Un cambio drástico en el rumbo del desarrollo económico es esencial para evitar la desaparición de los ecosistemas planetarios, que son la base de la vida, sostiene un estudio publicado este martes en la revista científica estadounidense Science.
El cambio climático, la contaminación, la deforestación y las transformaciones en el uso de la tierra están empujando las especies a la extinción, reduciendo su abundancia y los lugares que habitan.
"Las sociedades y las infraestructuras humanas han evolucionado y dependen de especies y ecosistemas particulares", dijo Paul Leadley, de la Universidad de Paris-Sud, quien encabezó el estudio.
Pero "incluso los escenarios más optimistas para este siglo sistemáticamente predicen la extinción y abatimiento de las poblaciones de muchas especies", dijo Leadley a IPS en conversación telefónica desde Francia.
La meta de frenar la pérdida de biodiversidad para 2020 es discutida esta semana en esta central ciudad japonesa, donde se celebra la 10 Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
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Pero el objetivo de 2020 es, tristemente, algo "irreal", admitió Leadly, basándose en cinco recientes estudios ambientales mundiales.
Leadley y su colega Henrique Miguel Pereira lideraron un equipo de 23 científicos de nueve países que compararon los resultados de los últimos estudios y una amplia gama de literatura para evaluar los posibles cambios futuros en la biodiversidad.
El análisis traza una inevitable y continuada pérdida de biodiversidad en el siglo XXI, pero ofrece nuevas esperanzas de que pueda aminorarse ese deterioro si se adoptan las políticas adecuadas.
"Biodiversidad" es el término usado para describir la amplia gama de variedades de seres vivientes —árboles, insectos, plantas, animales que conforman la infraestructura biológica y nos proveen salud, riqueza, alimento, agua, combustible y otros servicios vitales.
Muchos no entienden cuán dependiente es la humanidad de numerosos servicios provistos por la naturaleza y cuán rápido está cambiando esto, señaló Leadley.
Aunque la atención pública se ha concentrado en la extinción de especies, son los cambios en su distribución y en los tamaños de sus poblaciones lo más grave para el bienestar humano, así como los mejores indicadores de la presión que están ejerciendo las personas sobre los ecosistemas, según el estudio.
En los océanos, la combinación de sobrepesca y cambio climático —causado por las emisiones de dióxido de carbono de las actividades humanas— está rápidamente transformando la vida marina al punto de que habrá menos peces grandes en el futuro.
Además, la deforestación y el recalentamiento planetario están transformando los paisajes terrestres.
Una investigación en la selva amazónica concluyó que, si las temperaturas mundiales aumentan dos grados centígrados, como parece probable, la mezcla de incendios con deforestación acabará con la capacidad única de esa zona para generar la mitad de sus propias precipitaciones.
Sin esas lluvias, la selva se convertirá en región de praderas, causando una masiva liberación de dióxido de carbono y la pérdida de muchas especies.
Aun si la deforestación se detuviera, la mayor parte de la selva amazónica podría desaparecer dentro de 50 o 60 años debido al recalentamiento planetario, señaló el biólogo Thomas Lovejoy, principal consejero sobre biodiversidad del presidente del Banco Mundial y miembro del panel científico asesor del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
"Dos grados de recalentamiento será algo duro para muchos ecosistemas. Los bosques tropicales estarán en dificultades. Habrá pocos arrecifes de coral, la temperatura de los bosques será muy diferente de la actual", dijo a IPS en Nagoya.
Una solución para enfriar el planeta y salvar la selva amazónica es restaurar bosques y zonas verdes, con el fin de remover dióxido de carbono de la atmósfera, señaló. El crecimiento económico debe dejar de enfocarse en las ganancias que deja la conversión de tierras y procurarlas a través de la restauración de biodiversidad.
Combatir el cambio climático es una forma de frenar la pérdida de diversidad biológica, dijo Leadley. Poner precio a las emisiones de carbono en todas sus formas, desde la generada por la deforestación hasta la agricultura, sería una manera de afrontar el problema, indicó.
La deforestación y la agricultura contribuyen con entre 35 y 50 por ciento de todas las emisiones de gas carbono a la atmósfera. También son los principales causantes de la conversión de ecosistemas naturales.
Se necesita un fuerte peso impositivo a las emisiones, fomento a los esfuerzos de capturar carbono y creación de áreas protegidas efectivas.
Proteger solamente 20 por ciento de la tierra y 15 por ciento del mar, según lo propuesto originalmente como meta para 2020 en el Convenio, no sería suficiente para detener la pérdida de biodiversidad.
Las acciones deben tomarse rápido, señalaron los científicos, ya que la ventana de oportunidades se cierra rápidamente. Medidas inmediatas podrían garantizar para 2030 una ampliación de 15 por ciento de las áreas forestadas del planeta, pero la falta de acciones podría generar una pérdida de más de 10 por ciento de éstas para ese año.
El mayor reto sigue siendo convencer a los políticos. Los científicos confían en que la creación de la Plataforma sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES, un mecanismo similar al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) podría marcar una diferencia.
"Los temas son tan urgentes y lo que está en juego para la humanidad es tan importante que los científicos deben unirse a través del IPBES para informar a los gobernantes con una voz única y autorizada", señaló Pereira, de la Universidad de Lisboa.
Delegaciones gubernamentales han expresado en Nagoya su apoyo a la creación del IPBES, pero algunos negocian su respaldo para lograr la aprobación de un acuerdo sobre el acceso equitativo a los recursos biológicos.