 700 escuelas de Kurdistán, devenidas en campamentos para desplazados, no pudieron abrir sus puertas. Pensando, como todo el mundo, que sería una situación provisoria, el gobierno iraquí no ha encontrado una alternativa.
Como consecuencia, hay más de medio millón de niños y niñas que no están yendo a la escuela.
“A pesar de los esfuerzos de las autoridades iraquíes, los niños que están viviendo en las aulas, así como los que deberían estar asistiendo a clase, no tienen acceso a la educación”, se lamentó Tina Yu, directora de la organización Save the Children en Iraq. Le preocupa especialmente que podrían pasar semanas, o hasta meses, antes de que se resuelva el problema.
La Organización de las Naciones Unidas divulgó un comunicado, en que solicita a sus agencias humanitarias que hicieran todo lo posible para ayudar al gobierno a encontrar un albergue adecuado para las familias desplazadas, con suerte antes de que comience el invierno boreal.[related_articles]
Pero para las personas en esa situación, quedarse hasta el invierno es demasiado tiempo. “Solo nos queremos ir a casa, lo antes posible”, reconoció Wazira.
Editado por Phil Harris/ Traducido por Verónica Firme