La población mundial alcanzará pronto los 7.000 millones y las decisiones que se tomen ahora tendrán un importante impacto en la vida del siglo XXI. Nuestro mayor desafío es el de satisfacer las necesidades de las actuales generaciones sin comprometer la capacidad de las futuras para satisfacer las suyas.
Acabo de visitar Etiopía, donde planteé a los ministros africanos de Finanzas la necesidad de invertir en salud y educación, especialmente para los jóvenes. Si se considera que alrededor del 70% de la población de África tiene menos de 30 años puede comprenderse la urgencia de asegurar que ellos puedan reivindicar su derecho a la salud, la educación y un trabajo decente.
El caso de Etiopía es un buen ejemplo de los desafíos que están enfrentando los países más pobres. Actualmente, Etiopía tiene aproximadamente la misma población que Alemania, pero a mediados de este siglo, según las proyecciones, será cerca del doble de la actual, mientras la de Alemania caerá en un séptimo. Etiopía y otros países en desarrollo se ven fuertemente presionados para mantener el paso con las inversiones requeridas para satisfacer las necesidades de sus crecientes poblaciones.
En 2010, el Guttmacher Institute estimó que costaría 182 millones de dólares anuales establecer una moderna planificación familiar para todas las etíopes que la quieran. De este modo habría un 1.500.000 embarazos no deseados menos, 340.000 abortos menos, 75.000 casos de mortalidad infantil menos y caerían en casi 1/3 las muertes maternales cada año.
Por el contrario, globalmente, 215 millones de mujeres que hubieran querido evitar o dilatar su próximo embarazo carecen de acceso a métodos modernos de contraconcepción. Cada día, mil mujeres en el mundo en desarrollo mueren por complicaciones en el embarazo o el parto; sus muertes causan una disminución en las perspectivas de supervivencia de los niños. Ninguna mujer debería morir al dar a vida un niño.
Cuando los padres se convencen de que sus hijos crecerán y se desarrollarán sanamente tienden a tener familias más pequeñas. Las tasas de natalidad más bajas por sí mismas no garantizan una mayor prosperidad pero hacen que los beneficios económicos estén más al alcance de los países. Asia Oriental recogió esta ventaja demográfica durante las décadas del 60, 70 y 80, y los índices de pobreza cayeron espectacularmente.
Un desafío primordial de este siglo es el de asegurar el bienestar y la dignidad de los actuales casi 7.000 millones de seres humanos y de los 2.000 millones más que se esperan para 2045 y al mismo tiempo proteger el complejo equilibrio de la naturaleza, de la cual depende la vida en el planeta.
La actividad humana está afectando todos los rincones de la Tierra, incluyendo su clima, y las naciones en desarrollo con recursos limitados sufren las peores consecuencias de las sequías, inundaciones, olas de calor y otros desastres relacionados con el clima. Las poblaciones en aumento, junto con el estrés ambiental, están poniendo a prueba los límites de la seguridad en materia de alimentos y agua potable.
El aprovechamiento del liderazgo de las mujeres y de los jóvenes es nuestra mejor esperanza para enfrentar los más urgentes desafíos mundiales.
Hoy en día, los jóvenes constituyen casi la mitad de la población mundial y el 60% de los países menos desarrollados. Invertir en los jóvenes, y especialmente en las adolescentes, es simplemente la más inteligente inversión que puede hacer un país. Ella comienza con cada muchacha adolescente. Educadas, saludables y preparadas técnicamente, serán ciudadanas activas en sus comunidades. Se convertirán en madres y estarán capacitadas para invertir más en la salud y la educación de sus futuros hijos.
De muchos modos, un mundo de 7.000 millones de personas es un logro extraordinario. Globalmente, la gente está viviendo más años y tiene vidas más saludables. La expectativa de vida a escala mundial se ha incrementado en 17 años desde principios de los años 60 y la proporción de las personas indigentes ha caído espectacularmente.
Pero las tendencias mundiales enmascaran amplias disparidades. Altos índices de fertilidad, así como de mortalidad y de privaciones, persisten en los países más pobres, que luchan para mantener el paso con las necesidades de sus crecientes poblaciones.
Ya es hora de invertir en capital humano para llenar esos vacíos y asegurar que toda mujer, hombre y niño pueda disfrutar de una vida saludable e iguales oportunidades. En un mundo de 7.000 millones de personas, y en aumento, tendremos que contar inevitablemente unos con otros. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Babatunde Osotimehin es Director Ejecutivo del Fondo de Población de las Naciones Unidas y Subsecretario General de las Naciones Unidas.