La guerra civil en Siria tiene su fiel reflejo en esta norteña ciudad de Líbano, donde dos barrios están enfrentados apoyando a sendos bandos del conflicto en ese vecino país. Las hostilidades no cesan.
Los barrios rivales de Jabal Mohsen y Bab Al Tabbaneh, separados por la Calle Siria, han sido escenario de 18 olas de enfrentamientos desde 2008.
La zona tiene ya sus cicatrices: comercios incendiados, edificios dañados por disparos de mortero y tiendas de lona agujereadas por balas.
Ahora se pueden ver también puestos de control de los militares libaneses, enviados para garantizar la seguridad de la zona por seis meses luego de que los choques de noviembre dejaran varios muertos y heridos.
Los habitantes de Bab Al Tabbaneh son mayoritariamente seguidores de la rama sunita del Islam, al igual que los rebeldes sirios, mientras que los de Jabal Mohsen son predominantemente alauíes, como la familia Al Assad.
Aproximadamente 11 por ciento de los libaneses siguen el alauismo, una vertiente del chiismo.
“No hay escuelas primarias ni secundarias aquí, y no es seguro que los niños crucen a las áreas sunitas”, dijo un comerciante de Jabal Mohsen.
Emad Salman, un pintor de casas de 28 años, dijo a IPS que no ha podido salir del barrio en busca de trabajo desde noviembre, y que incluso aquellos que deben trasladarse para recibir atención médica fuera son escoltados por los militares.
“Todos son de (la red radical islámica) Al Qaeda allí”, sostuvo, en referencia a los habitantes de Bab Al Tabbaneh. “Quince hombres que salieron de Jabal Mohsen para ir a trabajar fueron interceptados y baleados en las piernas”, narró.
La última ola de hostilidades se desató luego de dos atentados contra mezquitas sunitas, supuestamente por miembros de la comunidad de Jabal Mohsen, a fines de agosto.[related_articles]
Dos coches bomba estallaron frente a esos edificios religiosos, matando a por lo menos 47 personas e hiriendo a más de 400.
El 30 de octubre, Ali Eid, fundador del Partido Democrático Árabe Alauí, se negó a presentarse ante la justicia luego de haber sido acusado de facilitar la huída a Siria de un sospechoso clave de los atentados.
Su hijo y líder del partido, Rifaat Eid, respondió a la acusación con declaraciones incendiarias contra los servicios de seguridad libaneses.
Esto derivó en numerosos ataques contra la comunidad alauí, que a su vez generaron enfrentamientos entre ambos bandos. El ejército libanés decidió asumir el control de la ciudad por seis meses, el 2 de diciembre.
Al visitar la zona, IPS encontró las paredes de las casas de Jabal Mohsen llenas de grafitis ensalzando al régimen sirio. También es ubicuo un popular cartel de la “trinidad” chiita, con los rostros del presidente Al Assad, de su padre Hafez y del líder del libanés Hezbolá (Partido de Dios), Hassan Nasrallah.
En el empobrecido barrio de Bab al Tabbaneh, un grupo de adolescentes le dijeron a IPS con tono desafiante que dos hombres alauíes habían sido apuñalados en el marco de una reyerta “familiar” con la comunidad sunita.
Mientras, niños con poco más de 10 años, que resistían el frío exterior en un garaje, dijeron que se “preparan para la revolución”.
Una mujer sunita con bufanda le mostró a IPS los restos de su comercio incendiado. Enfrente, dos soldados vigilaban.
La mujer responsabilizó de la situación al primer ministro Najib Miqati, quien renunció en marzo de 2013, aunque se mantiene interinamente en el cargo.
Desde entonces, Líbano se encuentra paralizado políticamente y las negociaciones para conformar un nuevo gobierno están bloqueadas por la influencia del conflicto sirio.
Trípoli es el lugar natal de Miqati, un sunita en la coalición política Alianza 8 de Marzo, liderada por el Hezbolá.
Es también el hombre más rico en Líbano. Hizo gran parte de su fortuna con una compañía de telecomunicaciones que opera en Siria y en mercados emergentes.
Mustafa Allouch, jefe de la oficina en Trípoli del Movimiento del Futuro, que integra la coalición Movimiento 14 de Marzo, responsabilizó de la inestabilidad al régimen de la familia Al Assad, por haber interferido durante décadas en Líbano.
Siria mantuvo una presencia militar en territorio libanés por unos 30 años, hasta 2005, cuando debió retirarse ante las masivas protestas y la presión internacional luego del asesinato del entonces primer ministro Rafiq Hariri.
El Hezbolá, aliado con el régimen de Al Assad y financiado por Irán, nunca fue obligado a entregar sus armas, y se lo considera más poderoso que las propias fuerzas armadas libanesas.
Allouch, también director en un hospital local, dijo que el Hezbolá admitió desde hace tiempo su participación en la guerra civil siria.
Pero muchas figuras del Movimiento 14 de Marzo también fueron imputadas de enviar armas a los rebeldes sirios, incluyendo el propio Allouch, quien fue acusado por su propio primo.
“Mi madre es alauí y tengo un tío que es general en el régimen sirio. Él le dijo a su hijo esto, y se lo creyó. Yo solo me reí y le dije que, si tuviera medios para hacerlo, lo haría”, señaló Allouch, quien de adolescente combatió en la Guerra Civil Libanesa (1975-1990).
En cualquier caso, la cantidad de armas que ingresan a Siria desde territorio libanés es pequeña comparada con la que llega a través de otras fronteras. “Pero esto es Líbano. Hay armas y municiones por todos lados”, reconoció.