Cuando la cadena de comida rápida agregó avena a su menú en enero de este año, literalmente edulcoró su oferta como «la solución de desayuno para llevar, asequible y equilibrado , que hace más fácil y atractivo para nuestros clientes comer alimentos integrales y frutas».
Si bien una porción de avena común contiene un solo gramo de azúcar, la de McDonalds, de 253 gramos, con frutas y azúcar moreno tiene 32 gramos, según la información nutricional ofrecida por la compañía.
Y la misma cantidad, pero sin azúcar moreno, contiene 18 gramos de azúcar.
"¿Por qué McDonalds toma un ingrediente noble como la avena y lo convierte en comida chatarra cara?", se lamentó el columnista Mark Bittman, del diario The New York Times.
La avena de McDonalds, señaló, "contiene más azúcar que una barra de Snicker y tiene solo 10 calorías menos que una hamburguesa con queso".
Los críticos sostienen que la asombrosa habilidad de McDonalds para convertir alimentos saludables en productos procesados poco naturales (hasta la propia avena contiene siete ingredientes, incluyendo un "saborizante natural", según Bittman) ni siquiera es la peor de las proezas que logran las corporaciones de alimentos.
Un supermercado de Nestlé, que zarpó en una barcaza y recorrió dos afluentes del río Amazonas en junio de 2011, es uno de los esfuerzos más extravagantes de una compañía para ofrecer a un mayor espectro de clientes una plétora de alimentos envasados y procesados.
Los alimentos procesados no son caros, reconoció Bittman, "los costos no se ven en la caja, sino en forma de grandes facturas en salud y degradación ambiental".
Las trasnacionales montan agresivas campañas de venta para atraer y mantener una base de consumo estable.
En Estados Unidos, activistas muy críticos de las grandes corporaciones también cuestionan al gobierno que parece incapaz, o renuente, de regularlas, ya sea limitando sus estrategias publicitarias o exigiendo que se adhieran a estándares nutricionales específicos.
Sistema sobrecargado
No solo las personas y las comunidades sienten los efectos de la ingesta constante de alimentos procesados, poco saludables y repletos de azúcar y grasa. Las sociedades y el planeta soportan el enorme peso de un sistema agrícola que no se sostiene y sobre el que se basa la industria de alimentos.
Alrededor de 33,8 por ciento de los adultos de Estados Unidos son obesos, según el Centro de Control de Enfermedades de este país.
Una persona obesa es aquella con un índice de masa corporal superior a 30. La Organización Mundial de la Salud estima que en 2015 habrá 2.300 millones de personas con esa enfermedad.
Un estilo de vida que no incluye el ejercicio y sigue una dieta procesada con un alto contenido en grasas y azúcares está relacionado con la obesidad y el sobrepeso, que acarrean múltiples problemas de salud como cardiopatías, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.
Estrategias de mercadotecnia
El 1 de este mes entró en vigor una ley en la ciudad de San Francisco, en el occidental estado de California, conocida como Ordenanza sobre el Incentivo de Alimentos Saludables, que establece estándares nutricionales mínimos para la comida infantil que se vende con juguetes de regalo, una estrategia utilizada para atraer a niños y niñas.
Antes de aprobada la ley, McDonalds amenazó con demandar a San Francisco con base en la Primera Enmienda, según la organización sin fines de lucro Corporate Accountability International, dedicada a defender la salud pública, el ambiente y la democracia del abuso de corporaciones trasnacionales.
Cuando la ley entró en vigor, en vez de eliminar los juguetes gratuitos de los menús infantiles, McDonalds decidió cobrarlos 10 centavos de dólar cada uno.
Pero "igualmente la ley tuvo un tremendo impacto en materia de salud pública, aun antes de entrar en vigor", pese a la posición de McDonalds, indicó Sara Deon, directora de la campaña Valora la Comida, de Corporate Accountability International.
El distrito sur de la ciudad de Los Angeles aprobó una suspensión a la instalación de nuevos restaurantes de comida rápida, por ejemplo, y la cadena Jack-in-the-Box eliminó la oferta de juguetes con alimentos.
Prohibir juguetes en los menús puede no tener un impacto en el contenido y valor nutricional de los alimentos, pero los cambios tienen consecuencias sobre quién compra y cuán a menudo lo hace.
"Realmente se trata de la venta", dijo Deon a IPS. "Las grandes compañías de alimentos crean una gran demanda para sus productos mediante una agresiva campaña de mercadotecnia" y, sobre todo McDonalds, que apunta especialmente a los niños, por lo que eliminar los juguetes sí ayuda a reducir la demanda.
En 2007, McDonalds gastó alrededor de 1.740 millones de dólares en publicidad en el mundo, según un informe de Consumers International. Yum Brands, la casa matriz de los restaurantes Taco Bell, Pizza Hut y KFC, destinó 1.230 millones de dólares al mismo fin.
Además, "las agencias federales ejercen tremenda influencia sobre los tipos de alimentos que comemos y la información que recibimos sobre ellos", escribió en su blog Michele Simon, abogada especializada en salud pública.
El gobierno fija estándares de seguridad, ofrece consejos nutricionales y subsidios a la agricultura, apuntó. Pero los poderosos lobbies de la industria son capaces de presionar a representantes y senadores que proceden de distritos donde la gente depende del empleo que ofrecen las corporaciones de alimentos.
Conflictos de interés
En abril de este año, el Interagency Working Group (IWG), que incluye a la Comisión Federal de Comercio, la Administración de Drogas y Alimentos, el Centro de Control de Enfermedades y el Departamento de Agricultura, desarrolló y propuso recomendaciones sobre calidad nutricional de los alimentos para niños y adolescentes, y prácticas de mercadotecnia.
Pero la Comisión de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes sostuvo en una carta dirigida a IWG que la "verdadera causa de la obesidad infantil está más relacionada con la inadecuada actividad física y el consumo excesivo de calorías que con la publicidad y el envoltorio de los alimentos".
Además, pidió que "retire la propuesta actual y comience de cero".
"Las corporaciones simplemente tiran dinero y amenazan a los legisladores que tratan de ponérseles en el camino", dijo Simon a IPS. "Aun cuando las agencias reguladoras traten de hacer lo correcto, son repelidas por los propios parlamentarios que las supervisan", añadió.
A Simon no le convence que las leyes y directrices sean la mejor solución para asuntos relacionados con, pero no limitados a, la mala nutrición, la obesidad y un sistema de alimentación no sostenible que explota a los trabajadores y daña animales.
Es necesario reformar totalmente el sistema, según Simon. "Necesitamos reconstruir el movimiento político", añadió.