Periódicos de la calle: refugio para asilados

Las razones por las cuales personas se convierten en vendedores de diarios callejeros son muchas y diversas. Algunas no tienen hogar, otras sufren de problemas mentales o físicos. Y otras lo hacen sencillamente porque la tarea les brinda la protección que necesitan.

Isaac Nwankwere escapó de Nigeria y ahora vende el periódico Augustin en Austria. Crédito: Mario Lang/Augustin
Isaac Nwankwere escapó de Nigeria y ahora vende el periódico Augustin en Austria. Crédito: Mario Lang/Augustin

Diarios de la calle de todo el mundo han recibido a extranjeros que corren peligro en sus países de origen, con o sin el estatus oficial de refugiados.

A Marian Oshoshor no le gusta hablar sobre las razones por las que llegó a Austria. Esta nigeriana vendedora de periódicos callejeros está contenta y animada. Prefiere hablar sobre sus clientes y cuánto ha mejorado su alemán desde que llegó.

Incluso ofrece cantar, porque «si tienes un corazón apesadumbrado, la música es el mejor remedio», dice. Oshoshor, quien aún recuerda cuán delgada era al llegar en 2004, tenía serias razones para abandonar su Nigeria natal.

Creció en una familia de la etnia Yoruba en el delta del Níger, que dependía de la agricultura y de la pesca para vivir. Cuando llegó el momento, Oshoshor supo que sería sometida a la llamada circuncisión femenina, ya que ninguna joven de su aldea se había librado de esa práctica. Tenía miedo porque sabía que muchas jóvenes habían muerto durante el procedimiento.
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Le pidió a un periodista que la ayudara a escapar. No imaginaba entonces que terminaría trabajando también en un periódico.

Oshoshor está feliz de haber escapado, pero recuerda con dolor la reacción de las autoridades de asilo austriacas cuando arribó: «No me creían. Pensaban que mentía», dijo.

Tapiwa Chemhere tiene una historia diferente, una de violencia y pobreza, pero se mantiene un factor común: el miedo. Él escapó con su familia de Zimbabwe en 2005. «Yo vivía en la ciudad, pero era muy violenta. Estabas obligado a apoyar al partido principal, y si no lo hacías te ponían una bomba en tu casa o te mataban», contó.

La madre de Chemhere decidió que ya no era seguro para ellos quedarse en Zimbabwe y escapó con sus cuatro hijos a Australia. Su historia no es nada excepcional: la crisis económica y el régimen represivo del presidente Robert Mugabe han disparado una ola de refugiados zimbabwenses.

Se estima que 3,4 millones de zimbabwenses, un cuarto de la población, huyeron del país a mediados de 2007.

Pero mudarse de nación no es solución mágica para todos los problemas. Muchas personas han tenido que luchar mucho antes y durante su trabajo como vendedores de periódicos callejeros.

A Oshoshor le dijeron que, siendo una mujer negra en Austria, tenía pocas opciones para hacer dinero. «Todas las personas a las que le pregunté cómo podía sobrevivir aquí me dijeron: ‘Tienes dos alternativas, prostituirte en Prater o en la estación occidental’. Pero vender mi cuerpo no era una opción para mí», señaló.

Los problemas de Isaac Nwankwere comenzaron justo cuando llegó a Austria. Escapó de Nigeria, intentando huir de un tío violento. Una iglesia local lo ayudó a salir del país llevándolo como polizón en un barco.

Nwankwere, quien entonces tenía poco conocimiento del mundo, no sabía bien a dónde se dirigía. «Me dijeron que iba a Austria, sólo que yo no lo diferenciaba bien de Australia. Pensé que iba a Australia», contó.

Si bien el país europeo era muy diferente de lo que se esperaba, sin playas ni rugby, Nwankwere estaba feliz de encontrarse en Europa. Pero adaptarse a la forma de vida austriaca fue un desafío durante su primer periodo como vendedor de periódicos de la calle.

«Cuando comencé a vender el Augustin (diario de la calle), siendo un hombre negro en un país de blancos, todo era diferente de lo que había visto en África. Me acercaba a mis clientes de la forma en que solía hacerlo en Nigeria. Los presionaba mucho. Después de dos o tres quejas, cambié de comportamiento. Desde entonces no he recibido más críticas», indicó.

Hoy Nwankwere tiene un problema diferente: aún es soltero. «Simplemente no puedo creer que haya estado en Viena tanto tiempo y todavía no tenga una novia. Todas las mujeres en Austria están con alguien», lamentó.

No obstante, está agradecido por el afecto que recibe de sus clientes. «Quiero agradecer a mis clientes. Si supiera sus nombres los nombraría uno por uno. Los austriacos son gente muy, muy amable. ¡Un gran agradecimiento a Augustin también!», dijo.

Oshoshor, quien trabaja para el mismo periódico callejero, comparte ese sentimiento. La nigeriana se refiere a sus clientes regulares como su «familia». Y tiene razones para hacerlo. «Un hombre me trae té casi todos los días porque me dice que debo protegerme del frío», contó.

Tiene casi 10 pares de guantes en su casa, porque las personas asumen que las africanas son más vulnerables al frío. Un cliente una vez la invitó a su fiesta de cumpleaños porque cumplían el mismo día, y un maestro le dio lo que ella definió como el «mejor regalo»: le pagó lecciones de alemán.

En el otro lado del globo, Chemhere tomó contacto con el periódico de la calle The Big Issue Australia, y pronto comenzó a vender la publicación. Él contó que los clientes los ayudaban a afrontar momentos difíciles.

«Trabajo para mis clientes… Me gustaría agradecerles por ayudarme. A veces, si hablas con alguien cuando vendes un periódico de la calle, te anima mucho».

* Publicado en acuerdo con Street News Service.

 

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