Silencios cubanos

Por la llamada “intranet” cubana, compuesta por varios sitios y un sistema que da acceso de correo electrónico sin comunicación a Internet, han circulado en las últimas semanas la caricatura del hombre que se presenta en las oficinas de inmigración pretendiendo que le validen el pasaporte para viajar “por la libre” al extranjero. Pero el cubano de la caricatura no conseguirá su propósito pues, en realidad, ha sido víctima de la suma de una esperanza y de una confusión: la esperanza de que la anunciada reforma de la ley migratoria cubana al fin había sido ejecutada, como varias veces lo ha anunciado el gobierno de la isla, y la confusión de la palabra “sal” (el común cloruro sódico) con la acción de “salir”…

Como parte de la llamada “actualización del modelo económico cubano” emprendido por el actual gobierno presidido por Raúl Castro, se ha contemplado la probabilidad de una “flexibilización” de las condiciones que se le exigen a la mayoría de los cubanos para viajar. Aunque la flexibilización ha sido anunciada como una modificación “con reservas”, es decir, cambios parciales y no totales, lo cual equivaldrá (supongo) a ciudadanos que sí podrán viajar y otros que no, su puesta en práctica se ha visto dilatada.

Un reflejo de esa preocupación por migrar ha sido también el grupo de cartas circuladas por esa misma “intranet”, a partir de la que escribiera el director de una importante revista socio-cultural a un hipotético pero muy abundante joven cubano que quiere emigrar, la cual ha sido respondida por cartas de jóvenes concretos que han emigrado, que quieren emigrar y hasta que no quieren emigrar, en las que estos miembros de las más recientes generaciones exponen los diversos argumentos e inconformidades que los han llevado, los llevarán o pudieran llevarlos a abandonar el país.

El hecho de que la circulación de estas cartas y caricaturas se produzca por la “intranet” cubana sigue siendo el resultado de la dificultad o imposibilidad que representa para la mayoría de los habitantes del país el acceso a Internet.

Lo complicado en la situación actual es que se supone que desde hace meses debería estar operativo el cable de fibra óptica tendido desde Venezuela hasta Cuba, el cual multiplicaría por varios miles la capacidad y velocidad de las conexiones a la red. Pero del estado de ese cable, o de la decisión gubernamental de cómo será o sería su utilización, tampoco se ha comentado nada en los medios oficiales. Como si el cable, más que tendido en el mar, hubiese sido devorado por el mar.

Mientras, a propósito de la nueva ley de aduanas, vigente desde el pasado 3 de septiembre, que limita o encarece la capacidad de importación de los viajeros o de los bultos enviados por mensajería desde el extranjero, tampoco se ha hablado demasiado, a no ser para comentar que las nuevas medidas agilizarán los trámites aduaneros.

Sin embargo, muchas personas consideran que la ley los afectará de muy concretas maneras, pues casi todo lo que antes importaban a precios más bajos, ahora se encarecerá cuando tenga que ser pagado en moneda fuerte, es decir, una moneda a la cual tiene muy difícil o ningún acceso la mayor parte de la población de un país en donde el salario promedio es de 440 pesos (unos 16 euros) y el kilogramo de lo importado o recibido por encima de las cotas ahora establecidas, puede ser cobrado a 9 euros el kilo.

Igual silencio ronda alrededor de la nueva ley tributaria aprobada por el parlamento cubano hace unos dos meses y de la cual ni siquiera los funcionarios de las oficinas tributarias tienen una idea clara de su contenido, pues ha sido ratificada pero aun no publicada.

No es casual, en este ambiente de silencios oficiales con respecto a leyes, medidas, inversiones que afectan a la mayoría de la población cubana y de las cuales solo nos llegan rumores, que un sociólogo del país haya puesto a circular por esa misma “intranet” un comentario en que el califica a la prensa oficial de la isla de deficiente, esquemática, secretista e insípida (en lo cual coincide con un juicio emitido por el mismo presidente Raúl Castro).

Lo curioso es que por esa misma vía digital local, otras voces se alcen para considerar que quienes escriben sobre los problemas del país, le hacen el juego al “enemigo”. Esta reivindicación de la actitud de trincheras y el lenguaje de guerra, que llega a la acusación de mercenarismo, procura descalificar cualquier inconformidad por parte de quienes (a mi juicio) tienen el derecho, cuando menos, de sentirse inconformes, y, si pueden, expresar mínimamente los motivos de su insatisfacción con los modos en que se aplican (o no se aplican, o se dilatan) las reglas de juego con que debemos convivir todos los que, por la razón que fuere, hemos decidido “no emigrar” y pensamos que deberíamos tener derecho a estar mejor informados sobre lo que mucho nos concierne… Aunque sea por la “intranet”. (FIN/COPYRIGHT IPS)

* Leonardo Padura, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas y su más reciente obra, El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y su asesino, Ramón Mercader.

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