«Mi hija había intentado varias veces contarme lo que le hacía su padrastro cuando yo no estaba en casa», dijo Wanza*, una madre de 28 años residente en el barrio bajo de Mathare, en la capital de Kenia.
"Esa noche en particular, fingí estar dormida y vi cuando él dejó nuestra cama para ir con mi hija de ocho años", añadió.
La violencia sexual es endémica en los tugurios de Nairobi, dijo Michael Njuguna, funcionario de una clínica en Mathare administrada por el grupo Médicos Sin Fronteras.
La mayoría de las víctimas son niños, niñas y mujeres, mientras que los perpetradores son casi invariablemente hombres, por lo general conocidos de las personas que atacan.
"En los tugurios kenianos, el estilo de vida abruma a la mayoría de los hombres que sustentan a sus familias", dijo Alfred Makabira, secretario general de la organización Hombres por la Igualdad de Género Ahora.
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"Y cuando se dan cuenta de que no pueden responder a las demandas de la sociedad, se frustran y lo descargan en la persona que está más cerca, generalmente las mujeres y las niñas con las que viven", señaló.
Los niños crecen creyendo que la violencia es necesaria para convertirse en hombres, explicó Makabira, y a ambos géneros se les inculca que las mujeres son propiedad de los varones.
Los abusos de drogas y alcohol contribuyen a elevar los niveles de violencia en los asentamientos informales.
La geografía de los barrios pobres amplifica la inequidad de género. Un informe divulgado en julio por Amnistía Internacional, titulado "Inseguridad e indignidad: experiencias de mujeres en los tugurios de Nairobi", llama la atención sobre cómo la falta de servicios básicos como cuartos de baño y retretes pone en riesgo a mujeres y a niñas cuando intentan utilizar instalaciones comunitarias.
Cuando llega la noche, trasladarse 100 o 300 metros para ir a la letrina más cercana constituye un gran peligro.
"Acabábamos de terminar de cenar y eran cerca de las 7.30 PM cuando mi hijo de ocho años dejó nuestra casa de una sola habitación para ir a hacer sus necesidades. Pocos minutos después, un vecino me dijo que fuera a buscar a mi hijo, pues había sido sodomizado por otro vecino", contó a IPS Irene*, también residente de Mathare.
El temor a los ataques es una de las razones por las cuales los residentes optan por defecar y orinar en bolsas de plástico, que luego lanzan fuera de sus hogares, los llamados "retretes voladores" de Nairobi.
Pero mujeres señalan que la principal amenaza de violencia está generalmente dentro de sus propios hogares.
Observando aterrada desde su cama, Wanza optó por callar ante el crimen del padre de sus otros dos hijos.
"Me quedé ahí, disgustada, herida y traicionada, viendo al hombre que llamo mi esposo violando a mi hija. Fue la más terrible experiencia pero yo me sentía impotente porque él es el único que trae el pan a casa", contó.
Además de ser económicamente dependientes de los hombres que las atacan, las mujeres pobres de Nairobi se ven afectadas por la escasa o nula presencia policial en los tugurios.
Tampoco creen que los violadores reciban algún castigo en el sistema judicial. Muchas víctimas prefieren el silencio por temor a represalias.
Una mejor vigilancia policial es una de las principales recomendaciones de Amnistía.
Para ayudar a las víctimas a obtener justicia, el informe también recomienda crear conciencia del problema a través de una educación cívica sobre derechos y proveer asistencia legal.
La organización también instó al gobierno a adoptar medidas que generen confianza en el sistema judicial, como una rápida atención a las víctimas, así como mejorar vigilancia para facilitar la denuncia de los delitos.
Activistas coinciden en que la independencia económica de las mujeres es fundamental para reducir la violencia de género, e insisten en la importancia de luchar contra la pobreza a través de un mejor acceso a la educación, creando empleos y brindando créditos para pequeñas empresas a cargo de mujeres.
Para Makabira, se debe cambiar la actitud de la sociedad transformando la comprensión de los roles de género.
"La idea central es inculcarle a los niños desde las edades más tempranas que la violencia contra cualquiera está mal, y que la definición tradicional de lo que hace un hombre en la sociedad no es la única", indicó.
Se les debe enseñar que las mujeres "deben tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres".
* Los nombres han sido cambiados para proteger su privacidad.