Todos los días, Susan Nkiwane recorre las polvorientas calles de esta sudoccidental ciudad de Zimbabwe y visita casa por casa. Es parte de un grupo de 12 mujeres que forman una red de apoyo a las víctimas de tuberculosis en su comunidad.
Las condiciones del barrio de Nkulumane, donde trabaja Nkiwane, son óptimas para la propagación de la enfermedad, que se transmite por aire sobre todo en áreas densamente pobladas y en espacios con poca ventilación.
La situación se ve agravada por el difundido temor de la comunidad a la enfermedad y el estigma que sufren los pacientes. La tuberculosis es asociada en Zimbabwe al síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Nkiwane conoce bien el sufrimiento silencioso de los hogares que visita. Muchas personas se resisten a la consejería y al tratamiento por temor al rechazo, y es común que oculten a sus familiares enfermos.
"La gente todavía tiene miedo", dijo Nkiwane. "Muchos todavía creen que si se hacen un examen de tuberculosis y descubren que padecen la enfermedad significa que además tienen VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida)".
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que las personas con VIH, al tener debilitado su sistema inmunológico, son más vulnerables a contraer otros males, como la tuberculosis. Pero, en las calles de Bulawayo, asociar invariablemente a ambas enfermedades dificulta los esfuerzos de prevención y de tratamiento.
Los dos males parecen nutrirse mutuamente. Infectarse con ambos virus incrementa la tasa de mortalidad, y los pacientes tienen más probabilidades de contagiar a otros.
No obstante, se pueden tratar con éxito, siempre y cuando se cumpla con el primer paso: el examen y el diagnóstico.
"Tenemos a algunos pacientes que, cuando les decimos que deben hacerse exámenes de tuberculosis, se quedan en su casa pues asocian esa enfermedad con el VIH, y viceversa", dijo la enfermera Feluna Nxumalo, de la Clínica Thorngrove contra la Tuberculosis, del Concejo Municipal de Bulawayo.
La OMS recomienda un paquete de medidas para controlar el VIH y la tuberculosis conocido como "las tres íes": la terapia preventiva con isoniazida, la intensificación de la detención y el control de la infección.
La estrategia consiste en seguir de cerca a las personas con VIH para detectar en forma temprana señales de tuberculosis. Esto les permite recibir adecuado tratamiento y disminuye las posibilidades de contagio.
La OMS también recomienda que todos los niños y adultos con VIH reciban isoniazida, medicamento barato contra la tuberculosis, como medida preventiva por entre seis y 36 meses, o más en sitios con alta prevalencia de ambas enfermedades.
Nkiwane y sus colegas trabajan en la clínica local de Nkulumane, que les provee guantes de látex y mascarillas para proteger su propia salud mientras hacen las rondas en los barrios.
"Le decimos a los miembros de las familias que eviten contactos innecesarios con pacientes, ya que la tuberculosis es altamente contagiosa en espacios cerrados, y sobre todo entre niños y niñas", señaló Nkiwane.
Otros aconsejan una completa cuarentena de los infectados, pero es una idea polémica ya que muchos arguyen que sólo sirve para incrementar el estigma. El apoyo y la atención de la familia es un factor importante del tratamiento.
El Departamento de Servicios de Salud de la Municipalidad de Bulawayo realiza campañas en toda la ciudad para crear conciencia sobre la enfermedad y revertir ideas que obstaculizan la prevención.
Incluso se educa en las clínicas a los propios pacientes sobre cómo prevenir contagios, utilizando mascarillas y ventilando las habitaciones.