El té rooibos, que Sudáfrica exporta con éxito al mundo, corre el riesgo de convertirse en un costoso lujo en la próxima década porque la planta solo crece en una pequeña región de este país, gravemente amenazada por el cambio climático.
Pieter Koopman se agacha para revisar un joven arbusto de rooibos (Aspalathus linearis, arbusto rojo en lengua afrikáans). El preocupado agricultor posee 850 hectáreas plantadas en Suid Bokkeveld, oeste del país.
Todo el suministro mundial de rooibos procede de esta región de 20.000 kilómetros cuadrados. La sequía y las lluvias irregulares destruyeron más de la mitad de la producción de Koopman en la década pasada. Pero él espera que la temporada 2011 sea mejor.
"Los últimos 10 años fueron muy duros. Tuvimos que aprender a adaptarnos a nuevas condiciones climáticas, y seguimos haciéndolo. No podemos sentarnos y esperar", se lamenta Koopman. Las lluvias que caen en el invierno sudafricano entre mayo y agosto, cuando se suele plantar el rooibos, no llegaron. "Nuestras plántulas se secaron. Tenemos pérdidas en todas las temporadas", añadió.
Koopman y otros agricultores comenzaron a cambiar sus técnicas de cultivo. Sembraron plantas nativas que cortan los vientos para frenar la erosión del suelo, construyeron depósitos de agua y, quizá lo más importante, comenzaron a cultivar semillas, en vez de plántulas de almácigo.
[related_articles]
"Las semillas demoran más en crecer, pero son menos sensibles a la falta de lluvias",explica. "Fue una lección dura de aprender", añade.
Los intentos de cultivar rooibos en otras zonas han fracasado porque es una especie que necesita de las condiciones extremas de Suid Bokkeveld, en las montañas de Cederberg,donde la temperatura cae a cero grado en invierno y puede alcanzar los 48 grados en verano.
La agricultura de África subsahariana se verá gravemente afectada por el cambio climático, según especialistas.
La variabilidad meteorológica hará que a partir de 2050, la producción media de arroz, trigo y maíz disminuya hasta 14 por ciento, 22 por ciento y cinco por ciento respectivamente, según el Instituto Internacional de Investigación en Política Alimentaria, con sede en Washington.
"Por eso la prosperidad a largo plazo de quienes cultivan rooibos dependerá en gran parte
de su capacidad para adaptar sus prácticas agrícolas a las nuevas condiciones", indica Noel Oettle, responsable de programa rural del Environmental Monitoring Group (EMG).
La organización ayuda a los cultivadores de rooibos a potenciar su resiliencia al cambio climático mediante la gestión de recursos naturales, el control del suelo, la conservación del agua y promoviendo la biodiversidad agrícola.
"Solo si los agricultores incluyen en su planificación la probabilidad de la ocurrencia de acontecimientos climáticos extremos y se concentran en una producción sostenible, los demás podremos seguir disfrutando de una taza de rooibos", dice Oettle.
La infusión de rooibos se popularizó en el mundo no solo por su dulzón sabor a nuez, sino por sus propiedades químicas. No contiene cafeína, es rico en antioxidantes y contiene minerales como zinc, cobre, calcio, magnesio y potasio. Además, es conocido por sus efectos digestivos, anticancerígenos, antiinflamatorios y antivirales.
Este país exporta unas ocho toneladas de rooibos al año a mercados como Alemania,Holanda, Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, pero también a Chile, Polonia y Rusia, señaló el Departamento de Agricultura.
La producción de esta infusión sigue siendo una pequeña industria, con unos 300 agricultores, la mayoría pequeños y que emplean a unos cuantos trabajadores permanentes y algunos temporales.
Suid Bokeveld es una zona pobre que ha registrado una leve mejoría económica desde que crece la demanda internacional de rooibos.
"El cambio climático tendrá un impacto negativo en las exportaciones debido a su concentración geográfica, pero también porque existe una sola especie de rooibos. Si se liquida, se acabó", alerta Rhoda Malgas, investigadora del Departamento de Conservación de la Universidad de Stellenbosch. En cambio el "honeybush" (arbusto de miel), otra planta nativa utilizada en infusiones, tiene 25 especies.
Una opción para preservar el rooibos es conservar la planta salvaje, según Malgas, que crece de que forma silvestre en Suid Bokkeveld desde hace siglos. La variedad silvestre es más dura y resistente que la domesticada, pues tiene un sistema de raíces más elaboradas que sobreviven con menos agua.
"Sería importante crear bancos de semillas. Si se conserva el rooibos silvestre, se puede preservar el material genético del que deriva la planta de té cultivada", explicó.
La idea ya fue recogida por algunos agricultores. Laurenz Dworkin, quien posee 100 hectáreas de té en Suid Bokkeveld, considera cosechar rooibos silvestre además de la variedad cultivada. También tiene previsto recoger sus semillas para protegerlas.
"El rooibos silvestre no es comercialmente viable, pero tiene potencial", indicó.
Pero Dworkin teme que la tendencia a comercializar la variedad silvestre termine siendo perjudicial. Como crece más lentamente no se puede cosechar con la misma rapidez que la cultivada, sino cada dos años. Pero los agricultores, desesperados por ingresos, pueden llegar a cosecharla todos los años y así destruirla.
"Necesitamos con urgencia agricultores responsables que piensen a largo plazo y no maten las plantas para obtener beneficios inmediatos", indicó Dworkin. "Pero tenemos que trabajar con la premisa de que el precio del rooibos seguirá aumentando. La planta se valorará más porque la producción disminuirá por las condiciones climáticas", añadió.
EMG respalda a los agricultores, pero son ellos los que deciden qué prácticas aplicar. Además, suelen ser renuentes a correr los riesgos de probar nuevas posibilidades. La plantación de rooibos es pequeña y no tiene recursos para investigación.
Si Dworkin está en lo cierto, una taza de rooibos se volverá un producto de lujo.
* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN)