El mundo está empezando lentamente a entender que estamos en medio de una seria crisis del agua a escala planetaria y, por lo tanto, de la sanidad pública. Actualmente, 884 millones de personas no tienen acceso a un suministro seguro de agua dulce, mientras la ONU estimó que para 2030 más de la mitad de la población mundial vivirá en áreas con alto riesgo de escasez.
No sorprende que el mundo empresarial esté cada vez más consciente de que la creciente demanda está creando un futuro incierto. El agua se ha convertido ahora en un gran negocio.
Hay una interconexión entre el acceso de la gente al agua, las empresas con interés particular en el agua y las que centran su atención en los mercados emergentes.
Los negocios dependientes del uso de agua en operaciones directas y a través de cadenas de suministro en particular las compañías multinacionales- están reconociendo crecientemente los riesgos políticos, sociales, económicos y ambientales vinculados al agua. En última instancia, si la gente no logra acceder al agua debido a las actividades de una compañía, se pone en riesgo su reputación y su autorización para operar.
En efecto, hemos visto una proliferación de campañas relacionadas con el agua que están realizando algunas de las principales empresas del sector.
Esas campañas tienen temas comunes: destacan el trabajo que las empresas están efectuando para minimizar la cantidad de agua utilizada en la producción y bajar el nivel de contaminación provocado por los procesos industriales y anuncian a tambor batiente que están gastando dinero para asegurar que más personas accedan a un suministro seguro.
Los compromisos asumidos por esas compañías merecen un aplauso. Sin embargo, ante la cruda realidad de que casi mil millones de personas están viviendo sin agua segura es claro que los empresarios deben revisar sus planes y sus actividades con la utilización de este recurso.
Las campañas no son suficientes. El sector privado, los gobiernos y la sociedad civil deben ampliar sus esfuerzos para asegurar un acceso justo al agua para los más pobres del mundo.
El impacto de la escasez de agua en los países en desarrollo es inmenso, particularmente en las áreas de la salud infantil, la educación de las niñas y el bienestar y el sustento de las mujeres.
En las áreas urbanas las mujeres pueden pasar horas paradas en colas para recoger agua potable de una canilla pública o se ven en la necesidad de obtener agua contaminada o de vendedores que cobran altos precios o de otras fuentes dudosas. A menudo sucia e insegura, esa agua puede resultar letal.
Este año, un análisis de la revista The Lancet señaló a la diarrea como el mayor asesino de niños en el África subsahariana; el 90% de los casos de diarrea es causado por agua insegura y pobres instalaciones sanitarias y mata a más niños que el SIDA, el sarampión y la malaria combinadas.
Con tales consecuencias fatales, no es en absoluto suficiente que las empresas asuman la cuestión a través de sistemas de manejo razonable del recurso (que debería ser una práctica estándar) o que inviertan en esquemas de suministro de agua para la comunidad para creer que con ello han cumplido con sus responsabilidades. La situación requiere que las compañías, los donantes, las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos se unan para enfrentar y mitigar los riesgos compartidos.
Existen muchos atascos que impiden una visión de un mundo donde todos tengan acceso al agua y a las instalaciones sanitarias. Esas obstrucciones van desde los fracasos reguladores y la falta de aplicación de las normas, de problemas de capacidad y de recursos, de coordinaciones inefectivas en la financiación hasta la carencia de datos disponibles y confiables sobre las cuencas hidrográficas.
Tales cuestiones plantean desafíos para las compañías que aspirar a conservar autorización legal y social para operar. Pero también, lo que es más importante, crean crecientes dificultades para los sectores más pobres del mundo.
Solo mediante la ampliación de su enfoque y un abordaje activo de los problemas en las áreas de riesgo compartido a través de planteamientos cooperativos e integrados podrán las compañías ser capaces de hacer verdaderamente una contribución duradera para enfrentar la crisis mundial del agua. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Duncan Wilbur es un dirigente de WaterAid, una organización no gubernamental dedicada a lograr acceso al agua limpia y al saneamiento adecuado. (www.wateraid.org).