En un espacio abierto cerca de su casa en Makoko, un hacinado suburbio de esta sudoccidental ciudad nigeriana, Latifat Agboola atiende a sus clientes en medio de sacos de carbón vegetal. Puede parecer un trabajo sucio, pero ella está orgullosa de ser una empresaria en ascenso.
Hace menos de un año, Agboola, de 35 años, atendía un comercio ajeno, pero instaló su propio negocio en septiembre, luego de obtener un préstamo de 130 dólares de la sociedad cooperativa Gumi, en su barrio.
"Fue un mal comienzo porque quedó muy poco dinero para el negocio real, ya que la mayor parte fue para registrarme en la asociación de vendedores de carbón vegetal", dijo a IPS.
"Solamente podía comprar un saco de carbón por vez y revenderlo en pequeños paquetes", recordó.
Agboola de todos modos logró avanzar. Para enero ya había pagado el préstamo y solicitaba otro, de 200 dólares. "El segundo préstamo aportó los fondos necesarios para mejorar el negocio, pude comprar mucho más carbón, así que mis ganancias aumentaron", dijo.
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En una buena semana llegó a ganar 60 dólares, su salario mensual cuando trabajaba como vendedora en la tienda de otro.
"Con un mejor ingreso ya no tengo que pedir dinero a la gente, ahora puedo comprar lo que quiero y comer lo que quiero en cualquier momento. Pero cuando era asistente en aquel comercio tenía que esperar a fin de mes para poder gastar dinero", señaló.
Asistencia mutua
Fue la cooperativa local de ahorro y crédito Gumi la que prestó el dinero a Agoola. La entidad recauda fondos entre sus miembros, y para conceder préstamos cobra apenas 15 por ciento de interés.
"La organización está integrada por mujeres que se dedican a pequeños negocios", dijo Tosun Jimoh, quien está al frente de la cooperativa.
Ésta extiende principalmente créditos modestos, de hasta 270 dólares, y sus integrantes pueden pagarlos en un plazo de seis meses. "No se necesita ninguna garantía, siempre y cuando puedan conseguir alguien que las avale y en quien podamos confiar", dijo.
La analista de temas de género Emem Okon, dijo que el rápido avance de Agboola es exactamente la clase de transformación que el microcrédito puede permitir en las vidas de mujeres pobres como ella.
"Allí donde el microcrédito se maneja de manera adecuada, ayuda a mejorar los ingresos de las mujeres pobres. Ya sea que se dediquen al comercio a pequeña escala o a la agricultura, les brinda el dinero que necesitan para comprar insumos", dijo Okon, quien lidera el no gubernamental Centro Kebetkache de Desarrollo y Recursos Femeninos, con sede en la sureña ciudad de Port Harcourt.
Agboola dijo que su decisión sobre cómo invertir el préstamo fue crucial para tener éxito. "El negocio del carbón vegetal es un trabajo sucio, y es por eso que muchas personas se resisten a él, pero el secreto es que es muy lucrativo si se tiene la determinación necesaria", sostuvo.
Esto se debe a que en Makoko abunda la pobreza y hay una gran densidad de población.
"Con la carestía del queroseno, muchos habitantes son demasiado pobres para cocinar con (otras clases de) hornos, por lo que el carbón vegetal es una alternativa muy barata para ellos", dijo Agboola.
"En este barrio hay una gran demanda de carbón, pero no hay nadie (más) que lo venda. Actualmente yo soy la única que lo vende aquí", aseguró.
Agboola ansía pedir otro préstamo para alquilar un local y comprar carbón en grandes cantidades, y así trabajar como distribuidora en vez de como vendedora. Sueña con ganar lo suficiente como para comprarse un terreno y construir una casa.
Crucial para la economía informal
"Los programas de microcrédito son importantes en Nigeria porque se ocupan de las necesidades de la vasta mayoría de la población pobre, que no tiene acceso a la banca formal", dijo a IPS el ex banquero Kwekwu Brown.
Esto se debe a que esas personas "no pueden cumplir con los estrictos requisitos bancarios, como contar con garantías y un historial de liquidez consistente, por lo que este sistema informal es la única opción que tienen cuando necesitan un préstamo", señaló.
El Banco Central de Nigeria reconoce el importante rol que juega el microcrédito en la economía informal. Los orígenes de esta práctica se remontan incluso a hace siglos en algunos lugares.
Apenas 35 por ciento de la población económicamente activa tiene acceso al sistema financiero formal, según el Banco Central, mientras que el restante 65 por ciento "a menudo recurre al sector financiero informal, como las instituciones de microfinanzas, los prestamistas de dinero y las cooperativas de crédito", señaló Brown.
Según Okon, "como sus oportunidades son limitadas, las mujeres constituyen un gran segmento de la población que no tiene acceso al sistema financiero formal".
A partir de su propia experiencia, ella sabe que a las dificultades que enfrentan estas mujeres se suman los muchos problemas que tienen a la hora de acceder a préstamos.
"Restringimos la membresía de Gumi a mujeres solamente, para que potencien sus posibilidades de obtener pequeños préstamos", dijo Jimoh.
Agboola, quien es madre de dos hijos y forma parte de un hogar polígamo, dice gastar una parte sustancial de sus ingresos en su familia.
Pero según Okon, utilizar fondos para mantener el hogar es un potencial problema para muchas mujeres que sacan microcréditos.
"La cultura es uno de los problemas. A veces a las mujeres se les niega ese tipo de préstamos por la creencia de que es menos probable que tengan éxito en cualquier negocio que emprendan, entonces las ven como un grupo de alto riesgo", dijo Okon.
El Banco Central dice tener como política el desarrollo de instituciones de microfinanzas a fin de "cubrir para 2020 a la mayoría de la población pobre pero económicamente activa, creando de este modo millones de puestos de trabajo y reduciendo la pobreza".