Bahrein mantiene puertas cerradas a portadores de VIH

La economía de Bahrein depende en gran medida de la mano de obra inmigrante, pero eso no ha impedido que esta pequeña nación insular continúe deportando extranjeros con VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).

Bahrein es uno de los 31 países del mundo con este tipo de políticas de deportación. Estados Unidos se encontraba también en la lista, hasta que este año autorizó el ingreso de extranjeros con el mortal virus. En abril, China también anunció el levantamiento de sus prohibiciones.

Todas las naciones del Golfo Pérsico o Arábigo, junto a Bangladesh, Egipto, Iraq, Jordania, Siria y Yemen, aún le niegan la entrada a personas con VIH. India y Bangladesh, países con decenas de miles de sus ciudadanos trabajando en el exterior, aplican la misma política a los que pretenden ingresar a su territorio.

En Bahrein, los indios y bangladesíes constituyen las comunidades más grandes de extranjeros. Los primeros suman 300.000, y los segundos 90.000.

La mitad de la población bahreiní, de 1,05 millones de habitantes, está constituida por extranjeros que se desempeñan en diversos empleos, desde trabajadores domésticos hasta ingenieros y directores ejecutivos de empresas.
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Sin embargo, los empleadores bahreiníes siguen rechazando a portadores del VIH.

"Somos concientes del enfoque de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de vincular el VIH con los principios de derechos humanos para impedir que se discrimine a los portadores del virus", dijo a IPS la directora del Programa Nacional contra las Enfermedades de Transmisión Sexual, Somaiya Al Jowder.

"Sin embargo, no podemos hacer mucho, ya que los esfuerzos para cambiar la política sufrirán un fuerte rechazo del público", admitió.

El VIH, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), se transmite por vía sexual sin protección, por el uso de jeringas en contacto con sangre infectada o de madre a hijo durante el embarazo, el parto o el amamantamiento.

Bahrein ha llevado adelante una campaña de toma de conciencia sobre el VIH durante años para propagar información correcta sobre la enfermedad y desalentar la discriminación hacia los portadores.

No obstante, muchos bahreiníes siguen segregando a los infectados, pues consideran que se contagiaron por participar de alguna actividad "no islámica".

Información oficial muestra que la principal vía de transmisión del VIH en Bahrein es por el uso de agujas infectadas. En los últimos 20 años, se reportaron 325 bahreiníes y unos 500 extranjeros contagiados. Desde 1986 se reportaron 161 muertes relacionadas con el sida.

El virus es detectado habitualmente durante los chequeos médicos que se les exige a los inmigrantes como parte del proceso para obtener el permiso de trabajo.

En Bahrein se realizan al año 50.000 chequeos de salud por empleos, que suelen revelar 400 casos de VIH cada vez. Pero desde que se le exige a los extranjeros que se realicen pruebas clínicas primero en sus países de origen, la cifra ha caído a 70.

Menakshi Kumar, enfermera en un laboratorio privado, contó que, en varios casos que conoció, las familias que contrataron a empleadas domésticas extranjeras fueron también a realizarse exámenes clínicos.

"La mayoría de los casos eran de mucamas que pasaron varios días con esas familias. Por su ignorancia, (los empleadores) pensaban que el VIH podía transmitirse por aire", dijo Kumar.

Para junio de 2010, Bahrein tenía unos 83.439 trabajadores domésticos, muchos de los cuales procedían de otros países, como Bangladesh, Etiopía, Filipinas, India, Indonesia y Sri Lanka.

La política de deportación no ha generado ninguna protesta hasta el momento de la comunidad de extranjeros.

"Apoyo la política, en especial cuando se trata de trabajadores domésticas con VIH que viven con las familias que las emplean", dijo a IPS Rona Aviles, una filipina que trabaja para una agencia de contratación de extranjeros.

"Por lo general no traemos trabajadores con VIH, ya que todos son examinados en sus países", añadió. "Pero los casos descubiertos son deportados sin vacilación".

Al Jowder dijo que, personalmente, cree que sólo los que no pueden cumplir con su trabajo deberían ser deportados. "Muchos de nuestros pacientes locales llevan una vida normal, ya que la medicación controla el virus", añadió.

Pero señaló que, hasta ahora, no ha habido intentos de cambiar la actual política. "Aun si las personas fueran más abiertas a contratar personas con VIH, se necesitará de un largo tiempo para cambiar nuestra legislación laboral", que exige la deportación en esos casos, explicó.

"La mayoría de los bahreiníes infectados mantienen la enfermedad oculta de sus hijos y de familiares cercanos para evitar ser aislados", señaló. "Por eso, la aceptación de extranjeros con el virus no se producirá pronto".

También arguyó que Bahrein no puede pagar el costo de tratar a trabajadores extranjeros con VIH. El Estado provee asistencia gratuita a los behreiníes con el virus, para lo cual invierte 3.700 dólares mensuales en cada uno. Ninguna clínica privada ofrece medicamentos antirretrovirales.

"Los errores de concepto de la sociedad y el alto costo de los tratamientos no deben ser excusas del gobierno para mantener su política (de deportación), ya que es miembro de la OMS y signatario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos", sostuvo Abdalá Al Derazi, de la Sociedad de Derechos Humanos de Bahrein.

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