Despilfarros del crecimiento desordenado de Brasil

En China se sabe de las ciudades vacías, recién construidas para millones de habitantes que no aparecen. En Brasil abundan grandes proyectos con atrasos de años, incompletos o amenazados de quedar inconclusos.

Además de las numerosas obras de infraestructura energética y logística que exige la expansión económica de este país sudamericano, la Copa Mundial de Fútbol que Brasil acogerá en 2014 impone construir o reformar estadios y mejorar la movilidad urbana de 12 ciudades.

El apuro facilita los desaciertos.

La gigantesca central hidroeléctrica de Santo Antônio, en el noroccidental y amazónico río Madeira, empezó a operar a fines de marzo, pero sin la línea que llevará su electricidad al sitio de mayor demanda, el sureño estado de São Paulo, y que estará concluida a fin de año.

La hidrovía del río Tocantins, una salida natural al océano Atlántico para la producción de granos y minerales del eje centro-norte de Brasil, obtuvo el año pasado esclusas para que grandes navíos puedan transponer la barrera de Tucuruí, la tercera mayor central hidroeléctrica del mundo. El costo ascendió a unos 830 millones de dólares.
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Pero el Tocantins "sigue siendo inviable" para trasladar grandes cargas, porque no se ha llevado a cabo una intervención mucho más barata: retirar las rocas del Pedral de Lourenço que se extienden por 43 kilómetros del río, curso arriba de Tucuruí, señaló Renato Pavan, socio de Macrologística, una empresa especializada en estrategias de transporte.

Se estima que las esclusas habrían costado la mitad si se hubieran hecho durante la construcción de la hidroeléctrica, concluida en 1984. Pero habrían quedado ociosas durante 28 años por falta de demanda de buques de gran porte, y seguirán así por un largo tiempo, por otras razones.

Completar la hidrovía requiere "un mínimo de cinco años", porque además de erradicar el Pedral habrá que construir puertos y dragar tramos del río. Estas obras requieren inversiones que no están en las prioridades gubernamentales del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), lamentó el ingeniero Pavan, que lleva tres décadas trabajando en infraestructura de transportes.

En los últimos años, gobierno y empresas multiplicaron centrales hidroeléctricas, puertos, carreteras y ferrocarriles, en construcción por todo Brasil. Algunas de estas obras registran atrasos de más de cuatro años, mientras los empresarios se quejan de que el país vive al borde de un colapso apodado "apagón logístico".

El Ferrocarril de Integración Oeste-Este, que unirá el centro del país a la costa atlántica del nororiental estado de Bahía, a lo largo de 1.500 kilómetros y cruzando tierras graneras y mineras, ya lleva tres años de retraso, que tienden a prolongarse porque el puerto de destino sigue indefinido y amenazado de un veto por cuestiones ambientales.

De 155 centrales hidroeléctricas y termoeléctricas licitadas a partir de 2004 y cuyas fechas previstas de operación llegaban hasta el año pasado, 72 registraron atrasos promedio de un año, según el Instituto Acende Brasil, un observatorio del sector.

Hay plantas construidas que no funcionan porque no cuentan con suministro de gas natural.

Las generadoras eléctricas se hicieron prioritarias tras el apagón de 2001, que provocó racionamiento, campañas de ahorro de consumo y la resurrección de megaproyectos suspendidos desde la década de 1980. Es el caso de Belo Monte, que será la tercera mayor hidroeléctrica del mundo y se está construyendo en el río Xingú, en la Amazonia oriental.

En las dos "décadas perdidas" de 1980 y 1990, las crisis financieras trabaron el crecimiento de la economía brasileña y, por ende, se estancó la demanda energética, relegando los planes de infraestructura que requieren una maduración a largo plazo.

Ahora se trata de recuperar esas décadas perdidas, enfrentando nuevas exigencias ambientales y conflictos con ambientalistas, indígenas y movimientos sociales, además de otras disputas.

Además, falta mano de obra calificada, y la menos capacitada también escasea y es más cara, ante la oferta de empleos abundantes incluso en áreas que antes exportaban fuerza laboral barata, como el empobrecido Nordeste.

Las huelgas se repiten y los reclamos incluyen más días libres para visitas familiares de obreros que vienen de lejos, además de mejores sueldos.

La capacitación de trabajadores locales se impuso así a los grandes proyectos, si bien no evita una intensa rotación.

Por la construcción de la hidroeléctrica de Santo Antônio "pasaron más de 50.000 obreros", el triple de los que había en el momento de apogeo de la obra, destacó Altair Donizete Oliveira, vicepresidente del Sindicato de Trabajadores de la Construcción del Estado de Rondônia.

En el Nordeste, que vive una ola de industrialización, un ingeniero que no quiso dar su nombre señaló que su empresa cuenta con 500 empleados, contra los "2.500 que necesita" para construir al ritmo deseable el tramo que le corresponde en la transposición del río São Francisco, inmenso proyecto para llevar más agua a esa región semiárida.

Planificada para que la inaugurara el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que gobernó entre 2003 y 2011, difícilmente se termine en el mandato actual de su sucesora, Dilma Rousseff, que concluirá el 1 de enero de 2015. Varios de los 15 tramos en que se dividió la obra están paralizados.

El proyecto para desviar las aguas del São Francisco, que consiste en dos canales a cielo abierto, con un ancho medio de 25 metros, túneles, represas y acueductos a lo largo de 713 kilómetros de un relieve ondulado, realza los problemas de la multiplicación de obras gigantescas.

Su costo total casi se duplicó, y hoy está estimado en cerca del equivalente a 4.000 millones de dólares. Los atrasos e interrupciones tienden a encarecerlo más aún.

Para agravar el escenario, un escándalo de corrupción que involucra a varios dirigentes políticos con negocios de Carlos Augusto Ramos, alias "Cachoeira", que explotaba la lotería ilegal conocida como "jogo do bicho" (juego del bicho), amenaza con paralizar decenas de proyectos prioritarios, incluso uno de los tramos de la transposición.

Es que la constructora Delta, estrechamente vinculada a "Cachoeira", participa en cerca de 200 obras, la mayoría licitadas por el gobierno, que incluyen carreteras, estadios de fútbol, puertos y servicios de recolección de basura urbana. Sustituir a la empresa en los proyectos puede desatar peleas judiciales y agravar los retrasos.

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