TOLERANCIA CERO PARA EL HAMBRE EN EL MUNDO

Con los recientes disturbios en Mozambique y con los precios de los alimentos trepando a su más alto nivel en dos años, muchos observadores sospechan que el mundo está en vías de repetir la crisis alimentaria de 2007/2008.

El 1 de septiembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) anunció que su índice de precios de los alimentos había subido en un 5 % en un mes y llegado a su nivel más alto desde septiembre de 2008. Y el mismo día se producían disturbios en Maputo a causa del aumento de precios del pan, la electricidad y el combustible, lo que trajo el recuerdo de los conflictos civiles estallados en unos 20 países de distintas regiones cuando los precios de los alimentos subieron vertiginosamente hace tres años.

Pero la situación actual es muy diferente. Si bien es cierto que los precios del trigo están ahora entre un 40 y un 60% por arriba de hace un año, el índice general de precios de los alimentos está todavía aproximadamente un 20% por debajo del pico registrado a mediados de 2008.

Mientras tanto, hay ahora a escala global abundantes existencias de cereales, 100 millones de toneladas más que hace tres años. Y pese a la sequía que afectó seriamente la cosecha de trigo de Rusia y forzó al gobierno a imponer la prohibición de la exportación de ese cereal, globalmente la producción de cereales en 2010 será la tercera más alta de siempre.

Creo, por lo tanto, que no hay razones objetivas para que se produzca una nueva crisis alimentaria mundial. Por lo tanto, los gobiernos deberían comportarse responsablemente y evitar compras provocadas por el pánico, así como abstenerse de imponer restricciones a las exportaciones que finalizarán por dañar a los consumidores en el extranjero y a sus propios agricultores.

El actual encarecimiento puede, sin embargo, hacer más difícil disminuir el nivel de desnutrición en el mundo y alcanzar los objetivos sobre la reducción del hambre con los que se comprometió oportunamente la comunidad internacional.

Me refiero precisamente al Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) del año 2000, que consiste en reducir a la mitad las personas con hambre en el planeta, o sea de llevarla de un 20 a un 10% para el 2015, y también al cumplimiento de la meta asumida en la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996 de llevar a la mitad el número de hambrientos de su nivel de 1990/92 a 420 millones en 2015. Sin embargo, las últimas estimaciones de la FAO sobre el número de personas hambientas lo calculan en 925 millones, o sea que estamos actualmente con 500 millones más de víctimas del hambre de lo prometido hace 14 años. Por otra parte, al ser actualmente de un 16% la proporción de hambrientos en el total de la población mundial, estamos aún a un seis por ciento de lo previsto en el primer objetivo de los ODM.

Aunque reconocemos que el número de afectados por el hambre cayó en 98 millones el año pasado, la realidad es que ello se debió más que nada a un renovado crecimiento económico, especialmente en los países en desarrollo, y a que los precios de los alimentos hasta fechas recientes estaban bajando.

Por lo tanto, es claro que con sólo unos pocos años por delante de aquí al 2015, los líderes mundiales deben actuar pronta y resueltamente si quieren honrar los solemnes compromisos que hicieron. Es preciso que liberen rápidamente los recursos para lanzar inversiones a gran escala en el sector agrícola, que representan el único camino para asegurar que los países pobres sean capaces de alimentarse a ellos mismos.

La campaña llamada“milmillones de hambrientos» que yo lancé en mayo pasado tiene el propósito de hacer presión sobre los líderes políticos para adopten iniciativas firmes para combatir el hambre. Hasta ahora se han recogido más de 700.000 firmas ­y se espera que a fines de año lleguen a más de un millón- para un llamado a que los gobernantes actúen urgentemente en este tema.

Yo espero y ruego para que ellos tengan en cuenta este llamado, pues nos queda poco tiempo. En la cuestión del hambre, el único número correcto es el cero, y todavía nos falta un camino muy largo para recorrer a fin de alcanzarlo. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Jacques Diouf, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

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