SWAZILANDIA: Un refugio para los huérfanos del sida

En esta pobre comunidad de Swazilandia, azotada por la sequía, la huérfana Nomvula Dladla*, de 17 años, llora al enterarse de que su tía, al igual que sus padres, acaba de fallecer por el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

Algunos de los huérfanos del sida preparan alimentos en la cocina del albergue. Crédito: Mantoe Phakathi/IPS
Algunos de los huérfanos del sida preparan alimentos en la cocina del albergue. Crédito: Mantoe Phakathi/IPS
Era su única familiar viva. De no ser por el Albergue para Huérfanos y Niños Vulnerables de la organización católica Ministerios Cabrini, ahora estaría en la indigencia. El grupo financia sus estudios en la Escuela Superior de Saint Philip.

Dladla es una de los 150 niños y niñas atendidas por la organización, de los cuales 12 están también infectados con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y son sometidos a terapia antirretroviral.

La organización es un oasis de esperanza en una comunidad con una tasa de desempleo de alrededor de 90 por ciento. Según la directora de atención a la infancia de Ministerios Cabrini, Barbar Staley, la mitad de las 6.000 personas sometidas a exámenes de VIH en la zona han dado positivo desde 2004. "Esto ha motivado la presencia de un abrumador número de huérfanos en la zona", señaló.

El gobierno ha instalado algunos centros de atención, en los que los huérfanos reciben alimento y educación básica durante el día, pero no son suficientes.
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Hay 130.000 huérfanos y niños vulnerables en Swazilandia, y la mayoría de los cuales ya no tienen familiares cercanos con quienes vivir, lo que los hace más vulnerables a abusos.

Por ejemplo, contó Staley, cuando los padres de Dladla murieron de enfermedades relacionadas con el sida, ella tenía 10 años y se fue a vivir con su tío, que la obligaba a bailar en público y a vender cerveza tradicional. Luego fue recibida por su tía, portadora de VIH.

Dladla "se volvió adicta al alcohol porque solía beber con los clientes, y así es como se envició. Tuvimos que ayudarla a superar su adicción", dijo Staley. "Otras niñas terminan siendo víctimas de abusos sexuales". Aunque Dladla dijo que le gustaría seguir viviendo con su tía, con quien siempre tuvo una estrecha relación, prefiere quedarse en el albergue porque recibe regularmente alimentos y ayuda con sus tareas domiciliarias.

"Todos son cariñosos aquí, y me siento como en casa, pero, por supuesto, extraño a mi tía", dijo con tristeza.

Ministerios Cabrini evalúa la admisión de los niños al albergue de acuerdo con sus necesidades. Staley dijo que algunos necesitan una completa atención, que incluye el internado, alimentación, educación, servicios de salud y apoyo psicológico.

Otros reciben también uniformes, dinero para sus estudios y para el transporte. La organización construye casas para aquellos cuyos hogares están en ruinas y provee medicamentos, incluyendo antirretrovirales, a los que los necesitan.

"Evaluamos a los niños de acuerdo con sus necesidades y llevamos a unos 150 al albergue, mientras que los otros son asistidos bajo la custodia de sus familias", dijo Staley.

La organización invierte unos 170.000 dólares al año en este programa. Recibe unos 700 dólares del gobierno y el resto de donantes internacionales.

Staley insiste en que no se trata de un orfanato, sino de un albergue donde los funcionarios de Ministerios Cabrini asisten a niños con la ayuda de sus familiares, vecinos y la comunidad.

Los pequeños pasan todos sus días escolares en el albergue, ubicado dentro del complejo de la Escuela Primaria Saint Philip, y en las vacaciones visitan a sus familias.

Staley explicó que Ministerios Cabrini no quiere que los niños pierdan sus valores culturales, y por tanto procuran que interactúen lo más posible con sus familias y comunidades. Aunque esta organización es católica, a los huérfanos no se les exige confesión religiosa.

"Los padres, familiares o tutores pueden visitar libremente a los niños en el establecimiento, y le permitimos a estos ir a sus casas para acontecimientos familiares, como bodas y funerales", dijo Sharon Singleton, encargada de la atención psicológica y psicosocial.

Si hay un problema con el comportamiento de un niño o una niña, los padres o tutores deben hablar con él o ella.

"El principio guía es trabajar como ‘co-padres’ para impulsar los vínculos familiares existentes, y por tanto fortalecer toda la fábrica comunitaria", dijo Staley.

Cuando regresan a casa durante las vacaciones escolares reciben canastas de alimentos con maíz, frijoles, aceite para cocinar, velas y jabón, que duran una semana. La organización lleva más canastas para el resto de los días a los hogares de los niños.

"Al menos cuando están en casa tienen algo para comer, porque reciben alimentos del albergue", dijo Cebisile Sithole, tía de tres niños huérfanos.

Aunque esta mujer de 29 años no está infectada con VIH, sus dos hermanas y su madre reciben terapia antirretroviral. La comida es escasa en esta familia, porque ninguna de ellas trabaja. Por eso están contentas con el apoyo del albergue.

* El nombre ha sido cambiado para proteger la identidad de la menor.

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