Dicen los entendidos que uno de los mejores cafés del mundo es el que sirven en la cafetería de Sant’Eustachio en Roma, en pleno centro de la “Ciudad Eterna”. Desde 1938 su “Gran Caffè” es motivo de peregrinación y apurada degustación por parte de los más sibaritas, y de colas en las horas punta.

Existen diversas leyendas sobre cuál es el secreto que le proporciona su gusto y aroma tan especial. Se sabe, y eso es un hecho, que la torrefacción del grano de café aún se hace con leña. Ahora bien, hay quien dice que parte de su particularidad radica en el agua que se utiliza, purísima y que provendría de un antiguo acueducto que todavía funciona. De ser esto así, no sería extraño, ya que es bien conocido que algunos edificios del casco antiguo romano todavía reciben el agua de este modo.

Otros apuntan que su secreto reposa en el momento de su elaboración, mito que se ve alimentado por el hecho de que las dos cafeteras del local están colocadas de manera que el cliente no puede en modo alguno observar los detalles de la preparación de la famosa bebida.

Pero lo que seguramente nadie espera al visitar esta meca de los adictos a la cafeína es descubrir que todo el café que allí se sirve ­miles y miles de tazas cada semana­ proviene del comercio justo, concretamente a través de la organización italiana Altromercato. Esta es una entidad que, desde hace años, es pionera en el sector del comercio justo. A través de ella, y gracias también a contactos directos y viajes regulares a las zonas productoras, Sant’Eustachio se nutre del mejor producto procedente de Brasil, Etiopía, Guatemala, República Dominicana, las Islas Galápagos o la de Santa Elena.

Y todo ello, respetando los principios del comercio justo y la producción biológica. Como recuerdan los propietarios del local, adquirir un producto de comercio justo y solidario significa pagar un precio justo, superior al habitual del mercado, y crear relaciones comerciales de larga duración, de forma que se garantice la financiación de los proyectos locales de desarrollo ambiental y social. Y no sólo eso, en el caso que nos ocupa, cuando se adquiere café justo y solidario se instaura una relación más directa y concreta entre los torrefactores y los cultivadores, contribuyendo así a la búsqueda de la calidad del producto por ambas partes.

El ejemplo de la prestigiosa cafetería ­la lista de sus clientes famosos es interminable­ fulmina prejuicios y pasa a paradigma, a modelo. Demuestra de manera incontestable que, al contrario de los mantras que repiten reiteradamente los gurús de los “mercados”, la calidad, el éxito comercial y la justicia social no sólo son del todo compatibles, sino que de su conjunción pueden surgir resultados del máximo nivel.

Vivimos tiempos de graves turbulencias económicas y financieras que generan incertidumbres y preocupaciones respecto al futuro. Y, sea por inconsciencia o por una peligrosa inercia, respondemos obcecados aplicando las mismas recetas que hasta ahí nos han conducido.

Un paseo por la Roma histórica y una visita ­ni que sea metafórica­ a la cafetería de Sant’Eustachio, nos demuestra que hay alternativas de modelo empresarial y económico, en las que el ser humano es tenido en cuenta y pasa a ser un valor añadido, que son completamente factibles y viables. Pensemos en ello, y esperemos estar a tiempo. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Manuel Manonelles es el director de la Fundación Cultura de Paz-Barcelona

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe