«Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por aquellas que sí hiciste. Así que suelta amarras. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre», escribió el célebre Mark Twain (1835-1910).
Cada vez más personas toman ese consejo al pie de la letra, y parten a fin de explorar y descubrir. De este modo, el turismo mundial cobrará una dimensión sin precedentes, previéndose para este año el récord de 1.000 millones de visitas.
En el proceso generarán inversiones multimillonarias, crearán uno de cada 12 empleos en todo el mundo, potenciarán las vidas de millones de personas y generarán enormes oportunidades para el crecimiento y el desarrollo de los países, tanto ricos como pobres.
Por su capacidad de crear riqueza, el turismo juega un rol crucial en el logro de los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio en materia de prosperidad, paz y sostenibilidad.
Nuevos desafíos, como el cambio climático y la pobreza, el hambre y las enfermedades, vuelven más complejo y acuciante el cumplimiento de estas metas.
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Por lo tanto, cuando del 20 al 22 de junio se realice la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), los líderes del turismo tendrán que forjar alianzas activas con otros sectores de al economía mundial para alcanzar un futuro inclusivo, equitativo y sostenible para todos.
El turismo es como el fuego. Bien manejado puede sernos útil; si se le permite dominarnos, nos puede quemar.
El turismo plantea muchos desafíos para el bienestar de la comunidad mundial y para la salud de nuestro planeta: desde la degradación cultural de las comunidades locales a la completa destrucción de sus sistemas de valor.
Además, los turistas atentan contra la salud de la tierra al visitar excesivamente ecosistemas frágiles, y a raíz de las emisiones de dióxido de carbono y otros contaminantes derivados de sus medios de transporte, desde automóviles y autobuses a trenes y aviones.
La industria mundial de los viajes enfrenta ahora el desafío de tomar una decisión consciente sobre hacia dónde quiere ir y cómo. Algo similar a lo que planteó Robert Frost (1874-1963) en su poema "El camino no elegido": "Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,/ Y apenado por no poder tomar los dos ( )/ Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,/ Yo tomé el menos transitado,/ Y eso hizo toda la diferencia".
El turismo mundial parece haber elegido el camino "menos transitado". Pero de todos modos va tropezando, no muy seguro de cómo llegará a donde quiere ir.
El turismo responsable reclama que destinos, agentes de viajes y viajeros por igual se unan en la operación de los recorridos con sensibilidad hacia los entornos sociales, culturales, naturales y económicos de las comunidades anfitrionas y de la Madre Tierra.
A tal fin, la industria viene fomentando varias formas de turismo sostenible desde los años 70, cuando se inició el movimiento ambiental.
Fue a partir de allí que surgió lo que actualmente es el concepto popular de ecoturismo. Este alimenta el deseo de viajar hacia escenarios naturales, lejos de las atracciones creadas por los seres humanos, permitiendo al turista experimentar la naturaleza en su gloria prístina, y ser educado sobre la cultura y los estilos de vida de sociedades menos conocidas y mal comprendidas.
Esas visitas crean el efecto benéfico de recaudar fondos para la conservación de paisajes naturales y monumentos culturales desatendidos, además de ayudar económicamente a comunidades empobrecidas.
La otra cara de la moneda es que la creciente popularidad del ecoturismo ha llevado a que inescrupulosos operadores turísticos y hoteleros abusen y exploten entornos y sociedades vulnerables.
Esto se debe en parte a la ausencia de una sola definición internacionalmente aceptada de qué constituye ecoturismo, que a menudo se mezcla con turismo sustentable, turismo verde, turismo natural, etcétera.
Las organizaciones turísticas y conservacionistas tienen sus definiciones de ecoturismo. Operadores individuales y gobiernos también enlodan las aguas al promover sus propias definiciones.
Sin embargo, en el sentido más amplio, ecoturismo es viajar a puntos ecológica y culturalmente delicados causando los menores impactos negativos posibles en esos lugares.
Por supuesto, es imposible que seres humanos viajen a ninguna parte sin generar impactos negativos, porque incluso llegar allí daña el ambiente, debido a la emisión de gases contaminantes.
Los aviones están entre los peores emisores de contaminantes de la industria de los viajes, aunque la Asociación Internacional de Transporte Aéreo sostiene que este medio contribuye con apenas dos por ciento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono causadas por la actividad humana. ¡Esto es menos que las flatulencias de las vacas en Europa!
El turismo sumará 43 millones más de visitantes cada año, hasta alcanzar 1.800 millones para 2030, haciendo que los recursos del planeta corran un riesgo aun mayor.
Por lo tanto, resulta crucial que los viajeros sean educados para ser sensibles a los ambientes de los lugares que visitan, y para entender que tienen una gran responsabilidad ante la Madre Tierra.
En el mundo de hoy, tan interconectado, el turismo no puede mantenerse aislado de la comunidad.
Necesitamos actuar juntos, poniendo el interés colectivo por encima del propio. Como dijo Nelson Mandela, "después de escalar una gran colina, uno se encuentra solo con que hay muchas más colinas que escalar".
*Lakshman Ratnapala es presidente emérito de la Pacific Asia Travel Association.