UN TARDÍO PERO HISTÓRICO RECONOCIMIENTO AL TRABAJO DOMÉSTICO

Para millones de mujeres de todo el mundo se acaba de cumplir un histórico paso adelante. Desde el 16 de junio las trabajadoras domésticas han logrado que el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Trabajo Doméstico se presente a todos los gobiernos para ser ratificado y convertido en ley.

Juana Flores, miembro de Mujeres Unidas Activas en San Francisco, dijo que con esta decisión de la OIT, “las trabajadoras domésticas, por primera vez, no serán más invisibles ni ignoradas.” Bajo este convenio tendrán la libertad de asociarse y de pactar colectivamente. Además, declara la abolición de todo trabajo forzado, compulsivo e infantil y protege a los trabajadores inmigrantes al exigir de los empleadores la suscripción de contratos de trabajo por escrito y ejecutables. Ahora toca a los gobiernos tomar medidas para asegurar que los trabajadores domésticos reciban igual tratamiento que todo trabajador regular, por ejemplo en el pago de horas extra, vacaciones y salarios mínimos.

Esta victoria fue el resultado de un increíble esfuerzo organizativo de las trabajadoras más explotadas actualmente, que sufren múltiples tipos de opresión, como mujeres, como integrantes de minorías raciales y étnicas y de pueblos indígenas o como inmigrantes. Su trabajo es considerado generalmente como no calificado y por lo tanto deben trabajar largas horas en difíciles e inseguras condiciones, son mal pagadas y no tienen cobertura de seguridad social. Muchas de ellas, en particular las inmigrantes, son vulnerables ante diversos peligros, como los del tráfico de personas, los abusos sexuales, físicos y psicológicos. A pesar de su aislamiento, las trabajadoras que impulsaron este convenio se organizaron a nivel local, construyeron alianzas dentro de sus países y regiones y luego formaron la International Domestic Workers Network, que hizo llegar sus demandas a la OIT.

El trabajo doméstico está entre las más antiguas e importantes ocupaciones femeninas. Tiene sus raíces en el comercio global de esclavos, el colonialismo y otras formas de servidumbre. En la economía globalizada actual varios factores hacen indispensable para la economía el trabajo doméstico. Una parte importante y creciente de la población femenina trabaja fuera de su hogar. Empero, pocos gobiernos tienen políticas públicas que ayuden a las mujeres a conciliar su trabajo y su vida familiar y se reducen cada vez más los servicios para el cuidado de los niños y las familias. Estos factores han provocado el incremento de la demanda de trabajadoras domésticas que asuman los quehaceres domésticos de modo de permitir que otros millones de mujeres trabajen fuera de casa.

El reconocimiento del trabajo doméstico tiene una significativa relevancia en el continente americano, donde suma más de 10 millones. En 1988, grupos de trabajadoras domésticas de 11 países se reunieron en Colombia para formar la Confederación de Trabajadoras Domésticas de América Latina y El Caribe. Desde entonces, han ejercido presiones sobre sus respectivos gobiernos y donde se tuvo más éxito fue en Uruguay, que tiene desde 2006 la legislación más avanzada en materia de empleo doméstico pues lo coloca en pié de igualdad con el resto de la fuerza laboral. En 2009, Chile aprobó una ley para reglamentar el trabajo doméstico y gradualmente hacer que los salarios se equiparen al monto del salario mínimo nacional. Guatemala también creó un programa para suministrar a las trabajadoras domésticas servicios para el cuidado de la salud. Aunque casi todos los países americanos establecen un salario mínimo para las trabajadoras domésticas, éste tiende a ser más bajo que el salario mínimo para los otros trabajadores.

Incluso en Estados Unidos, las trabajadoras domésticas obtuvieron significativas victorias. Según Robert Shepard, del Departamento del Trabajo estadounidense, “la mayoría son mujeres y jóvenes, a menudo integrantes de poblaciones inmigrantes que trabajan en aislados lugares de labor…, son vulnerables ante muchas formas de explotación, desde el no pago de salarios hasta el tráfico de personas.” En 2010, la organización Domestic Workers United logró aprobar en Nueva York una Declaración de Derechos de las Trabajadoras Domésticas, la primera ley de este tipo en Estados Unidos. Su éxito encendió la chispa de similares esfuerzos en otros estados, por ejemplo en California.

Tan efectivo como la campaña internacional conducida por las trabajadoras domésticas para la adopción del Convenio de la OIT ha sido el impacto del proceso de organización y de construcción de alianzas de las propias trabajadoras para crear sus propios espacios de resistencia popular contra las condiciones de opresión, explotación y violencia. Ellas han inspirado a millones de otras mujeres alrededor del mundo para que, pese a las barreras que deben vencer, puedan lograr transformaciones sociales, económicas y políticas por medio de movimientos colectivos. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Erika Guevara Rosa es directora del Programa Regional de las Américas y Christine Ahn es analista jefa de Política e Investigación del Fondo Global para Mujeres.

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