El relativo dinamismo de las economías emergentes durante los últimos años ha motivado que esos países, muchos de ellos en Asia, ocupen un papel cada vez más relevante en el mundo. Pero el proceso de adaptación a los cambios en el poder económico es lento y pese a los esfuerzos para el logro de un nuevo equilibrio en la cooperación internacional, inevitablemente surgirán nuevas relaciones y nuevos liderazgos, tal como ha sucedido a lo largo de la historia.
Mientras esta transformación está en curso, el multilateralismo está atravesando tiempos difíciles.
En la esfera comercial, necesitamos hacer frente a puntos de vista contradictorios entre los gobiernos sobre una justa distribución de los derechos y las obligaciones dentro del sistema. Antes de que se estableciera la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995 había, en términos amplios, un arreglo por el cual los países desarrollados acordaban abrir sus mercados, mientras se concedían tratamientos especiales y diferenciales a los países en desarrollo y no se les pedía que abrieran sus mercados de una manera sustancial. Este enfoque contemplaba las marcadas diferencias en términos de desarrollo y de recursos entre las naciones.
Con el tiempo esas diferencias se achicaron. En la medida que un grupo de países en desarrollo lograron un crecimiento económico más veloz que las naciones desarrolladas, se está haciendo cada vez más difícil hallar un equilibrio aceptable para todas las partes involucradas.
Una cuestión subyacente a resolver es acerca del concepto de reciprocidad. Para algunos, las economías emergentes han alcanzado un nivel de competitividad en sectores clave y por tanto la reciprocidad implica paridad de obligaciones. Otros replican que las economías emergentes todavía enfrentan formidables desafíos en muchas áreas y están muy por debajo de los niveles de ingreso de las economías industrializadas. En este contexto, se aduce, no es apropiado tratar la reciprocidad como igualdad de obligaciones, no sirve para alcanzar un estándar de justicia y perjudica las políticas de desarrollo.
No es mi papel como Director General de la OMC tomar posición en este tema, pero es un hecho que hasta ahora ha imposibilitado un acuerdo sobre el conjunto de nuevas reglas para el comercio mundial en el marco de la Ronda Doha.
El segundo desafío para el sistema comercial se refiere a los cambios en las estructuras de producción originados por los bajos costos de la tecnología y del transporte, respaldados por el comercio abierto y las políticas de inversión. Una cantidad creciente del comercio internacional pasa por cadenas globales de suministros que transportan piezas y componentes que cruzan muchas fronteras ya que la producción se reparte entre numerosos establecimientos en diferentes países. La producción compartida a escala multinacional es muy diferente de la tradicional, en el cual cada país importaba los componentes necesarios, agregaba elementos locales, trabajo y capital, y exportaba los bienes finales. Este moderno sistema de producción compartida no está considerado en las tradicionales estadísticas comerciales que sólo computan las exportaciones finales y por lo tanto resultan engañosas.
El tercer desafío es la propagación del regionalismo y su impacto en los acuerdos comerciales multilaterales. Más de 300 acuerdos preferenciales de comercio están en viigor. El Informe sobre el Comercio Mundial 2011 indica que esta tendencia, especialmente en Asia, es impulsada para favorecer las cadenas de suministros, que se aventajan mediante la eliminación de aranceles y la creación de un sistema de regulación amigable. Esto no es hasta ahora problemático.
Sin embargo, con los nuevos regímenes que se adoptan en función de los arreglos preferenciales, corremos el riesgo de divergencias en materia de regulación y de la resultante fragmentación de los mercados. Los mercados segmentados reducen las oportunidades comerciales, obstaculizan las economías de escala, tienden a excluir a algunos países e introducen discriminaciones.
Con respecto a la Ronda Doha, no es un secreto que los gobiernos no consiguen superar sus contradicciones y que en estos diez años no hemos podido completar la negociación. Los desafíos que he referido explican en parte las dificultades de los gobiernos parra equilibrar derechos y obligaciones entre naciones disímiles.
No creo que podamos permitirnos agregar ulteriores cargas a la economía mundial ni socavar la autoridad de las instituciones internacionales. Por lo tanto, espero que todos los miembros de la OMC y, en particular, aquellos con más influencia que otros, alcancen una acuerdo con sus socios comerciales para poner fin al estancamiento de la agenda del comercio mundial. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Pascal Lamy, Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC).