Debe ser que hay elecciones en el horizonte o que las acaba de haber. El caso es que cíclicamente el tema de Cuba se alza en el escenario y provoca racimos de declaraciones, condenas, anhelos, y frecuentemente disparates. Detrás de ese nuevo episodio que tiene como doble epicentro las ciudades de Miami y La Habana está un conjunto sumamente curioso de ingredientes. Se compone de las consecuencias del reciente cambio de gobierno en España, el comienzo de la larga campaña de primarias en Estados Unidos para elegir al contrincante de Obama, y una coincidente serie de aniversarios incómodos con respecto al embargo norteamericano y la llamada posición común de la Unión Europea sobre Cuba.
El primer acto lo protagonizó el nuevo ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García Margallo cuando prometió enmendarle la plana a su antecesor Miguel Angel Moratinos, en su tozudez por eliminar la Posición Común de la UE sobre Cuba. Así se condiciona un pleno trato de la relación comunitaria a la ejecución de una serie de medidas aperturistas por parte del régimen cubano. Desde 1995 en que el entonces presidente José María Aznar consiguió la aprobación de esa medida (única ante países latinoamericanos), que no es ni posición, ni común, se ha desarrollado un interminable ballet a ambas orillas del Atlántico en el que el gobierno cubano ha brillado con luz propia al equiparar la posición con el embargo norteamericano.
Así ha intentado demostrar que se enfrenta a dos imperios y poder justificar numerosas carencias en los terrenos económico y social, y justificar el mantenimiento del férreo sistema dictatorial. Ningún gobierno europeo ha puesto trabas a sus empresas que operan en Cuba ni ha obstaculizado las vacaciones de sus ciudadanos en la isla.
En busca de votos necesarios, el congresista fundamentalista Newt Gingrich ha prometido que de ser elegido reactivará la ley Helms Burton, como una sentencia de muerte del régimen cubano. No se sabe bien si se refería al título III, que es una amenaza contra los inversores extranjeros en Cuba, o el II, que ha sido calificado como una nueva Enmienda Platt, que codifica el final del embargo a la terminación de la dictadura. Si Gingrich se refería al III, estaría abriendo una guerra comercial con la Unión Europea, catástrofe que han evitado Clinton, Bush y Obama al suspenderlo sistemáticamente desde 1996. Si se refería al II, resultaría repetitivo, porque está teóricamente en efecto. Pero es que resulta que a pesar del embargo y sus suplementos Estados Unidos se ha convertido en el tercer o quinto (según criterios) socio comercial de Cuba.
Simultáneamente surge la coincidencia temporal de aniversarios, un tanto olvidados luego de la celebración o condena (según) del 50 aniversario de la Revolución Cubana en 1999. Entre finales de enero y primeros de febrero se imbrica el recordatorio del medio siglo desde que Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos OEA. Al final de unas febriles negociaciones recabando votos, el ministro de relaciones estadouinidense Dean Rusk consiguió la colaboración de Papa Doc de Haití, gracias al pago de la construcción de un aeropuerto en Puerto Príncipe. Desde entonces, los Castros tienen como gran orgullo la expulsión. En un reciente intento para su reingreso, todos los protagonistas del hemisferio estaban de acuerdo excepto Cuba y Estados Unidos.
Unos días después, el 3 de febrero de 1962, Kennedy firmaba una ley, basada en legislación de la I Guerra Mundial referida a un embargo contra el enemigo, en la que se daba el toque final a un embargo total contra Cuba, que hasta entonces había sido escalonadamente parcial, desde los años de Eisenhower. Así Washington había respondido a cada una de las provocaciones de Cuba con respecto a la confiscación de propiedades.
Por su parte, Castro había ayudado a Washington en las represalias, ya que justamente mientras se preparaba la invasión de Bahía Cochinos, se declaró marxista de toda la vida. Igual hizo en 1996 cuando la ley Helms-Burton no estaba segura de recibir el voto congresista y decidió derribar las avionetas de Hermanos al Rescate, que se habían aventurado en lanzar panfletos sobre La Habana. Clinton respondió de acuerdo con la partitura. No se sabe bien que pasará en los tres frentes mencionados (elecciones, embargo y posición de la UE), pero seguro que alguno de los protagonistas sabrá sacar ventaja (¿Raúl Castro? quien no tiene el lastre de elecciones) y alguno en Estados Unidos se cubrirá las espaldas.
De todas maneras, no se cree que Obama llegue al sarcasmo extremo de Kennedy. Unas horas antes de firmar un nueva escalada del embargo parcial en pleno 1961, poco tiempo después de Bahía Cochinos, Kennedy ordenó a su secretario de prensa Pierre Salinger que le comprara mil cigarros puros habaneros. Legalmente hablando, no rompió la ley. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (jroy@Miami.edu)