Durante varios años, las campañas para el uso sostenible de los bosques tropicales en Ruanda simplemente ignoraban la realidad de personas como Pascal Segatashya. Pero un nuevo y ambicioso proyecto finalmente lo tomó en cuenta, y transformó su vida y forma de sustento.
La mayoría de sus vecinos en una comunidad rural del meridional distrito de Gisagara son granjeros, pero este padre de cinco hijos se dedicaba a la tala ilegal de árboles en su tierra de cinco hectáreas para venderlos como leña.
Noventa por ciento de los habitantes de Gisagara participan de algún tipo de agricultura en las tierras fértiles ubicadas en las laderas de las montañas. Como en muchas otras partes del país, la población aquí ha sido afectada por el regreso de más de tres millones de exiliados por el genocidio de 1994.
La creciente población rural está hambrienta de tierra para cultivar y de leña para combustible y construcción, lo que amenaza a los bosques. Datos reunidos por el portal web ambiental Mongabay muestran que el uso de madera como combustible creció 60 por ciento entre 1990 y 2005. La tala industrial también se incrementó en ese periodo.
El análisis de Mongabay, en base a información de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, parece indicar un aumento de la deforestación en Ruanda. Sin embargo, la cobertura de bosques en este país creció de 10 a 20 por ciento.
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Es que el gobierno ruandés ha hecho de la protección de las zonas verdes una prioridad, y se fijó la meta de lograr una cobertura de 30 por ciento para 2020. Incluso podría alcanzarla antes de tiempo.
El bosque de Gishwati fue casi totalmente destruido por los desplazados del último genocidio, pero esto se ve compensado por la agresiva campaña gubernamental contra el uso insostenible de los bosques y a favor de la plantación de árboles en el resto el país.
Un día hace casi dos años, mientras regresaba a su casa en un camión cargado con leña, Segatashya fue arrestado por talar árboles sin permiso. Fue encarcelado varios días acusado de degradación ambiental, de acuerdo con las regulaciones del gobierno.
Pero hoy, gracias al apoyo del nuevo Proyecto de Conservación de Bosques, Segatashya se puede dedicar a la industria agroforestal. Su tierra ahora guarda una sección para plantar eucaliptos, mientras que en el resto cultiva árboles de mango y aguacate.
Segatashya dijo que sus ingresos mensuales, de 200 dólares, equivalen a lo que ganaba antes con la tala, pero ahora puede usar la tierra de forma sostenible.
«La tarea (de mantener árboles) es muy fácil y puedo ganar dinero vendiendo la fruta más fácilmente y sin complicaciones», dijo a IPS.
Desde 2009, el gobierno ruandés ha enviado expertos a trabajar a nivel local en todo el país, capacitando a campesinos sobre cómo mejorar el uso de la tierra en el marco de un programa de forestación.
El plan prevé restaurar la cobertura en áreas deforestadas de las regiones más afectadas de este país montañoso. El gobierno hace énfasis en la industria agroforestal porque confía en que puede constituir una importante fuente de alimentos además de incrementar los ingresos en las aldeas.
El objetivo es «crear riqueza para los ruandeses, aunque plantar árboles será el énfasis principal del gobierno y de sus socios», dijo el ministro de Tierras, Ambiente, Bosques, Aguas y Minas de Ruanda, Christophe Bazivamo.
Pero un investigador ambiental de la Universidad Nacional de Ruanda, que prefirió mantener el anonimato, subrayó que el éxito del plan dependería del enfoque que adoptara el gobierno.
«Lo más importante es fomentar la propiedad y promover la participación social en vez de (hacer énfasis en) la aplicación de la ley», dijo a IPS, en referencia al tipo de controles que hicieron que Sengatashya pasara varias noches en prisión.
Además, alertó que el financiamiento para el programa de forestación era inadecuado.
Fabien Kayitare también expresó sus reservas. Este experto del Proyecto CATALIST del Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes opinó que las comunidades locales debían adquirir nuevos conocimientos si querían tener éxito.
«No hay nadie a quién culparle por la deforestación, pero es importante introducir nuevas alternativas para consumir menos combustible», señaló.
El Proyecto CATALIST trabaja con organizaciones de agricultores, grupos de la sociedad civil y donantes en Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo para impulsar la producción de alimentos básicos, con acento en una administración ambiental sana y protección de la biodiversidad.
Subrayó la necesidad de apropiadas tecnologías para reducir la presión sobre las tierras forestadas, ofreciendo estufas mejoradas a la población, por ejemplo, que usan menos madera y en forma más eficiente.