MUJERES-ZIMBABWE: Ahorrando juntas por el techo propio

Todos los meses, la zimbabwense Cynthia Dube y las otras nueve mujeres de su cooperativa se aseguran de vender suficientes ropas y electrodomésticos para aportar 100 dólares cada una a sus ahorros conjuntos, mientras sueñan con construir sus propias casas.

Cuando el dinero les alcance, comprarán un predio para cada integrante de la entidad. Y finalmente se ayudarán entre sí a edificar sus viviendas.

La inestable economía de Zimbabwe vuelve casi imposible que una trabajadora sea dueña de una casa. Expertos de la industria señalan que el mercado de la vivienda sobrevive en base al dinero de los zimbabwenses que viven y trabajan en el exterior, así que las mujeres de esta cooperativa tienen la oportunidad de su vida.

Este grupo de comerciantes fronterizas ha formado una cooperativa de ahorro para cumplir sus sueños. Y para ello no tienen que vivir y trabajar en el exterior.

"Decidimos juntar nuestras ganancias para comprar los terrenos primero, y después nos ayudaremos entre nosotras a construir las casas de nuestra elección", dijo Dube, ideóloga del proyecto.
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Las 10 mujeres se han sumado a las filas de la clase media de Bulawayo. Se ganan la vida comprando ropa y electrodomésticos en Sudáfrica y Botswana para revenderlos en su sudoccidental ciudad.

Gracias a su emprendimiento, muchas de ellas pueden darse el lujo de asumir ceremoniales que antes se asociaban con un empleo formal próspero, por ejemplo tener vehículos y enviar a sus hijos a buenas escuelas.

"A la gente común siempre le resultó difícil poseer una casa, pero nosotras pensamos que con el dinero que somos capaces de ganar en un mes bueno era sabio invertir en algo permanente, y entonces nos decidimos por los terrenos y las casas", explicó Dube.

Cada una de las 10 mujeres aporta 100 dólares mensuales, suma que se destinará a la compra del predio situado en un área residencial a elección de la beneficiaria.

Los precios de los terrenos para vivienda en Bulawayo oscilan entre 1.000 dólares en las áreas de alta densidad demográfica y 5.000 dólares en las de baja densidad.

"Si una integrante busca edificar donde el precio de los terrenos supera el aporte de la cooperativa, cubre la diferencia por su cuenta, pero cuando se completa el ciclo de compra de predios nosotras canalizamos los fondos hacia la construcción de la casa", dijo Dube.

Muchos envidian este acuerdo en una economía donde los sueldos de maestros y enfermeros están estancados. La contribución mensual de 100 dólares que efectúan las integrantes de la cooperativa representa alrededor de la mitad del salario de un empleado público.

"Esto ha hecho que algunas de nosotras trabajemos más duramente", dijo Sithandazile Nxumalo, de la cooperativa.

"Estamos en un negocio donde no todos los meses ofrecen los mismos retornos, así que una tiene que trabajar el doble para asegurarse de no retrasarse en los aportes", explicó.

Las cooperativas de vivienda tienen una presencia histórica en Bulawayo, pero ha sido prácticamente imposible sostenerlas y mantenerlas activas, a causa de los magros ingresos.

Sin embargo, con el crecimiento del sector informal, que se ha convertido en la mayor fuente de empleo del país, las cooperativas están resurgiendo lentamente.

Thomson Mhashu, analista de propiedades y agente de bienes raíces, dijo que la recolección de recursos financieros por parte de individuos brinda esperanzas a los posibles propietarios de viviendas.

"Con el paso de los años hemos visto fracasar cooperativas de viviendas formadas por personas que no tenían una fuente estable de ingresos en medio de enconadas luchas internas. Pero pienso que lo que sostendrá a estas mujeres es el hecho de que se dieron cuenta de que tienen una fuente constante de dinero", declaró.

"Esto funcionará mientras haya transparencia en las finanzas", agregó Mhashu.

Como muchos aquí que desconfían de los bancos a la hora de ahorrar, esta cooperativa no tiene ninguna intención de depositar sus ganancias en esas instituciones.

"Hemos discutido antes (si abrir o no una cuenta bancaria), pero ninguna de las integrantes ve ningún motivo para hacerlo, dado que no guardan su propio dinero en el banco", explicó Dube.

Según Dube, una de las mujeres guarda el efectivo en un lugar seguro, y otra guarda las llaves.

"Por supuesto que a todas nos preocupa que el dinero se use mal. Pero pensamos que este arreglo funciona porque dos (miembros) tendrán que (ponerse de acuerdo) para acceder al dinero", dijo.

Hace muy poco, el ministro de Finanzas Tendai Biti acusó a los bancos de "despilfarrar el dinero de los depositantes", y esto no ha ayudado a iniciativas como esta cooperativa de vivienda, que de otro modo se beneficiaría de los intereses derivados de sus ahorros.

"Es un hecho sabido que los bancos no nos darán préstamos de vivienda, así que ¿por qué colocar su dinero allí?", planteó Dube.

Mhashu dijo estar sorprendido por la inventiva que ha surgido de las dificultades económicas del país.

"Si varias personas pueden juntar su dinero para construir sus propias casas, esto seguramente debe ser motivo suficiente para que otros financiadores aporten su ayuda", opinó.

"Es triste que nos hayamos convertido en un país donde solamente las personas que trabajan en el exterior puedan comprarse casas", agregó.

Mientras el país se embarca en una campaña masiva de indigenización, existe la preocupación de que mujeres como Dube, que tienen las habilidades y la determinación de mejorar su suerte, queden rezagadas de todos modos.

A comienzos de este año, la presidenta de la Organización de Empresarias Indígenas, Jane Mutasa, lamentó que las mujeres todavía no tengan acceso a recursos financieros. Las regulaciones sobre indigenización, que aspiran a beneficiar a la población pobre, no impulsan la participación femenina en la economía dominante, declaró a los medios estatales.

Pero el esfuerzo de mujeres como Dube y sus socias de la cooperativa ha permitido que su modesto éxito continúe contribuyendo a la economía local.

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