Cuando Aisha Diis* huyó de su hogar en Somalia debido a la hambruna, no era plenamente consciente de los peligros que corría.
Diis abandonó en abril la aldea de Kismayu, al sudoeste de Mogadiscio, la capital somalí, para dirigirse con sus cinco hijos al campamento de refugiados de Dadaab, en la Provincia Nororiental de Kenia.
"Estaba dentro de un grupo con muchas mujeres y niños. Cuatro de nosotras éramos de la misma aldea, por lo cual nos relacionamos como si fuéramos una familia", contó a IPS a través de un intérprete.
"En el camino, nos detuvimos para hacer algo de té fuerte, ya que los niños se sentían muy cansados y con hambre. Una mujer se quedó con ellos mientras tres de nosotras íbamos a recolectar leña", añadió.
Entonces "fuimos secuestradas por un grupo de cinco hombres que nos arrancaron la ropa y nos violaron varias veces", dijo entre lágrimas. "Es algo que no podré olvidar. Pero no me gustaría que mis hijos se enteraran".
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Lamentablemente, el caso de Diis y de las otras dos mujeres que la acompañaban no es aislado.
El viaje que hacen a diario cientos de mujeres cansadas, débiles y desnutridas con sus niños hacia el campamento de Dadaab es angustioso.
Muchas llevan a sus hijos más pequeños atados a sus espaldas. Nada han podido salvar de sus hogares en Somalia. Solo algunas afortunadas pueden transportar pequeñas pertenencias si cuentan con un burro de carga.
Rara vez, al llegar, desean hablar sobre lo que les ha ocurrido en el camino.
La mayoría se registran como refugiadas y se someten a exámenes médicos con sus hijos. Luego son alojadas en una tienda de campaña con equipamiento doméstico básico.
Las tiendas no tienen puertas ni ventanas, ni siquiera una cama o muebles. Pero de todas formas los refugiados la llaman hogar, por ahora y quizás por muchos años más. Algunos nacieron aquí en 1991, cuando se creó el campamento, y no han conocido otro lugar.
Pero aun luego de haberse instalado, muchas mujeres no se animan a hablar de la violencia que sufrieron para llegar al campamento.
"La violencia de género es la otra cara del hambre", dijo Sinead Murray, administradora de programas en Dadaab del Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés).
"En la rápida evaluación hecha en Dadaab y divulgada por el IRC en julio, la violación y la violencia sexual fueron mencionadas como las preocupaciones más acuciantes de las mujeres y las niñas cuando huían de Somalia, problemas que continúan, aunque a menor grado, en los campamentos", dijo Murray a IPS.
"Algunas entrevistadas para el estudio dijeron haber visto que otras mujeres y niñas eran violadas frente a sus esposos y padres, sometidas por hombres con armas. Otras fueron obligadas a desnudarse y abusadas por varios perpetradores", añadió.
Pero Diis y las otras dos mujeres que fueron violadas con ella son de las pocas somalíes que se han animado a denunciar la violencia. En el caso de Diis, tuvo el coraje de hacerlo porque es viuda y no teme represalias contra su familia.
"No tenía miedo de que se informara mi caso a las autoridades médicas porque no tengo esposo", dijo Diis. Su marido fue asesinado a balazos por desconocidos en Somalia hace siete meses.
"Muchas mujeres han sido atacadas por hombres armados cuando se dirigían al campamento de refugiados, en especial las que viajaban en grupos sin hombres", dijo Ann Burton, funcionario de salud en Dadaab del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
"Sin embargo, la mayoría son renuentes a denunciar esos casos porque temen que sus familias las culpen o que las comunidades las rechacen, o simplemente porque tienen vergüenza de hablar sobre eso", agregó.
Luego de denunciar su violación, Diis recibió profilaxis de post exposición, un tratamiento antirretroviral de corto plazo usado para reducir la probabilidad de una infección del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).
"Tras informar mi caso recibí medicinas, y me sometieron a controles cada tres meses, después de lo cual me confirmaron que no había contraído el VIH. Esa era una de mis mayores preocupaciones", contó Diis, quien también contó con asesoramiento.
Las otras dos mujeres que fueron violadas con Diis recibieron la misma atención.
Diis dijo conocer a otras mujeres que fueron violadas frente a sus familiares pero que no lo denunciaron ante el personal médico del campamento.
No informar la violación solamente añade sufrimiento a las víctimas. "Las sobrevivientes por lo general no reciben atención clave que salva vidas porque guardan el secreto", dijo Burton.
Entre enero y julio se reportaron solo 30 casos de violación, según Acnur. Pero expertos médicos en el campamento aseguran que los casos reales son muchos más.
Una vez que llegan a Dadaab, algunas siguen sufriendo violencia de género incluso de sus familiares más íntimos. Murray dijo que esto incluía matrimonios forzosos a edad temprana y "sexo de supervivencia", en el que las mujeres se ven obligadas a ofrecer su cuerpo para poder acceder a sus necesidades básicas.
Aunque los casos de violencia de género serían menos frecuentes dentro de los campamentos, algunas mujeres dijeron a IPS que se sentían inseguras y con medio por las noches.
"Los campamentos no tienen vallas, y tampoco podemos cerrar nuestras tiendas por la noche. Cualquier cosa puede pasar en la noche", dijo Amina Muhammad, quien vive en Dadaab.
El mayor riesgo en el campamento, según dijeron las mujeres a IPS, es cuando viajan largas distancias en busca de leña.
* No es su nombre real.