ELECCIONES EN CATALUNYA: NACIONALISMO EN ASCENSO

Catalunya se siente herida por lo que se considera trato discriminatorio de España, especialmente tras la sentencia del Tribunal Constitucional del pasado verano que hizo trizas el proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía. Se cuestionó fundamentalmente el uso de la expresión “nación” y la preferencia por el catalán como vehiculo primordial de convivencia. Es una pobre recompensa por el hecho de que Catalunya, con un 15% de la población, produce el 20% de la riqueza y contribuye con el 25% de los impuestos.

Este escenario, según los sondeos, producirá este domingo 28 de noviembre la derrota del Partit dels Socialistes Catalans (PSC), gobernante en un insólito “tripartito” junto a los independentistas de Esquerra Republicana (ERC) y los “eco-socialistas” (excomunistas reciclados) de Iniciativa per Catalunya-El Verds. La suma de los votos de estas tres formaciones no seria suficiente (o políticamente inviable) para privar (como en 2003 y 2006) del triunfo a Convergencia i Unió (CiU), que rozaría o superaría la mayoría absoluta.

El PSC parece que pagará los platos rotos a causa de la crisis económica y el desempleo, la percepción de debilidad ante Madrid, y el desgaste de su funcionamiento interno en la coalición gobernante. Se ha descubierto una grieta alarmante entre sus dos ramas históricas, la de origen inmigratorio, anclada primordialmente en ambas orillas de la ciudad de Barcelona, y la catalanista, cimentada en sectores de gran formación académica y cierto poder económico.

Las trifulcas con sus socios del tripartito han exigido un pago. La moderación nacionalista del PSC ha contrastado con el independentismo de ERC. Los ex comunistas han considerado como insuficientes las medidas progresistas de los socialistas y les han acusado de ejecutar políticas liberales de aperturismo económico, al igual que el resto de los partidos socialdemócratas europeos, el español del PSOE incluido.

En vísperas de los comicios, solamente se duda del número de escaños que le faltarán a CiU para lograr la mayoría absoluta (68 escaños).

CiU, liderado por Artur Mas, el delfín de Jordi Pujol, deberá su triunfo a la tenaz preparación en la oposición, siempre acolchado por la coalición formada con los democristianos de Unió, bajo la dirección del respetado Josep Antoni Durán i Lleida. CiU será al fin la formación que más se beneficiará del generalizado agotamiento de la paciencia política catalana ante la intransigencia de Madrid.

También, como sucedió con los triunfos sucesivos de Pujol en los 80 y 90, CiU llegaría de nuevo al poder por la abstención que se produce en estas elecciones autonómicas. Las estadísticas no engañan: más del 10% de los votantes en las elecciones generales españolas, abrumadoramente de tendencia socialista, se quedan en casa cuando deben decidir por sus preferencias para la Generalitat. Solamente reaparecen en las urnas cuando se trata de las elecciones legislativas generales y así auparon a Felipe González a la Moncloa, y en las dos anteriores ocasiones catapultaron a Rodríguez Zapatero al gobierno. Ese sector considera las elecciones autonómicas un asunto “de catalanes».

De poco habrá servido, por lo tanto, el guiño sociológico que representó las elección del “andaluz” Montilla como secretario general del PSC y luego candidato en las elecciones. Curiosamente, CiU ha sufrido poco el impacto de los escándalos de corrupción, que se atribuyen a todas las fuerzas políticas.

Poca competencia presentará de nuevo el Partido Popular catalán (PPC) para ser el ansiado número 2. Su espacio natural le fue arrebatado tempranamente por el partido de Pujol, cuyos votantes son económica y sociológicamente del mismo origen, pero con más implantación en Barcelona que el interior, abrumadoramente pro CiU. Los independentistas están muy divididos con el surgimiento de nuevas formaciones, una de ellas forjada por Joan Laporta, ex presidente del FC Barcelona. Aunque han capturado un espacio, los minoritarios Ciutadans Per Catalunya, que priman la protección (innecesaria) del castellano en las escuelas y los negocios, no rebasan el espacio testimonial.

La única incógnita del triunfo de CiU será si lo confirma en la investidura y el poder gracias a la abstención parlamentaria del PSC, o luego con su respaldo legislativo, o bien con el apoyo de los votos del PP. El resultado, de todas maneras, revelará la consolidación de un sistema básicamente tripolar, con una izquierda fracturada (PSC, ERC, I-Verds) y una derecha dividida entre una rama moderada, centrista y catalanista-nacionalista (CiU), y otra más conservadora y españolista (PP). (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Joaquín Roy es catedrático ‘Jean Monnet’ y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (jroy@Miami.edu).

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