No hay una sola ciudad o país del mundo donde mujeres y niñas vivan sin miedo a la violencia. Ningún líder puede asegurar: «Esto no está ocurriendo en mi patio trasero».
En 2012, dos casos de alto perfil encendieron en sus naciones una ira pública que se propagó por el mundo: el asesinato a balazos de la pakistaní Malala, activista por la educación de las niñas, y la violación y trágica muerte por parte de una pandilla en un autobús de una estudiante de 23 años en Nueva Delhi. En todas las regiones del mundo ocurrieron otros incontables casos que no figuraron en los títulos de la prensa internacional.
Ya sea que vayan caminando por la calle de una ciudad, viajando en medios de transporte público, yendo a la escuela o vendiendo productos en el mercado, las mujeres y las niñas están sujetas a la amenaza del acoso sexual y la violencia. Esta realidad de la vida cotidiana limita su libertad de recibir educación, de trabajar, de participar en la política o, simplemente, de disfrutar de sus propios barrios.
Pero pese a esta prevalencia, la violencia y el acoso contra mujeres y niñas en espacios públicos es un asunto ampliamente desatendido, con pocas leyes o políticas que lo aborden.
Los días 20 y 21 de este mes se reunieron en Dublín 600 delegados desde alcaldes hasta líderes del sector privado y la sociedad civil- para el 8º Foro Bienal de la Alianza Mundial de Ciudades Contra la Pobreza. Llegaron de todas partes del mundo para debatir enfoques innovadores sobre cómo hacer a las ciudades inteligentes, seguras y sostenibles.
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Un enfoque innovador es la iniciativa mundial Ciudades Seguras. Esta asociación de gobiernos municipales, comunidades y organizaciones locales, más la Organización de las Naciones Unidas (ONU), trabaja para volver los entornos urbanos más seguros para mujeres y niñas.
Originalmente lanzada por ONU Mujeres y ONU Habitat en cinco ciudades piloto El Cairo, Kigali, Nueva Delhi, Quito y Port Moresby-, la iniciativa se ha expandido a más de 20 urbes y continúa creciendo.
Una de las lecciones más importantes que hemos aprendido es que cada ciudad es única y requiere una respuesta local. Esto solo puede lograrse llevando a cabo un estudio de diagnóstico que contenga datos y evidencias, y dando participación a los miembros de la comunidad. Las ciudades han tomado medidas para mejorar la iluminación y el diseño de calles y edificios, capacitando y sensibilizando a la policía y contratando más mujeres en esa fuerza. Estas respuestas prácticas pueden hacer un mundo de diferencia.
Un estudio de diagnóstico en Nueva Delhi, por ejemplo, reveló que una estrategia común contra el acoso era simplemente mantener a niñas y mujeres en sus casas.
Una niña explicó: «Si les decimos a nuestros padres que hay muchachos que nos acosan, nos culparán solo a nosotras Nuestros padres podrían incluso impedir que saliéramos de casa».
Conclusiones como esta llaman a la acción, dado que hacer que mujeres y niñas se queden en sus casas no es una solución. Habitantes de esos lugares organizaron colectivos comunitarios para crear conciencia, reportar delitos y trabajar con las autoridades para mejorar la seguridad pública y la justicia.
En Quito, las mujeres fueron alentadas a romper el silencio sobre sus experiencias a través de la campaña Cartas de Mujeres, y se llevó a cabo un estudio. El gobierno de la ciudad enmendó la ordenanza sobre eliminación de la violencia contra las mujeres para prohibirla también en espacios públicos. Las autoridades recibieron unas 10.000 cartas.
En Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, 55 por ciento de las vendedoras en el mercado sufrieron violencia el año anterior. En respuesta, las autoridades locales trabajan con una asociación de vendedoras en mercados, a fin de adoptar una acción cooperativa.
En El Cairo, el gobierno nacional implementó auditorías sobre la seguridad de las mujeres por medio de las cuales estas identifican las condiciones de seguridad en sus vecindarios, lo que luego se incorpora a la planificación urbana.
En Río de Janeiro, comunidades identifican riesgos de seguridad en 10 favelas o tugurios de alto riesgo. Mujeres y adolescentes capacitadas utilizan sus teléfonos inteligentes para trazar un mapa de riesgos para la seguridad, como defectuosa infraestructura o servicios, senderos oscuros y falta de iluminación. Estas conclusiones iniciales fueron presentadas a las autoridades locales y actualmente se usan para elaborar soluciones.
ONU Mujeres está asociada con Microsoft a fin de hallar maneras de usar la tecnología móvil para frenar el acoso sexual y la violencia en los espacios públicos.
Se espera desarrollar más esfuerzos mediante una asociación entre ONU Mujeres y la Red Mundial de Ciudades, Gobiernos Locales y Regionales. Los esfuerzos se centrarán en recabar datos sobre participación femenina en la política, y en expandir las actividades exitosas de Ciudades Seguras.
Aquí, en Dublín, me complace oír que el alcalde, lord Naoise Ó Muirí, ha expresado interés en asociarse con la Iniciativa, y Dublín será la primera ciudad de Europa occidental en unírsenos.
A medida que más mujeres, hombres y jóvenes elevan sus voces y se vuelven activos en el gobierno local, y que más líderes toman medidas en pro de la seguridad de mujeres y niñas, se produce el cambio.
La reunión de esta semana reconoce que volver a las ciudades más inteligentes, más seguras y más sostenibles requiere asociación y colaboración entre residentes, gobierno, el sector privado y la sociedad civil. Al incluir a las mujeres en la toma de decisiones, los gobiernos de las ciudades estarán en mejor posición para cumplir con su responsabilidad de garantizar la seguridad de sus habitantes, especialmente mujeres y niñas.
* Michelle Bachelet es directora ejecutiva de ONU Mujeres y expresidenta de Chile.