SOMALIA: Hambruna y sed de enseñanza

A Jamaal Abdi, un niño de ocho años del campamento de Badbaado en las afueras de Mogadiscio, le gustaría estudiar. Tiene sus propios sueños para el futuro.

Madres hacen fila para llevar a sus hijos a chequeos médicos en Badbaado. Crédito: Abdurrahman Warsameh/IPS
Madres hacen fila para llevar a sus hijos a chequeos médicos en Badbaado. Crédito: Abdurrahman Warsameh/IPS
Pero desde que él y su familia llegaron éste, el mayor campamento para los desplazados de la sequía y del hambre en el sur somalí —y donde ya hay casi 30.000 personas, la mayoría mujeres y niños—, no tienen otra cosa que hacer que sentarse y ver pasar el día.

"Mis amigos me enseñaron a escribir mi nombre. Ahora simplemente me quedo en el refugio sin hacer nada. Deseo estudiar porque quiero ser doctor cuando crezca, un buen hombre que ayude a las personas, a los enfermos", dijo Abdi a IPS, mientras jugaba con otros niños frente a la tienda de su familia.

Aparte de algunas pocas escuelas islámicas informales, donde a los niños se les enseña a memorizar el Corán, la educación en el campamento es casi inexistente, ya que las agencias de ayuda priorizan la alimentación y la salud de los afectados por el hambre.

Y en el resto del país la situación no es diferente. Una rápida evaluación hecha por el Grupo de Educación, co-dirigido por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la organización Save the Children, alertó que el número de niños y niñas fuera de la escuela, especialmente en el sur y centro del país, podría duplicarse.
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El informe indicó que unos 200.000 niños y niñas en edad escolar abandonaron sus hogares para trasladarse a otros sitios en busca de alimento.

Durante más de 20 años, sólo 30 por ciento de los niños y niñas somalíes han podido asistir a las aulas. Es la tasa de matriculación más baja del mundo, y contrasta fuertemente con la de la vecina Kenia, de 92 por ciento en escuelas primarias.

Sin embargo, la educación primaria en Kenia es gratuita a diferencia de Somalia, y muchos niños reciben apoyo financiero de sus comunidades para acudir a clases.

Pero en septiembre, cuando reabran las escuelas somalíes, el número de niños que se espera asistan será inferior al ya bajo 30 por ciento. Para evitar esto, el informe estimó que se necesitarían más de 20 millones de dólares el próximo mes para una intervención de emergencia.

"Los fondos recibidos hasta ahora son insuficientes, mientras que las brechas de financiamiento han alcanzado sus niveles más altos en los últimos cuatro años", informó Unicef.

A pesar de las duras condiciones climáticas y los conflictos en el país, los somalíes han demostrado que saben valorar la educación. Antes de la hambruna, los ciudadanos administraban por su cuenta las escuelas ante la ausencia del gobierno en medio de la guerra civil.

"Las escuelas en Somalia son administradas por las comunidades, ya que no hay Ministerio de Educación. Con el apoyo de organizaciones humanitarias, dan incentivos a los maestros y donan fondos para administrar programas escolares", explicó Lisa Doherty, especialista en educación de Unicef y administradora de la Capacidad Integrada de Desarrollo para las Administraciones de Educación en el Sur Somalí.

La mayor parte del apoyo de la comunidad internacional se ha traducido en asistencia médica.

Pero, según Doherty, deben atenderse todas las necesidades de los niños, y la educación es importante. Rozanne Chorlton, representante de Unicef en Somalia, subrayó que la enseñanza era un componente clave en cualquier respuesta de emergencia.

"Las escuelas pueden convertirse en un lugar para que los niños aprendan, accedan a atención médica y reciban otros servicios vitales. Brindar oportunidades de aprendizaje en ambientes seguros es fundamental para la supervivencia y el desarrollo de los niños, así como para la estabilidad a largo plazo y el crecimiento del país", dijo Chorlton en una declaración.

Organizaciones humanitarias están instalando escuelas en algunos campamentos.

"Solo en Unicef estamos apoyando 155 escuelas en campamentos para desplazados, que por el momento benefician a 37.000 estudiantes, 40 por ciento de los cuales son niñas", dijo Doherty.

Hay planes de extender esta ayuda. Mientras, los salones de clase están siendo usados para la psicoterapia de niños y padres afectados por experiencias traumáticas.

El ex maestro Burham Mohamed, también víctima de la sequía y el hambre, opinó que el campamento de Badbaado debía cambiar.

Esos niños "crecerán sin nada y serán una carga más grande para la sociedad si la educación nunca es hecha parte de los esfuerzos humanitarios", dijo a IPS.

Este padre de cuatro niños fue maestro en una escuela privada en la provincia de Baja Shabelle, una de las cinco áreas donde la Organización de las Naciones Unidas declaró hambruna.

Vive en el campamento desde hace dos meses. Cuando llegó, intentó buscar trabajo como maestro, pero no encontró escuelas. Así que enseña por sí solo a los niños, aunque cree que no es la forma adecuada.

"Salvar vidas siempre debe ser una prioridad, pero educar a los niños e incluso a los adultos previene crisis similares en el futuro", sostuvo.

La mayoría de los niños y niñas saludables merodean por Badbaado sin nada qué hacer. Muchos dijeron a IPS que asistirían a una escuela si tuvieran la oportunidad.

Mientras, varios padres en el campamento dijeron que educar a sus hijos era una prioridad tan importante como alimentarlos.

Muna Ali, madre de ocho, lamentó que ninguno de ellos pudiera ir a la escuela.

"Realmente me gustaría educar a mis hijos una vez que estén bien alimentados, y creo que esa es la única forma de vencer la pobreza en nuestras comunidades. Seré la primera en enviar al colegio a mis hijos si también pueden comer allí", dijo mientras llevaba a uno de ellos a un chequeo médico.

"Nuestros hijos están hambrientos de comida y de educación", añadió.

* Con aporte de Abdurrahman Warsameh, en Mogadiscio.

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