En una sala repleta de gente del Hospital Kibagabaga, en la capital de Ruanda, 30 jóvenes de entre 12 y 18 años esperan su turno para recibir una receta de medicamentos antirretrovirales. Están entre los 220.000 niños y niñas infectados con sida beneficiados por un programa gubernamental.
"A veces no pueden ni siquiera ir a un médico y explicar lo que están sufriendo, porque es probable que tengan miedo y algunos se sientan culpables", explicó Antoinette Murebwayire, una enfermera del sanatorio.
"La mayoría son huérfanos del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida)", esto es, han perdido a sus padres también por la enfermedad. "Ahora nosotros somos su padres", dijo.
Tunga (no es su nombre real) es un adolescente de 13 años de Samuduha, uno de los barrios más pobres de Kigali. Sus padres murieron en 2008 por causa del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), cuando él aún estaba en la primaria.
No tenía idea de que él también estaba infectado con el VIH. Su principal preocupación era encargarse de sus dos hermanos menores.
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El centro pediátrico del Hospital Kibagabaga recibe a unos 40 pacientes diarios para exámenes de VIH, asesoramiento y terapia. Hay 870 niños y niñas recibiendo tratamiento, y 55 de ellos toman antirretrovirales.
"Pero a la mayoría de estos niños y niñas les es difícil asimilar las drogas, ya que pertenecen a familias vulnerables y sufren hambre", explicó Murebwayire a IPS.
La enfermera ofrece asesoramiento voluntario y realiza exámenes a huérfanos del sida. Tunga no tuvo reparos en hacerse la prueba.
"Tomar el examen de VIH fue muy fácil para mí, pero cuando me dijeron que era positivo fue otra historia", confesó. "Sentí que estaba siendo castigado por algo", añadió.
Pero Tunga tiene la fortuna de contar con apoyo de diversas fuentes. Él y sus dos hermanos viven en una casa construida especialmente para ellos por una organización no gubernamental (ONG) local en 2009, luego de que los tres quedaran huérfanos. También reciben ayuda a través del llamado Paquete Familiar, una asistencia social y médica que el gobierno aprobó para personas con VIH/Sida.
El programa, respaldado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ofrece tratamiento y consejería a hogares afectados por la enfermedad, brinda apoyo nutricional a los niños y diseña proyectos generadores de ingresos.
A los huérfanos les pagan las cuotas escolares, les proveen de uniformes y les entregan una canasta mensual de alimentos.
"Cuando murieron mis padres, perdí toda esperanza por mi vida. Pero cuando llegó el apoyo, me las arreglé para educar a mis hermanos menores, y no tuvimos que abandonar la escuela", dijo Tunga.
La campaña de las autoridades sanitarias ruandesas por las necesidades básicas de los niños y las niñas con sida es de vital importancia, pero se necesita mucho más.
Un activista con una ONG en Kigali dijo a IPS que muchos niños en las áreas más pobres no sabían que existía atención gratuita disponible.
Los niños y niñas huérfanos y con VIH también carecen muchas veces de apoyo emocional, están aislados de la comunidad y sufren estigma social.