No pasa día sin que el eterno tira y afloja entre los financieros y los Estados arroje noticias devastadoras. Ahora se informa que el gobierno griego, para seguir cobrando unos subsidios inútiles, pues no solucionarán sus problemas, despedirá otros 30.000 empleados públicos. Es difícil entender como un país que está sufriendo una contracción importante de sus consumos, podrá salir de una espiral cruel, que causará déficit sociales graves, sin haber podido solucionar su déficit fiscal. No obstante, los bancos no están dispuestos a eliminar ninguna de las malas prácticas que han causado la crisis actual.
Recientemente, el Estado norteamericano ha iniciado un gigantesco juicio por estafa contra un grupo de grandes bancos. La tendencia del gobierno es aceptar una ingente indemnización y cerrar los procedimientos legales. El parlamento suizo, tras una maniobra fraudulenta de un trader que hizo perder 2.000 millones de dólares a la Union des Banques Suisses, está estudiando como aumentar la capitalización de sus bancos, para que sean mas sólidos. En todos lados, los bancos luchan para frenar toda reforma del sistema financiero, ya que mal que vaya los Estados intervendrán para salvarlos. Según cifras oficiales los lobbies estadounidenses han gastado 200 millones de dólares para impedir nuevas reglamentaciones.
Sólo en Gran Bretaña se han formulado proposiciones concretas. Una comisión especial ha dictaminado que para contener la especulación se debe volver a separar el sistema financiero en dos ramas: una, la de los bancos que recogen depósitos del público y no los podrán utilizar para actividades especulativas; la otra, los bancos de inversiones que pueden hacer operaciones de riesgo.
Cabe recordar que no hubo una crisis de real importancia hasta que en 1981 Reagan empezó a eliminar los controles bancarios y que Clinton en 1999 terminó eliminando la ley Glass-Segall impuesta en la época de Roosevelt para mantener separados los bancos de depósitos y los de inversión.
Obviamente, ante estas y otras propuestas reformistas los bancos han montado una gran campaña opositora, declarando que dañarán la competitividad, las ganancias para los inversionistas, encarecerán los préstamos y afectarán la economía.
Con un descaro que revela la ausencia de reparos éticos en el mundo financiero, los banqueros responden que la separación entre depósitos e inversiones aumentará sus costos de financiación, ya que los inversionistas se sentirán menos seguros porque la reforma hará menos probable que los bancos sean rescatados por los gobiernos en casos de crisis. O sea, parten del presupuesto de que el dinero público les pertenece si, por incurrir en especulaciones irresponsables, arriesgan la insolvencia.
La reacción de los bancos norteamericanos ha sido todavía más extrema. El jefe de la JP Morgan Chase, Jaime Dimon, ha declarado que las reformas para controlar los bancos son antiamericanas, y que Estados Unidos tendrían que denunciar el acuerdo de Basilea, que establece reglas globales sobre el sistema bancario. Este acuerdo se limita a pedir que la capitalización bancaria aumente al 10%, para impedir que los bancos se sigan comprometiendo en operaciones varias veces superiores a su capital.
El último Fitch Ratings informa que los 10 mayores bancos de Estados Unidos se desprendieron en junio y julio del 20.4% de sus inversiones en bancos europeos, que alcanzaron al 97% en los casos de Italia y España. Pero estos bancos tenían un total de 658.000 millones de inversiones y de estos 309.000 millones eran títulos emitidos por bancos europeos, equivalentes al 47% del total. Esto revela que los bancos norteamericanos están estrictamente vinculados a la salud de los bancos europeos (y viceversa). Y de acuerdo con los analistas, los bancos están tan preocupados que ya no sueltan plata. Esto significa que la economía real, las empresas y las familias, no reciben créditos, que era la función original e insustituible de los bancos.
Entretanto, los datos del descalabro social que estamos viviendo, son cada día más impactantes. El 25% de los jóvenes europeos están sin empleo. El numero de pobres está en aumento en varios países, primero de todos Italia. Claro que nadie llega a los extremos norteamericanos. La oficina de Estadísticas acaba de publicar su informe anual, que registra un incremento de 2,6 millones de nuevos pobres, que ahora son 46,2 millones: el número más alto en los 52 años de estadísticas de Instituto. De estos, 20,5 millones están en condición de extrema pobreza. Y si gana las elecciones el Partido Republicano, se suprimirán los subsidios sociales, como los cupones de comida, que es de lo poco que ha quedado.
Una bomba de neutrones se está abatiendo sobre los países ricos. Una bomba que destruye a la gente, pero deja las infraestructuras en pie. Hoy en día, la principal infraestructura del Norte no son las empresas, las carreteras o la agricultura: son las finanzas. Ya se empieza a hablar, en Estados Unidos de la década pérdida. Ojalá que se trate de una sola década. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).