Hasta el fin de la II Guerra Mundial el Mediterráneo fue el centro geoestratégico del mundo. Después, con la Carta Atlántica firmada por Roosevelt y Churchill y, más tarde, con el Tratado del Atlántico y la OTAN, creada en 1949 para contener la expansión del comunismo, el Atlántico ocupó, en importancia, el lugar del Mediterráneo. Por poco tiempo.
Sucesivamente, con la recuperación extraordinaria del Japón, la guerra de Vietnam, la emergencia de China y el desarrollo de la India, el Océano Pacífico comenzó a disputar la preminencia del Atlántico.
Inesperadamente, hoy la historia dió un nuevo y espectacular viraje, con el despertar de los pueblos del Magreb y del Cercano Oriente. ¿Se trata de una revolución múltiple? En algunos aspectos es una revolución completamente original, desencadenada por jóvenes, con acceso a las nuevas tecnologías informáticas que se concentraron en las calles y plaza de las ciudades para reclamar libertad, democracia, para decir basta a la corrupción y a los dictadores que los sojuzgaban desde décadas.
Como escribió Joschka Fischer, ex ministro de relaciones exteriores alemán "toda la región árabe-musulmana está tumultuosa", con varios barriles de pólvora listos para estallar, quizá con algunas excepciones como Arabia Saudí y Siria (por ahora, creo yo) mientras Israel y Palestina protagonizan otro conflicto que parece eternizarse y ha sido la razón de muchas violencias en el área.
Nótese que las rebeliones verificadas hasta ahora -excepto en Libia, un caso sui generis- no lanzaron consignas de odio contra Norteamérica, el imperialismo o Israel. No denotan un cuño religioso-islámico, ni radical ni moderado. Claman por valores y derechos universales y aspiran a nuevos horizontes de progreso particularmente para las jóvenes generaciones, más preparadas y sin embargo aquejadas por la desocupación, a la deriva.
En Libia estamos asistiendo a una situación particularmente grave y excepcional provocada por un loco furioso, Muamar Gadafi, que ordenó a su guardia pretoriana matar a los rebelados contra su poder. Es una especie de genocidio que terminará muy mal, quizá con el suicidio o la muerte del déspota. Éste ha sido abandonado por miembros del Consejo Revolucionario, militares, altos funcionarios y embajadores. Aquí en Portugal el representante deTrípoli dijo que "Nadie que lance mercenarios contra su pueblo merece mi lealtad" y llamó al régimen "fascista, tiránico e injusto", mientras su colega ante las Naciones Unidas reclamó una intervención contra Gadafi.
Pero persiste la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué sucederá después de la caida del dictador?
La misma pregunta se hace acerca de todos los Estados en que ya hubo levantamientos y los tiranos -militares o civiles, y hasta reyes de las teocracias existentes- accedieron a concesiones que, en algunos casos, moderaron a los manifestantes. Pero nadie conoce la respuesta, más allá de que la agitación proseguirá.
El Estado clave es sin duda Egipto, aunque no en el plano económico. Fue su ejército, aliado de Washington, el que ordenó la represión policial que al inicio de la revuelta causó numerosas muertes y que según pienso protegió la vida del ex Presidente Mubarak. ¿Cómo evolucionarán Egipto y sus poderosas fuerzas armadas? Pese a la promesa formal de que habrá "elecciones libres y justas" para la Presidencia y el Parlamento, todo el proceso continúa abierto. Por ejemplo, con un gobierno civil en El Cairo y con una presencia importante de los Hermanos Musulmanes en el nuevo Parlamento ¿podrán mantenerse las relaciones privilegiadas con Israel? Israel ha podido subsistir incólume -últimamente, con bastante arrogancia– gracias al poder del lobby hebreo estadounidense. Ahora, debe hacer una reflexión seria sobre su futuro, negociar con Palestina y quizá abandonar las colonias para sostenerse sin afrontar nuevos conflictos. En vez de la fuerza militar tendrá que emplear la inteligencia diplomática para dialogar. La persona para ello no es precisamente el actual Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Pero si quisiera mudar el rumbo, cuenta con la persona apropiada: el Presidente Shimon Peres, con una experiencia excepcional.
Otro problema grave existe en el Estado teocrático de Irán, intolerante y opresor, con un poderoso ejército y en camino de dotarse de armamento nuclear, donde la brutal represión contra las protestas son un pésimo augurio. Las manifestaciones no han llegado aún a algunos emiratos ni a la mayor potencia petrolera, Arabia Suadí, donde el rey, que es considerado inteligente y moderado, sigue atentamente la situación en toda el área.
En el frente occidental quien mejor reaccionó, con intervenciones rápidas y oportunas, en contraste con las pocas y tardías de la Unión Europea, fue el gobierno de Obama; contrariamente a sus adversarios republicanos, que persisten en la línea obsoleta de Bush, que resumo así: "los tiranos, cuando conviene a nuestros intereses, son siempre nuestros amigos". Este lema de realpolitik, en un mundo globalizado en el que los derechos humanos son fundamentales, no tiene sentido alguno. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Mário Soares, ex Presidente y ex Primer Ministro de Portugal