El multilateralismo está en una encrucijada

El multilateralismo está en una encrucijada. Para salir de ella hay que actuar conjuntamente, por ejemplo, en las cuestiones ambientales y la sostenibilidad, temas centrales en la reciente cumbre Río+20.

La encrucijada es notoria en el comercio y otros asuntos económicos. La Cumbre del Grupo de los 20 (G-20) países industriales y emergentes de Los Cabos, México, puso su foco precisamente en mejorar la respuesta colectiva a las actuales turbulencias económicas, que están también en el centro del acontecer en la Unión Europea (UE).

La crisis comenzó en 2008, pero la economía mundial aún sigue frágil. Las proyecciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) indican que el intercambio comercial se desacelerará ulteriormente, pasará del cinco por ciento en 2011 a solo 3,7 por ciento este año.

El impacto de la crisis se siente también en el mundo en desarrollo. Se prevé que la dinámica economía china crecerá menos este año, mientras se reduce el crecimiento de India. Muchos países pobres ven bajar sus exportaciones a sus principales mercados, la UE y Estados Unidos.

Entretanto, surgen nuevos actores y nuevos socios comerciales, lo que cambia sobremanera la naturaleza del intercambio y profundiza la interdependencia económica.

En la última década, la participación de las economías en desarrollo y emergentes aumentó de un tercio a la mitad del producto interno bruto (PIB) global. Y la parte de los países en desarrollo en las exportaciones globales pasó de 33 a 43 por ciento.

La estructura del comercio internacional también se está transformando. No hace mucho, numerosos productos eran “Made in China” o “Made in Germany”. Ahora, la expansión de las cadenas globales implica que la mayoría de los productos sean ensamblados con aportes de muchos países, y podemos decir que son “Made in the World”.

Con una tasa de crecimiento de seis por ciento anual, el comercio en bienes intermedios ahora abarca cerca de 60 por ciento del comercio internacional y es el sector más dinámico.

El mapa de las emisiones globales de gas invernadero también cambió. Las emisiones del mundo en desarrollo aumentan rápidamente, y las de China son iguales o ya superaron a las de Estados Unidos.

Lo mismo puede decirse de la cooperación macroeconómica. Como lo demostraron las cumbres del G-20, tanto en las políticas monetarias como en las fiscales, la lucha contra los paraísos fiscales o la regulación de las actividades financieras, hace falta la cooperación global.

Sin embargo, las reglas que gobiernan la cooperación multilateral no siguieron el ritmo de esos cambios. En buena medida vivimos con las reglas creadas en los años 90.

Una preocupante actitud surgió en los dos últimos años con respecto al multilateralismo. En contraste con los múltiples llamamientos ante la propagación de la crisis financiera global a favor de una mayor y mejor coherencia regulatoria, la cooperación internacional se hundió y es más precaria aún.

Algún cínico observador podría decir que durante la década pasada los esfuerzos internacionales para forjar acuerdos legalmente vinculantes pusieron tan bajo el umbral de las expectativas que ahora, hasta un acuerdo para continuar dialogando se considera un éxito.

Tal cinismo pasa por alto el hecho de que para la mayoría de los países, más multilateralismo y más cooperación internacional sigue siendo el único camino sustentable para avanzar.

Los cambios de los últimos años dictaron una remodelación, una reconsideración y un ajuste de la cooperación multilateral tradicional, incluso en la OMC. La proliferación de diferentes coaliciones informales y grupos de países y de la sociedad civil, tales como el G-8, el G-8+5, el G-20, B-20 y el L-20, entre otros, es sintomática de la naturaleza siempre cambiante de las relaciones internacionales.

Sin embargo, creo que su eficacia dependerá de si son suficientemente representativas para enfrentar los cada vez más complejos desafíos en nuestra agenda. Una economía global estable no puede ser construida sin incluir a todos los interesados clave en el proceso de toma de decisiones.

Y, lo que es más importante, mientras la crisis continúe golpeando fuertemente a los sistemas nacionales será difícil alcanzar un multilateralismo de alto nivel.

La situación puede convertirse en un círculo vicioso: salir de la crisis más temprano que tarde implica un fuerte liderazgo para ejecutar los necesarios acuerdos de cooperación internacional. Pero la legitimidad de los gobiernos se debilita con el descontento popular generado por las dificultades económicas y sociales. Ello afecta la capacidad de actuar conjuntamente, lo que a su vez prolonga la crisis.

Creo entonces que el multilateralismo está en una encrucijada. O avanza en el espíritu de valores compartidos o enfrentamos una retirada del multilateralismo, a nuestro propio riesgo.

Sin cooperación global en lo financiero, la seguridad, el comercio, el ambiente y la reducción de la pobreza, los riesgos de división, conflictos y guerras seguirán siendo peligrosamente reales. No basta con quedar a la espera de mejores tiempos. Debemos ser más audaces para enfrentar juntos los crecientes riesgos. (FIN/COPYRIGHT IPS)

* Pascal Lamy es el director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

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