¿SEREMOS CAPACES DE AFRONTAR CON EFICACIA EL DESAFÍO DEL DESARROLLO?

La publicación el 22 de septiembre del informe “Eficacia de la Ayuda 2005-2010. Progresos en la implementación de la Declaración de París” nos plantea una importante pregunta: ¿Somos hoy en día más eficientes que hace cinco años en cuanto a la ayuda para el desarrollo?

Lo que surge de ese informe da que pensar. A escala global, sólo una de las 13 metas establecidas para 2010 por la Declaración de París sobre Eficacia de la Ayuda ha sido alcanzada y sólo por estrecho márgen.

Cuando más de 100 países entre donantes y en desarrollo suscribieron en 2005 la Declaración de París, incluyeron una serie de principios destinados a hacer frente a las principales preocupaciones en materia de desarrollo a principios del siglo XXI. También se comprometieron a alcanzar desde esa fecha hasta el 2010 una serie de objetivos orientados a asegurar que el dinero destinado a la ayuda produjera mejores y más duraderos resultados.

Evaluaciones independientes han mostrado, de todos modos, que esos principios han dejado su huella; han sido adoptados como normas globales de buena práctica que se centran en diversos intereses y los conducen hacia metas comunes y objetivos concretos de desarrollo. Y han cambiado en muchos casos el enfoque al poner por delante las preocupaciones del país al cual se ayuda.

A fin de cuentas, la década pasada ha sido buena para el desarrollo. Más de un tercio de las naciones en desarrollo ha ascendido al grupo de países con ingresos mayores Entre 2001 y 2010 los esfuerzos globales han obtenido un incremento real del 60% en la asistencia oficial al desarrollo. El rápido crecimiento económico de la primera mitad de la década ha llevado a una considerable baja de la pobreza en los países en desarrollo, de modo que el primero de los Objetivos para el Desarrollo del Milenio (ODM) -reducir a la mitad el número de personas que viven con menos de un dólar 25 centavos diarios- bien puede ser alcanzado para el 2015.

Sin embargo, el progreso en relación a los objetivos acordados en la Declaración de París está produciéndose a un ritmo mucho más lento y desigual de lo esperado. Se necesita hacer más para enfrentar los apremiantes desafíos actuales.

El mundo ha cambiado profundamente desde que la ayuda, tal como hoy la conocemos, comenzó a darse hace unos 60 años. Las últimas décadas han visto una explosión en el número de organizaciones y naciones que apoyan el desarrollo, con países de ingresos medios y economías emergentes que cada vez más están proporcionando directamente ayuda al desarrollo fuera de los modelos tradicionales del pasado. Asimismo, hay más organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, fundaciones privadas y actores empresariales que están entusiasmadas con la posibilidad de participar en la búsqueda de soluciones a los apremiantes problemas mundiales.

Mientras esos actores aportan nuevos fondos, junto con nuevos enfoques, el “campo de juego” se está volviendo abarrotado y al mismo tiempo aumentan los desafíos que deben enfrentar y tratar de manejar los países en desarrollo. Asimismo, cuestiones transnacionales como la salud, la seguridad, el empleo, las migraciones, la inseguridad alimentaria y el cambio climático exigen una respuesta coordinada y, sobre todo, una fuerte voluntad política para abordarlas.

Con este panorama, el trabajo conjunto se ha convertido en uno de los mayores desafíos para lograr la reducción de la desigualdad.

El Cuarto Foro de Alto Nivel sobre Eficacia de la Ayuda (HLF-4) a cumplirse en Busan, Corea a fines de este año nos proporciona una oportunidad única. Cuando quedan sólo cuatro años antes de la fecha tope del 2015 para el cumplimiento de los ODM este foro es una de las últimas ocasiones para reunir un tan amplio grupo de líderes del desarrollo. Ellos tendrán la oportunidad de revitalizar los compromisos existentes, así como colocar los cimientos para un enfoque moderno, inclusivo y transparente del desarrollo internacional.

En Busan, podremos servirnos de diversas experiencias y lecciones, así como de puntos de vista divergentes y de diferentes modos de trabajar de representantes de muchos países y organizaciones de alrededor del globo. En este panorama, la cooperación para el desarrollo es sólo una parte de la solución. Y aunque juega un papel indispensable para la reducción de la pobreza y el desarrollo, es necesario que con el tiempo reduzcamos la dependencia de la ayuda tradicional sin poner en peligro, por supuesto, el bienestar de la gente y de los países de menores ingresos.

Esto significa que hay que examinar la interdependencia y la coherencia de todas las políticas públicas, no sólo de las políticas de desarrollo, para permitir que los países hagan un uso completo de las oportunidades proporcionadas por las inversiones y el comercio internacionales. Es necesario acrecentar el impacto de las diversas fuentes de financiación, incluyendo los recursos domésticos, la inversión privada y la financiación pública, la filantropía, y los fondos para contrarrestar los efectos del cambio climático para alcanzar nuestras metas comunes.

En Busan, tenemos la oportunidad de dar vuelta la página y de hacer que la década venidera sea buena no sólo para el desarrollo en sí sino también para que podamos cambiar de verdad la manera de conseguirlo. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Bert Koenders y Talaat Abdel-Malek copresidentes del Grupo de Trabajo sobre la Eficacia de la Ayuda.

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