La Declaración y el Plan de Acción adoptados en Nueva Delhi en la Cuarta Cumbre de BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) el 29 de marzo, deberían haber disipado cualquier ansiedad residual en las capitales de Occidente sobre la perspectiva de que un serio foco de poder se estuviera conformando en la capital india.
Una mirada al pedestre Plan de Acción bastaría para esfumar cualquier ilusión de que la Cuarta Cumbre fuera un intento sustantivo en ese sentido. Mientras la Declaración promete mucho, el Plan de Acción se interpreta prevalentemente como una mera enumeración de metas. Hubiera sido correcto presentarlo como un calendario tentativo de posibles reuniones, pero no le corresponde el estatus de un Plan de Acción.
La Declaración lleva la clara impronta de China y en parte de Rusia en algunas cuestiones económicas y políticas. Esto se lee en las apenas veladas pero inusualmente duras críticas a la Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) patrocinada por Estados Unidos y dirigida principalmente contra China.
La Declaración dice: Nosotros no apoyamos iniciativas unilaterales contrarias a los principios fundamentales de transparencia, inclusión y multilateralismo. Tales iniciativas distraen a los miembros de su tarea de obtener resultados colectivos y no sirven para compensar el déficit en materia de desarrollo heredado de rondas previas».
La Declaración critica oblicuamente a Estados Unidos por su política de excesiva expansión monetaria. China está preocupada porque esto reduce el valor de sus ingentes reservas en dólares e inunda algunos mercados como los de China y Brasil con capitales especulativos.
Pero India prefiere que continúen esas medidas de estímulo de Washington, de modo que no disminuya la demanda de sus exportaciones. Pese a los riesgos que conllevan los flujos de capitales en busca de fáciles rendimientos, India aparece ansiosa de recibirlos en momentos en que experimenta el descenso del nivel de inversiones.
Las posiciones políticas articuladas en la Declaración del BRIC siguen las líneas previstas, pero el lenguaje refleja la postura más firme adoptada por Rusia y China sobre la posibilidad de una intervención en Siria y la imposición de sanciones a Irán. En las capitales occidentales se interpreta que esas formulaciones implican un predominio de China y Rusia, pese a las posturas más matizadas de India, Brasil y Sudáfrica.
Sobre la reforma de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Declaración adopta la conocida posición china de respaldar las aspiraciones de Brasil, India y Sudáfrica de jugar un papel mayor en la ONU, sin sostener sus candidaturas a miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Rusia, que había apoyado formalmente la candidatura de India, ahora se alineó con China.
En la cumbre se adoptaron dos relevantes acuerdos. El primero, denominado «extensión de facilidades crediticias», abre la perspectiva de que las relaciones comerciales entre los cinco países se efectúen entre sus propias monedas, soslayando al dólar.
Sin embargo, un desafío serio solamente podrá emerger cuando las monedas de los BRICS sean de libre convertibilidad y estén respaldadas por una sólida y variada infraestructura financiera y bancaria semejante a las de las economías occidentales.
El segundo acuerdo también apunta a incentivar el comercio mediante facilitaciones crediticias entre los países del grupo y, una vez puesto en marcha, es probable que se reduzcan los costos de las transacciones.
El Foro de Negocios del BRICS, reunido en vísperas de la Cumbre, recomendó que sus miembros alcancen la meta de 500.000 millones de dólares de intercambio comercial en 2015, que significaría más que duplicar los 230.000 millones actuales. La premisa de liberalizar las regulaciones comerciales fue señalada, pero sin que se adoptaran compromisos.
Antes de la celebración de la Cumbre se anticipaba que se anunciaría la creación de un banco de desarrollo del BRICS que seguiría las líneas del Banco Mundial, pero enfocado fundamentalmente en la financiación de proyectos en los países del grupo y en otros países en desarrollo.
Sin embargo, la prudencia parece haber ganado la partida. A los ministros de Finanzas se les encargó el examen de la factibilidad y la viabilidad de esa propuesta.
Esta iniciativa había sido vista como una importante contribución de las economías emergentes para la promoción del crecimiento en sus propios países y en otras naciones en desarrollo, junto con un empuje conjunto a favor de la reforma de las instituciones financieras internacionales y la elevación del papel del grupo en el escenario internacional; pero en lugar de ser aprobada fue consignada a la consideración de una comisión.
El BRICS ya es considerado un factor influyente en las relaciones internacionales. Tiene el peso económico y político suficiente como para jugar un papel, dado que es capaz de actuar conjuntamente en asuntos clave.
Pero, a diferencia del G-7, el grupo carece de un apuntalamiento ideológico y cultural común. Las perspectivas en materia de seguridad de sus miembros no están alineadas. En términos de objetivos económicos, estos países tienen intereses tanto convergentes como divergentes.
En un futuro previsible las perspectivas más realistas para el BRICS parecen ser las de trabajar como una coalición en los asuntos de interés común, como la reforma de las instituciones financieras internacionales, la resistencia ante el proteccionismo y la promoción del crecimiento económico en los países en vías de desarrollo.
No hay dudas de que formar parte de este grupo otorga a cada uno de sus miembros un pequeño espacio adicional para maniobrar cara a cara ante los países avanzados. India y China, operando conjuntamente en el BRICS, pueden mitigar los elementos de confrontación entre ellos mismos. Resulta claro, sin embargo, que China está emergiendo como el socio preeminente de este grupo. (FIN/COPYRIGHT IPS)
* Shyam Saran, ex secretario de Relaciones Exteriores de la India, preside el Sistema de Investigación e Informaciones para los Países en Desarrollo (RIS).