Adorado por sus habilidades técnicas y su olfato de gol en un barrio de esta ciudad de Costa de Marfil, Maurice Koné soñó a los 15 años con convertirse en un gran futbolista en el extranjero.
"Una tarde, llegó a mi casa uno de los muchachos más grandes del barrio y le dijo a mis padres que un cazatalentos había oído hablar de mí y quería que firmara un contrato en Suiza", recordó Koné.
"Éramos siete jóvenes en la misma situación. Lo único que teníamos que hacer era reunir 1,5 millones de francos CFA (unos 3.200 dólares) en dos semanas", apuntó.
Desde 2000, más de 3.000 jugadores, la mayoría menores de 18 años, dejaron su hogar en África para probar suerte en Asia y Europa, según el sitio de Internet de la Asociación de Fútbol Solidario, una organización con sede en París.
Organizaciones de tipo mafiosas convencen a jóvenes africanos de ir a probarse a un gran club europeo o asiático y le sacan dinero a sus padres, la mayoría pobres. Luego los abandonan a su suerte, sin recursos para subsistir.
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"Ganaba 135.000 francos CFA (unos 290 dólares)", relató con amargura Habib Koné, padre de Maurice. "Me endeudé con la esperanza de que en algún momento él pudiera hacerse cargo de sus siete hermanos y hermanas", añadió.
Para sorpresa de los siete aventureros, el avión que embarcaron en Abidjan no iba a Europa sino a la oriental ciudad tailandesa de Pattaya.
"Al mes de llegar y tras varias pruebas en clubes de Pattaya sin que pasara nada, nuestro guía desapareció. Quedamos cuatro meses en el limbo, haciendo cualquier cosa para sobrevivir. Luego nos deportaron a Túnez", relató Koné. "Dos de nosotros le avisamos a nuestros padres y regresamos a Abidjan", añadió.
Otros dos se fueron a España y tres más lograron probarse en clubes tunecinos. Koné no supo más de ellos. "No sé si lograron cumplir su sueño, o no", señaló.
La FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) implementó una iniciativa que apunta a dar mayor transparencia a las transferencias de jugadores y a proteger a los más jóvenes. El sistema de correlación de transferencias (TMS, por sus siglas en inglés), entró en vigor el 1 de octubre de este año.
Para concretar un traspaso, los clubes deben completar un formulario de Internet con unos 30 ítems sobre cada jugador. La información debe coincidir para que las asociaciones miembro de la FIFA puedan expedir el certificado de transferencia internacional.
"Quiere decir que los jugadores jóvenes no podrán pasar de un club a otro sin dejar huella", explicó Alain Malan consultor deportivo en Abidjan. "El futbolista debe ser mayor, o contar con permiso de sus padres, y tener la aprobación de la federación nacional", añadió.
"No hay más ventas directas de futbolistas. Los clubes que reclutan jugadores jóvenes por poco dinero con la idea de venderlo por mucho más, tendrán que revisar su política", apuntó Malan.
Según las nuevas pautas de la FIFA, no se autorizará más la venta de un joven que no pertenezca a un club registrado en la federación local. El TMS sigue el historial y la trayectoria de las transferencias de los menores.
Desde su aprobación por parte del Congreso de la FIFA en 2009, una subcomisión de la Comisión del Estatuto del Jugador debe aprobar toda transferencia y también toda solicitud de primera inscripción de un menor en un país que no sea el suyo.
"Los tejemanejes con los jugadores africanos se van a terminar. Llegamos al final de un éxodo salvaje de jóvenes talentos", dijo a IPS el representante deportivo Emmanuel Koffi.
"Hace tiempo que esperábamos ese tipo de medidas", señaló Eric Kacou, director de comunicación de la Federación de Fútbol Marfileña.
Entre 10 y 15 jóvenes abandonaban Costa de Marfil cada año, estimó. "Trabajamos con los clubes para que no se vayan más jugadores del país eludiendo el sistema", añadió.
"Debió implementarse hace mucho tiempo. Habría evitado muchas desilusiones", se lamentó Abib Koné, quien culpó a los gobiernos africanos por no actuar con mayor firmeza frente a un fenómeno endémico.