El mundo tiene arreglo:
1) Si se consolida la democracia y los políticos llevan las riendas en lugar de ceder a la presión de las instituciones financieras, sustituyendo una economía basada en la especulación por otra basada en el conocimiento.
2) Si se disminuyen las inversiones en armas y gastos militares y se destinan más fondos al desarrollo global sostenible, aumentando considerablemente el número de personas que se beneficien del progreso.
3) Si se termina enérgicamente con los paraísos fiscales y se ponen en práctica, de una vez, los mecanismos de financiación alternativos como las tasas sobre transacciones electrónicas.
4) Si se termina, también de una vez, con los grupúsculos plutocráticos del G-7, G-8, G-20… impuestos por los «globalizadores» y las Naciones Unidas se refuerzan y dotan de los medios para cumplir sus misiones de seguridad territorial a escala mundial; de hacer respetar el Derecho Internacional; de incluir a la Organización Mundial del Comercio y hacer que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional cumplan sus misiones fundacionales; de interponer rápidamente los cascos azules, en lugar de ser testigos impasibles de genocidios y violaciones masivas de los derechos humanos; si se coordinan las acciones de los cascos rojos, especialmente preparados para reducir el impacto de catástrofes naturales o provocadas…
5) Si se adopta la decisión de que, de la noche a la mañana, las drogas no valgan nada, hallándose disponibles en todas partes y a precios módicos, como sucede con el alcohol y el tabaco. Esta «legalización» iría acompañada, como procede, de una campaña de disuasión en todos los medios de comunicación, docentes, etc. y del tratamiento de los adictos, para su recuperación, clínicamente.
6) Si en todo el mundo los ciudadanos, conscientes del poder que les confiere la participación no presencial, deciden dejar de ser receptores resignados y pasan a la acción.
El fracaso de quienes han pretendido sustituir el multilateralismo guiado por los derechos humanos y los principios democráticos- por el gobierno de unos pocos orientado por el mercado, ha sido estruendoso. Pero pretenden seguir igual, imponiendo una economía de especulación y de guerra valiéndose de un poder mediático inmenso y unas instituciones evaluadoras que no supieron alertar cuando las burbujas pero que ahora alarman en favor de los grandes mercaderes.
Las mismas recetas sin que les importe el sufrimiento, los desgarros sociales, el miedo que atemoriza a tantos y tantos seres humanos en todo el planeta. Mercado, mercado y política exterior y de defensa como siempre, porque unos pocos están para mandar y el resto para obedecer.
Después de las grandes guerras, siempre hubo ideales, siempre hubo utopías y esperanza de iluminar los caminos del mañana con la paz, con la igual dignidad humana, con la convivencia armoniosa. Porque unos valores indiscutibles justicia, libertad, fraternidad- movilizaban y daban sentido a la vida de muchos ciudadanos.
La gran diferencia con la situación actual es el vacío espiritual, intelectual, anímico, que rinde y paraliza a mucha gente, porque han pretendido y en buena medida conseguido- que todo el espacio se llene de entretenimiento, de bienes materiales, de pasatiempos de personas dóciles y resignadas, que permiten que su vida discurra a golpe de acontecimientos supranacionales, que se presentan inexorables.
¿Hasta cuando seguirá la mayoría de la población mundial dejando, impasible, que las cosas sucedan como siempre? Creo que ya no será por mucho tiempo. Porque la nueva tecnología de la comunicación permite la progresiva participación de la gente, hoy espectadora, y empezarán a formar la red global que tanto a escala mundial como local fortalecerá la democracia genuina, la transición desde una cultura de imposición, violencia y guerra a una cultura de diálogo, conciliación y paz; desde una estrategia de seguridad exclusivamente territorial a la de una seguridad alimenticia, sanitaria, frente a las catástrofes; desde una economía de mercado a una economía global sostenible
El mundo tiene arreglo. Pero no será el G-20 de la «solución Bush» el que resolverá los problemas del mundo. Ni «rescatando» a banqueros irresponsables con dinero público. Ni deslocalizando la producción por «codicia añadida». Ni invirtiendo miles de millones en artefactos de defensa y seguridad propios de confrontaciones pretéritas. Ni permitiendo que el mercado siga prevaleciendo sobre la justicia social. Ni permitiendo el bochorno de los paraísos fiscales. Ni manteniendo a la gente distraída y obcecada en los nuevos circos reales y virtuales del siglo XXI.
Ni con fórmulas de ayer se resolverán los retos de hoy y de mañana.
Será con imaginación. Será inventando el futuro.
Será aplicando soluciones preconizadas por gente fiable: «En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento» (Albert Einstein). Y otra: «Todo cambio es posible… Ningún desafío se halla fuera del alcance de la creatividad humana» (John F. Kennedy). José Monleón, en su excelente ensayo sobre «Crisis, cultura y democracia» cita a Amin Maalouf cuando escribe: «La Humanidad está haciendo frente a peligros previamente desconocidos, que requieren soluciones globales previamente desconocidas».
El por-venir, me gusta repetirlo, está por-hacer. Un mundo nuevo a la altura de la dignidad humana podría, por fin, construirse en los albores del siglo XXI. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO, Presidente de la Fundación Cultura de Paz y Presidente de la agencia IPS. Esta columna es parte textual de su último ensayo Delito de Silencio (Editorial Comanegra).