Cuando los proyectos hortícolas financiados por donantes internacionales fracasaron en la aldea de Kalacha, cerca del desierto de Chalbi, en Kenia, la comunidad local propuso sus propias ideas, que a la postre fueron la solución a sus problemas.
"Cuando la horticultura fue introducida por varias organizaciones no gubernamentales hace cinco años, realmente nos entusiasmamos, porque iba a ser una alternativa a nuestro estilo de vida pastoril, que ya estaba amenazado por las cambiantes condiciones climáticas", señaló Abdi Tuya, residente de Kalacha.
"Pero mucho tiempo antes descubrimos que todo era inútil, porque los monos y otros animales se comían las cosechas", agregó.
Sin embargo, después de consultas con miembros de la comunidad, el Programa de Investigación de Tierras Áridas y Semiáridas (KASAL, por sus siglas en inglés), del Instituto de Investigación Agrícola de Kenia, descubrió que la comunidad ya tenía una idea mejor.
"Insistieron en que querían usar el agua y la tierra para cultivar pasto y así alimentar a sus cabras y camellos desnutridos, especialmente durante la sequía", explicó a IPS el director de KASAl, David Miano.
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La Provincia Nororiental siempre ha sido una zona árida, y el cambio climático ha hecho a las lluvias más erráticas.
El gobierno estima que más de 50 millones de animales domésticos en la zona corren riesgo de morir, mientras más de 1,4 millones de personas necesitan urgentemente ayuda alimentaria por causa de la sequía.
Ante esto, los residentes de Kalacha propusieron que el agua de un manantial hallado en el desierto fuera usado para irrigar pasto autóctono, que podría ser empleado como forraje.
"Esto obligó a nuestros científicos a iniciar una nueva investigación para identificar los diferentes tipos de pastos autóctonos que fueran tolerantes a las sequías y que tuvieran valor nutricional suficiente para alimentar a los animales", contó Miano.
Y ahora, dos años después, los agricultores se jactan de haber salvado a miles de animales que habrían sucumbido por la última sequía en el Cuerno de África.
"El cultivo de pasto es lo mejor que me ha pasado. Todos los animales desnutridos son llevados a los pastizales para engordar. El año pasado pude salvar 80 cabras que estaban sucumbiendo ante la sequía", dijo Tuya, dueño de 450 de estos animales y 15 camellos.
Antes, la única opción habría sido sacrificar a los animales.
Historias exitosas como la de Kalacha convencen a los expertos que África debería buscar sus propias soluciones para adaptarse al recalentamiento planetario.
Esto toma más relevancia cuando se acerca la 17 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará entre el 28 de este mes y el 9 de diciembre en la oriental ciudad sudafricana de Durban.
"Debemos aceptar la realidad de que, no importa cuán exitoso pueda ser un proyecto en un área, no significa que pueda ser aplicado en otra, aun si las características climáticas y geográficas son las mismas", señaló el presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), Rajendra Kumar Pachauri.
"Por ejemplo, proyectos con gran impacto en Mongolia podrían no tener éxito en África", dijo a IPS.
El funcionario señaló que las instituciones de investigación debían concentrarse en soluciones autóctonas. "La investigación debe ser relevante para las necesidades locales, debe ser más práctica y estratégica", subrayó Pachauri.
Los expertos han llegado a esta conclusión luego de que varios proyectos de adaptación en África demostraron ser irrelevantes para los problemas locales.
Un ejemplo fue la introducción del mezquite (Prosopis juliflora), arbusto nativo de México, América del Sur y el Caribe que se esperaba cubriría varias áreas secas y terminó siendo dañino para los residentes.
En Etiopía, estudios indican que el arbusto tuvo un impacto negativo en la seguridad alimentaria de la población, particularmente en la norteña región de Afar, donde se extendió a tierras cultivables.
"Aunque al árbol lo usamos para combustible, para fabricar vallados, para la construcción y para hacer carbón, estaríamos felices si alguien nos enseñara a erradicar el Woyane hara (nombre local del mezquite)", dijo a IPS Ato Kebele, residente de Afar y quien trabaja en Addis Ababa, la capital etíope.
"Nos gustaría cultivar árboles autóctonos en lugar de este enemigo", dijo.
En Kenia, los residentes del condado de Baringo, en la región del Valle del Rift, presentaron una demanda en 2007 contra la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los residentes dijeron que, luego de que la organización introdujera el arbusto, también conocido como Mathenge, éste se propagó a sus granjas y afectó los dientes de sus cabras. Como evidencia presentaron a los animales desdentados.
La justicia declaró al árbol nocivo y ordenó que lo gobierno lo destruyera y creara una comisión para evaluar los daños y compensar a la comunidad.
Sin embargo, Alexander Alusa, consejero sobre cambio climático en el gobierno keniano, alertó que, aun cuando se buscaran soluciones autóctonas a los problemas de África, se necesitarían políticas coherentes y unificadas para que sean efectivas.
"En Kenia, por ejemplo, el gobierno que le concedió a poblaciones locales parcelas en el bosque de Mau, a través del Ministerio de Tierras, es el mismo que lucha por proteger las zonas forestales a través del Ministerio de Ambiente. Si se armonizaran las políticas, no habría confusión", dijo a IPS.
* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN).