Me he opuesto a la utilización de la energía nuclear para la producción de electricidad desde que presté servicios entre 1975 y 1980 en el Technology Assessment Advisory Council, un consejo de asesoramiento tecnológico dependiente del Congreso de Estados Unidos. Incluso antes de eso me resultaba evidente que la fuerza nuclear era una temible tecnología militar que buscaba una “segunda vida” en el ámbito civil.
El plan de Dwight Eisenhower denominado “Átomos para la Paz” era la estrategia para subsidiar esta tecnología, que nunca fue económicamente viable. Se nos dijo entonces que produciría electricidad a bajísimo costo. Pero al público nunca se le dijo todo lo que había que decir: los riesgos para la salud y ambientales y que no existían planes para el almacenamiento de los desechos, que siguen siendo radiactivos durante siglos.
Extrañamente, para una sociedad tan dedicada al “libre mercado” como Estados Unidos, la energía nuclear fue la primera verdadera industria socialista, creada por el gobierno, a la que se le dieron subsidios de miles de millones de dólares y se le indemnizaba por todos los riesgos de accidentes gracias a la infame Ley Price-Anderson, que protege a los operadores de la energía nuclear ante cualquier tipo de responsabilidad y que es endosada a los contribuyentes y a las generaciones futuras. Las compañías privadas que operan plantas nucleares pueden obtener los lucros de esa actividad mientras que los riesgos son socializados.
Todavía no hay solución para el almacenamiento seguro y a largo plazo de los desechos nucleares. Estados Unidos tiene 71.000 toneladas métricas de esos desechos situados en piletas de agua al costado de la mayoría de los reactores. Éste parece ser también el caso en Japón con los reactores de Fukushima. Esos peligrosos desechos serán difíciles de transportar si es que alguna vez se encuentra un lugar seguro para depositarlos. Las plantas nucleares deben ser desmanteladas después de 25/30 años, aunque muchas de ellas, como las de los inutilizados reactores japoneses tienen casi 40 años de uso. Se estima que el costo del desmantelamiento equivale al de la construcción de las plantas.
Lo más importante es que hay ahora muchos buenos estudios (ver www.EthicalMarkets.com y www.greentransitionsscoreboard.com) que demuestran que las plantas nucleares no son necesarias. Un estudio -que calculó el total de las inversiones privadas desde 2007 en las fuentes de energía ecológicas y limpias en todo el mundo en más de 2 billones de dólares- muestra que una combinación de las inversiones en eficiencia energética de fuente solar termal, torres de energía y fotovoltaica (paneles de techo y nuevos tejados), así como de turbinas a viento y energía hidráulica y geotérmica, hace que estas tecnologías sean de costo competitivo no obstante los subsidios masivos otorgados a la energía nuclear y de combustibles de origen fósil.
No son sólo el viento y el sol las fuentes de energía más eficientes sino que también pueden ser instaladas y puestas en funcionamiento en unos meses, mucho antes que los 10 años que se tarda en promedio para construir una planta nuclear. Asimismo, está la disponibilidad de energía geotérmica, especialmente en Japón e Islandia, países que están en la confluencia de placas tectónicas.
La acusación fundamental contra la energía nuclear es que ¡la fisión es simplemente el más peligroso, estúpido y costoso medio para hervir agua! La electricidad es habitualmente generada por agua hirviente y su vapor es usado para que las turbinas produzcan electrones. El agua puede ser hervida mediante petróleo, gas, carbón, calor solar, energía eólica o geotérmica, que son los medios más simples empleados en la mayor parte de la Era Industrial. ¡Construir una vasta y costosa planta, desenterrar uranio y usar carbón para enriquecerlo y enviarlo por ferrocarril al reactor nuclear es el más engorroso y sin sentido modo de hervir agua¡
La energía nuclear tampoco puede ser de utilidad frente a los problemas del cambio climático a causa de sus costos, a pesar de que la industria la pregona como “libre de carbono”, lo que claramente no es cierto. Y por último, como lo sugiere Ervin Laszlo en su “Pacto con el Diablo” para Huffington Post y en su sitio www.burningissuesforum.com, la expresión “futuro nuclear” es un oxímoron y emplearla es irresponsable.
Una vez que todos los costos sociales, ambientales y los riesgos para la salud sean adecuadamente evaluados y se corten los subsidios nucleares veremos el error cometido por los gobiernos que han apoyado la energía nuclear. Después de Chernobyl, Three Miles Island y ahora Fukushima, y de los cientos de apenas evitados accidentes en centrales nucleares, muchos de ellos no informados, los economistas ya no serán capaces de llamar a esos costos “efectos externos” (¡un lapsus freudiano!) o de afirmar que lo ocurrido fue inesperado. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) La eeconomista estadounidense Hazel Henderson ( www.EthicalMarkets.com) es autora de Ethical Markets: Growing The Green Economy (2007) y coautora del ndice sobre calidad de la vida Calvert-Henderson ( www.Calvert-Henderson.com).