Es casi imposible que el noticiero diario esté libre de casos de discriminación racial institucionalizada en Estados Unidos.
Abundan las evidencias de una cantidad desproporcionada de estadounidenses negros en cárceles, sometidos a la brutalidad policial, excluidos de las oportunidades de empleo o sin acceso a una atención sanitaria decente, en comparación con la población blanca.
Pero una agencia del gobierno se ha escapado del escrutinio público. Tiene diferentes nombres en distintos lugares: Servicios de Protección a la Infancia, Departamento de Servicios para la Juventud y la Familia, o Departamento de Servicios para la Infancia y la Familia.
En la nororiental ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania, se la conoce como Departamento de Servicios Humanos (DSH) y, según sostiene la propia repartición, cada año atiende y saca “fuera de su hogar” a aproximadamente 3.000 niños y niñas de esta ciudad de 1,5 millones de habitantes.
[pullquote]3[/pullquote]Según Todd Lloyd, director de políticas de bienestar infantil de la organización sin fines de lucro Pennsylvania Partnerships for Children, “los últimos datos muestran que 9.205 niños ingresaron a hogares de guarda en Pennsylvania, y 71,7 por ciento de ellos lo hicieron por primera vez”.
Lloyd detalló a IPS que el condado de Filadelfia tiene la mayor proporción de niños en esta situación en todo el estado: 14 por cada 1.000 menores son llevados a sistemas de albergue fuera de sus hogares de origen cada año, lo que representa el doble de la tasa nacional, de 6,4 por cada 1.000 niños.
La Coalición Nacional para la Reforma de la Protección Infantil informa que el DSH de Filadelfia retira a los niños de sus familias biológicas a una tasa seis veces superior a la de otras ciudades del mismo tamaño.
No es solo la cantidad de estas prácticas lo que preocupa a las familias en Filadelfia, sino la desigualdad racial que impera en todo el sistema de bienestar infantil. Estudios muestran que apenas 50,3 por ciento de los niños de Filadelfia son negros, pero estos constituyen 73 por ciento de todos los que son llevados a hogares de acogida.
Los funcionarios rechazan la crítica con una sola explicación: la pobreza.
Un 39 por ciento de la población negra de Filadelfia es pobre, según una investigación realizada este año por la consultora Pew, porcentaje que en el ámbito nacional solo supera la ciudad de Detroit, en el norteño estado de Michigan.
Para retirar a un niño o niña de su hogar, la ley federal establece que las oficinas de servicios humanos deben obtener antes pruebas de negligencia, maltrato o abuso.
Pero los críticos a esa disposición advierten que se trata de un callejón sin salida para las familias de bajos ingresos.
Por ejemplo, en la definición de negligencia del estado de Pensilvania figura el no brindar cuidados esenciales para la vida, “incluida una atención médica adecuada, lo que pone en peligro la vida o el desarrollo de un niño o incapacita su funcionamiento”. En síntesis, una perfecta definición de pobreza.
Según el director ejecutivo de la Coalición Nacional para la Reforma de la Protección Infantil, Richard Wexler, la correlación entre pobreza y negligencia está tan generalizada que “30 por ciento de los niños que están en hogares de acogida en Estados Unidos podrían estar con sus familias biológicas si sus padres tuvieran una vivienda decente”.
Agencias de protección a la infancia, como el DSH de Filadelfia –que se negó a responder a IPS el pedido de declaraciones sobre el tema-, dicen que la vasta mayoría de los niños separados de sus hogares fueron víctimas de maltrato.
De hecho, en 2011 se investigó a unos 3,6 millones de menores como posibles víctimas de maltrato, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.
Sin embargo, al profundizar en el tema, la Coalición halló que “2,8 millones de esos niños –casi cuatro quintas partes de ellos– fueron objeto de informes que resultaron falsos” o infundados.
No puede negarse que el maltrato infantil es una realidad en demasiadas familias. Según Lloyd, el estudio anual más reciente sobre este flagelo, divulgado por el Departamento de Bienestar Público de Pensilvania, encontró 3.408 reportes “fundados” de maltrato infantil en 2011.
Pero activistas que trabajan con familias cuyos hijos les fueron arrebatados sostienen que es necesario examinar con cuidado estos datos en el contexto de la discriminación racial.
Varios estudios, aducen, muestran que niños y niñas con heridas similares tienen tres veces más probabilidades de ser reportados ante el DSH de Filadelfia si la familia es afrodescendiente o latinoamericana.
[related_articles]Phoebe Jones, integrante de “DSH – Devuélvannos a nuestros hijos”, una organización de autoayuda con sede en Filadelfia y coordinada por la Red Cada Madre es una Madre que Trabaja, dijo a IPS que los hogares de acogida en esta ciudad se han vuelto notorios por sus abusos.
“En general, los niños están peor” con las familias de acogida, aseguró, apoyada en varios estudios que documentaron maltratos entre un tercio y una cuarta parte de estos hogares sustitutos. “Los antecedentes de hogares colectivos e institucionales son aún peores”, agregó.
A comienzos de este año, decenas de familias –particularmente madres, tías y abuelas– manifestaron su indignación cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) concedió su prestigioso Premio al Servicio Público al DSH de Filadelfia, por sus esfuerzos para “mejorar la situación de los niños en hogares de acogida”.
En un comunicado de prensa divulgado en junio, Jones dijo: “El DSH está destruyendo a las familias de esta ciudad”.
“Queremos saber por qué la ONU concedió este premio sin consultar a las familias de Filadelfia. ¿Acaso decidieron este honor en consultas con funcionarios en cocteles? Nunca los oímos consultar a las personas comunes afectadas”, añadió.