La posición internacional de España ha sido tratada por los comentaristas (a través de la historia, los tiempos recientes y especialmente hoy) con una combinación de calificativos: paradójica, única e influyente, aquejada de aislamiento y ambición, resultando en frustración y éxito. La evaluación de España en el mundo ha oscilado desde tener un impresionante aparato imperial y una posición envidiable en los siglos XVI y XVII, desembocando en un largo periodo posterior al final del XVIII de aislamiento, para por fin disfrutar de la sólida etapa actual con presencia internacional e influencia después del renacimiento de la democracia en 1976. Este estatus es todavía perceptible hoy, sin que los problemas actuales puedan relegar a España a una posición de irrelevancia.
Paradójicamente, el balance de España en las épocas recientes debe considerarse como por debajo de su potencial en términos históricos, posición geográfica, cultura y presencia en el mundo a través de la emigración y a causa de las empresas imperiales. España se merece estar incluida entre los aproximadamente veinticinco países que han jugado y juegan un papel en el panorama global del mundo.
Hoy España está considerada entre la economía número 8 y la 12 del planeta, es esporádicamente invitada a asistir a las reuniones del G-8 (aunque ya está como parte de la UE), es el tercer destino turístico, al igual que todavía es el segundo receptor de inmigrantes (solamente superado por Estados Unidos). El español es la segunda lengua de aprendizaje del mundo, sus pintores y cantantes son famosos en todo el planeta, sus estrellas deportivas (individuales y colectivas) han obtenido triunfos notables, y sus diplomáticos y funcionarios internacionales han ejercido puestos de gran relevancia. Mientras las cifras oficiales de la ayuda al desarrollo de América Latina revelan que España es el principal donante, las inversiones españolas han liderado las europeas y superado las de Estados Unidos en partes del continente. Tropas españolas están presentes en una docena de misiones.
Sin embargo, mientras los españoles viven hoy mejor que en siglos anteriores, España tiene pobre productividad laboral, se halla inmersa en una crisis económica de alarmantes proporciones, a riesgo de quiebra. El desempleo llega al 20% (40% para la juventud), mientras la media de la eurozona es del 10%. Con el 10% del Producto Interno Bruto de la eurozona y el 14% de su población, España aporta el 31% de los parados de la misma región. La burbuja inmobiliaria (motor del desarrollo durante buena parte del nuevo siglo) ha estallado con efectos demoledores. La deuda exterior es del 160% del PIB y el déficit público se eleva al 9%.
Mientras tanto, la inseguridad ciudadana causada por la criminalidad común y la internacional es preocupante. El consumo de drogas es de los más altos en Europa. España fue victima en 2004 del peor ataque terrorista de Al Qaeda desde el 11 de Setiembre. Como consuelo, ETA está acabada.
La escolaridad ocupa uno de los niveles más bajos de la UE. Ninguna universidad española está entre las 200 mejores del mundo. Los graduados españoles optan por la emigración, agregados a los inmigrantes que regresan a sus países por la crisis. La población española encanece a marchas forzadas, amenazando la capacidad del estado de bienestar, mientras los ciudadanos pierden la confianza en el sistema político que ha construido una democracia de impecable perfil jurídico luego de siglos de gobiernos autoritarios y dictatoriales. España se ha convertido en un país europeo con todas las ventajas y desventajas.
El balance económico de la pertenencia a la UE ha sido plenamente beneficioso. Pero por razones complejas, se generó una reducción de las tasas de interés, catapultando el crecimiento a unos niveles insostenibles, sin infraestructura para proceder a la reforma. Un aumento de los precios y los salarios causó el gran déficit y un aumento de la deuda externa, que era necesaria para equilibrar la carencia de balance externo. La crisis financiera de 2008 y la explosión inmobiliaria golpearon con dureza al país. En mayo de 2010 el gobierno admitió que España estaba también bajo el impacto de los problemas globales y tomó drásticas medidas bajo la presión de la UE, Estados Unidos y el FMI. El objetivo era evitar el destino de Grecia, tratar de salvaguardar el estado de bienestar, mantener el euro y la misma UE, la principal preocupación de España y Bruselas. Con este panorama llegó la renuncia del presidente Zapatero a un tercer mandato, y luego la convocatoria de elecciones para el 20 de noviembre.
Hay un serio cuestionamiento del sistema político-económico surgido de la transición a la democracia en 1976 y la Constitución de 1978. La crisis revela estructuras laborales y económicas del franquismo. La rigidez contractual ha hecho difícil la recuperación económica. El sistema autonómico es señalado como uno de los culpables, ya que ha favorecido el control y manipulación del aparato crediticio y ha inspirado la corrupción en la concesión de obras, con superproducción de la oferta inmobiliaria.
Un nuevo gobierno puede tomar la senda centralizadora y rebajar la autonomía no solamente financiera, sino política (como ya señalaba la limitación impuesta por el Tribunal Constitucional al enriquecido estatuto catalán). Este enfrentamiento pudiera acrecentar la tensión entre las autonomías históricas (con el caso emblemático catalán) y el Estado, con efectos colaterales en el País Vasco. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami
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