IRENE, LOS ESTADOS  UNIDOS, Y EL CARIBE

Los que discuten de asuntos internacionales con los estadounidenses no tardan en descubrir que la sintaxis sufre una modificación fundamental, sin la cual no pueden comunicarse. El sujeto de la frase tiene que ser siempre ”Ëstados Unidos”. Si uno empieza, diciendo, China, India o Alemania, la atención del interlocutor es baja (quizá con la excepción de Israel). Es Estados Unidos el sujeto de toda construcción, con la excepción obviamente de elites culturales y de los que hacen negocios en el mundo.

Si uno se encuentra en el Caribe en la estación de los huracanes, esta ley sintáctica es tan evidente de resulta casi caricaturesca. Estos fenómenos se originan en la costa africana, inician como una depresión, se van cargando con fuerza en las aguas calientes del océano, pasan a ser tempestad tropical, y finalmente se transforman en huracanes. Es difícil prever su rumbo antes que lleguen al Caribe español (donde también está Haití). Despues están las Bahamas y desde allí pueden irse a Estados Unidos, al Golfo de México o desviarse hacia las Bermudas sin tocar territorio norteamericano, mientras otros lo embisten al norte de Florida.

Yo tomo mis vacaciones en San Salvador, en las Bahamas, conocida como la isla del descubrimentio porque aquí llegó Cristobal Colón, con una tripulación ya al borde de la rebelión
(de allá probablemnte el nombre), el 12 de Octubre de 1492. Es una isla del tamaño de Manhattan, pero menos poblada (1.200 personas) y está, como todo el Caribe, en una posible trayectoria de los huracanes.

La señal de la televisión de Bahamas no va más allá de la capital Nassau. Aquí todos miran la tv norteamericana y pueden observar la estación de los huracanes a través del Weather Channel, un canal dedicado solo a las previsiones meteorológicas.

Los huracanes que azotan a Estados Unidos pasan antes por Puerto Rico, Cuba o Hispaniola, la isla dividida entre la República Dominicana y Haití. Pese a que cuando los huracanes llegan a esta latitud, están siempre en eel momento de mayor fuerza (al pasar se debilitan, y se recargan camino a las Bahamas), el Weather Channel habla pocos minutos de ellos. Mas bien los menciona para alertar a los ciudadanos norteamericanos sobre los posibles peligros, y lo que pasa en estos países es presentado como un escenario para llamar la atención.

Lo que nunca se dice es que Cuba recibe más huracanes que Estados Unidos y dramáticamente más violentos. Sin embargo, hace años que no hay un solo muerto por huracanes en Cuba. Esto se debe a que no hay un país con un servicio de información y prevención tan desarrollado como el cubano.

Cuando el itinerario previsible de un huracán incluye Estados Unidos, la situación cambia totalmente. Todas las cadenas de televisión dedican programas durante las 24 horas, y los que en la Bahamas no hemos recibido prevención ni atención, podemos mirar por horas la situación en la superpotencia.

Se puede decir que es obvio que esos canales se ocupen de lo que pasa a sus conciudadanos, no de los cubanos, dominicanos o haitianos. Excepto que Puerto Rico es territorio norteamericano, y no merece mayor atención.

Pero no es este el quid de este testimonio. Es que cuando los huracanes pasan por aquí, son vistos como actos de la naturaleza, se vive con ellos. Irene pasó por San Salvador a las 4 de la tarde del 24 de agosto, y se quedó hasta las seis de la manana del 25. Erradicó árboles, tumbó postes de electricidad y de teléfonos. En mi casa cayó un gran árbol en el techo y
y se rompió el sistema de riego del jardín. Algo semejante sucedió en las otras islas, y en Providence Island, dove está la capital, Nassau, y viven 120.000 personas. Era un huracán de categoria 3, que avanzaba a 200 kilómetros por hora. En República Dominicana arrojó mucha lluvia, y en mi isla 25 centímetros. Al día siguiente, las islas afectadas ya estaban con electricidad y con daños modestos. (Esto no quiere decir que el paso de un huracán sea un paseo. Y si es de categoria 4 o 5, es realmente peligroso).

Cuando Irene llegaba a Estados Unidos, ya estaba previsto que bajara a categoría 2, y llegó como categoría 1. Vientos de cien kilómetros por hora. Y sin embargo, Estados Unidos se movilizó como para una invasión. Fueron evacuadas más de un millón de personas. Obama declaró en cadena nacional que se trataba de un huracán “histórico”. Bloomberg, el alcalde de New York, para no quedar atrás, prácticamente paralizó toda la ciudad. Ban Ki Moon cerró las Naciones Unidas, lo que hubiera podido evitar si la organización internacional se hubiera quedado en San Francisco, donde nació. Muchos creen que si lo hubiera hecho la ONU habría estado más abierta hacia Asia, y menos condicionada por los países del Atlántico.

El balance es muy pesado: 15 muertos, 4 millones de personas sin luz, y se habla de daños por varias decenas de miles de millones de dólares. En Europa ha habido tempestades con vientos más violentos y el balance nunca se ha acercado a estas dimensiones. De este modo se descubre que las normas edilicias en Estados Unidos son poco severas, ya que el lobby de la construcción (uno de los más poderosos), ha logrado oponerse a nuevas reglas…para no encarecer los costos. En Estados Unidos es todavía posible construir con madera y yeso, algo que aquí está totalmente prohibido. También se descubre que las infraestructuras, sean públicas (como puentes o caminos), o privadas( como las compañías de electricidad y telefónicas), son muy viejas y construidas con el menor gasto para obtener la mayor ganancia. Y ahora, con los recortes de presupuesto, los Estados tendrán que reducir los presupuestos de manutención y modernización, para no hablar de las empresas privadas.

No queda sino desear que no haya más huracanes, ni siquiera de categoría 1. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).

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