EL DOBLE DISCURSO DE LAS POTENCIAS NUCLEARES

El nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) entró en vigor el 5 de este mes. Se trata de un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos que pone en 1.550 la cantidad máxima de cohetes con ojivas nucleares que cada país puede desplegar en cualquier momento dado (había bajado de 2.200 a 1.700 bajo el anterior acuerdo). El tratado no afecta el número de ojivas que cada país puede poseer (estimado en 8.500 para Estados Unidos y de 11.000 para Rusia).

Este acuerdo ha sido saludado como una victoria por los partidarios del desarme, quienes afirman que aunque no avanza mucho sobre el desarme debería despejar el camino para reducciones reales y fortalecerá la relación entre las dos mayores potencias nucleares.

En realidad, el nuevo START contiene duras consecuencias: a cambio de su ratificación por el Senado estadounidense el gobierno de Barack Obama prometió 185.000 millones de dólares para la modernizar las armas nucleares durante 20 años. Del mismo modo, el Parlamento ruso aprobó el tratado sólo con la condición de que el gobierno invierta en “preservar y desarrollar la investigación y las bases necesarias, así como las capacidades de producción” de las fuerzas nucleares estratégicas.

En mayo 2010, los 189 Estados integrantes del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT) ­incluyendo Rusia y Estados Unidos- acordaron un plan de acción para avanzar en el desarme y la no proliferación nuclear que compromete a todos los miembros “a perseguir políticas que sean totalmente compatibles con el tratado y con el objetivo de lograr un mundo sin armas nucleares.” En 2005 y 2010, todos los Estados nucleares reconocidos por el NPT (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, también miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas) manifestaron su adhesión a la “tarea inequívoca” de lograr la eliminación total de sus arsenales nucleares. La obligación de desarmarse es un elemento central del propio NPT, que también exige poner fin a la modernización y a las inversiones en armas nucleares y obliga a los Estados a negociar el cese de la carrera armamentista.

Pese a esas obligaciones, todos los Estados nucleares están inmersos en planes para modernizar sus arsenales. La modernización de las ojivas estadounidenses existentes está en curso para extender su vida y otros programaas incluyen capacidades militares adicionales. Rusia, por su parte, está ocupada en modernizar los tres sectores de sus fuerzas nucleares: misiles balísticos intercontinentales, submarinos y bombarderos. En 2010, la Marina francesa desplegó un nuevo misil para ser lanzado desde submarinos, el M-51. Se anticipa que los misiles serán armados con nuevas ojivas nucleares en el curso de esta década. El Reino Unido ha pospuesto sus planes de modernizar el Trident, pero no ha descartado la idea. China está desplegando nuevos misiles móviles, una nueva clase de misil submarino y, según se dice, está incrementando el número de sus ojivas nucleares.

En cuanto a aquellos Estados no integrantes del NPT, nuevas informaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses indican que Pakistán ha expandido su arsenal durante los últimos años (de 90 a 110) y está incrementando su capacidad para producir más material fisionable para armas nucleares. De acuerdo con estimaciones, India está continuando con el desarrollo de una triada de fuerzas nucleares ofensivas y planea introducir varias mejoras, incluyendo misiles balísticos, submarinos atómicos dotados de misiles y posiblemente un misil crucero con carga nuclear. Se desconocen, en cambio, los planes de Israel para sus armas nucleares.

Las implicaciones de la modernización de los arsenales nucleares para la seguridad y la estabilidad internacionales, así como para el régimen de no proliferación, son graves. En la Conferencia de Revisión del NTP de 2010, la mayoría de los Estados no nucleares se quejó de la doble moral de las potencias nucleares, que buscan fortalecer los controles contra la proliferación al mismo tiempo que se ocupan de potenciar sus propios arsenales.

Mientras los líderes de muchas de las potencias nucleares han declarado su interés en buscar “un mundo sin armas nucleares”, sus presupuestos y políticas contradicen esa afirmación, lo que lleva a la frustración entre los Estados no nucleares y amenaza la integridad del propio NTP. Los países occidentales, que propician mayores restricciones en materia de tecnología nuclear para prevenir la proliferación, fueron incapaces de llevar adelante reformas, en gran parte porque la mayoría de los Estados no nucleares se niegan a aceptar más controles mientras los Estados nucleares continúan invirtiendo en sus arsenales y rechazan comprometerse en un proceso y en establecer una fecha límite para el desarme completo.

Los planes para modernizar los arsenales nucleares proyectan sombras amenazantes sobre el futuro cercano. Aunque algunos gobiernos y un amplio número de grupos de la sociedad civil tratan de iniciar negociaciones para una convención que disponga la prohibición de las armas nucleares, los estados nucleares parecen renuentes a participar en conversaciones multilaterales sobre desarme. Pero si se quiere eliminar el peligro de una guerra nuclear, el cese de los planes y de la construcción de una eterna amenaza nuclear debe concretarse más pronto que tarde. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Ray Acheson dirige Reaching Critical Will, un proyecto de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad que postula el desarme y el control de las armas nucleares.

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