El panorama del comercio mundial ha cambiado profundamente en la última década y sospecho que lo ha hecho más profundamente de cuanto alcanzamos a comprender. Esos cambios están siendo empujados parcialmente por la apertura del mercado, pero principalmente por las tecnologías del transporte, las comunicaciones y la información. Ahora cuesta menos llevar un contenedor de Marsella a Shangai, lo que significa recorrer medio mundo, que mandarlo de Marsella a Aviñón, que distan entre sí 100 kilómetros.
Un resultado de esos cambios es la continuada globalización del comercio. No obstante la reciente crisis, las exportaciones mundiales fueron un 30% más altas en 2009 que en 2000 y un 150% más altas que en 1990. No todos los sectores se están expandiendo al mismo ritmo: las exportaciones de productos manufacturados están subiendo, las de materias primas están creciendo ininterrumpidamente y las agrícolas están en gran medida estáticas. Pero la tendencia es hacia la aceleración del crecimiento. Nunca antes ha estado la economía mundial tan interrelacionada con el comercio.
Otro resultado es el viraje en materia de poder económico del Este y del Sur, que se registra en la medida que los países en desarrollo aprovechan la globalización para alcanzar al Occidente industrializado. La participación de los países en desarrollo en el comercio mundial ha crecido de un tercio a más de la mitad en sólo 15 años. Por supuesto que no todos los países en desarrollo resultan beneficiados por esta expansión, pero algunos que se han convertido en grandes exportadores, como China, India, Brasil y otros, están creciendo a tasas históricamente sin precedentes.
Otra novedad es la proliferación de cadenas de producción integradas globalmente. En efecto, industrias globales ubican diversos sectores de su producción en los mercados con costos más eficientes. Todavía pensamos que el comercio mundial se efectúa entre naciones como lo veía Adam Smith en el siglo XVIII, pero en realidad la mayor parte del comercio ahora tiene lugar dentro de compañías multinacionales y de sus proveedores. No es la competencia entre China y Estados Unidos la que resulta tan relevante como la existente, por ejemplo, entre las cadenas de Nokia y Samsung. En lugar de Made in China la marca de un iPhone debería decir Hecho en el mundo, dado que los microchips son japoneses, el diseño es estadounidense, las pantallas planas son coreanas y el ensamblaje es chino.
Estas nuevas realidades también nos fuerzan a reexaminar como analizar el concepto de comercio internacional. Con tanto comercio que involucra ahora a compañías extranjeras dentro de jurisdicciones nacionales y con tantos componentes que actualmente entrecruzan las mismas fronteras en múltiples oportunidades necesitamos un nuevo enfoque para las estadísticas comerciales que midan el valor agregado en cada fase de la cadena de producción y no sólo en el lugar en el que el producto fue terminado.
Aquí está la paradoja: el comercio abierto es más fundamental que nunca antes para la economía mundial y un sistema de comercio multilateral basado en reglas nunca ha sido de tan vital importancia para la prosperidad y la paz globales como ahora. Sin embargo, este sistema está luchando para hacer frente a la rápida globalización que ha ayudado a crear. Y ello no es fácil.
El sistema comercial se ha hecho más difícil de manejar en la medida que también se ha hecho más importante que nunca. La espectacular reducción de las barreras fronterizas ha puesto en evidencia diferencias estructurales más profundas en estándares, reglas o sistemas legales, que están generando nuevas fricciones entre sistemas que se están demostrando arduos de resolver.
Dado que el comercio se ha convertido en tan importante para las estrategias de desarrollo, estas también han devenido cada vez más importantes para el sistema. De hecho, el desarrollo ocupa el centro del escenario en las actuales negociaciones comerciales de la Ronda Doha. Y las reglas del sistema en su conjunto se han tenido que hacer más técnicas, tener mayor injerencia y ser más vinculantes en relación a economías que todavía son diversas, pero mucho más interdependientes.
A medida que el sistema se hace más importante también ejerce un enorme empuje gravitacional sobre los países para que éstos se asocien y participen. La Organización Mundial del Comercio (OMC) se ha expandido y de sólo 23 miembros que tenía en 1947 pasó a tener ahora 153 y fácilmente podría llegar a 180 dentro de una década. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón siguen siendo actores clave en la OMC, pero ya no son más dominantes. Las rápidamente emergentes potencias, como China, India y Brasil, juegan actualmente un papel que era inimaginable incluso 20 años atrás. Pero dado que el número de actores crece y que su participación se incrementa, la cooperación se convierte en más difícil, especialmente cuando los intereses son divergentes. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Pascal Lamy, Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC).