La Iglesia Católica está atravesando una profunda crisis existencial, como lo ha señalado el gran teólogo suizo Hans Kung, amigo y colega del Papa Benedicto XVI. Kung sostiene que el gran problema es el celibato de los sacerdotes católicos. Y en una entrevista al semanario portugués Expresso, agrega: «Los problemas son tan antiguos como el Concilio Vaticano II: celibato, prohibición de anticonceptivos, ecumenismo, el rol de la mujer en la Iglesia».
Pese a que soy agnóstico y racionalista, tengo un gran respeto por el pensamiento y por la obra de Kung, en la que se revela como un sabio filósofo, altamente informado. Es autor de libros densos e interesantísimos como «¿Dios existe?», «¿Vida eterna?», «El cristianismo y las grandes religiones» y «El principio de todas las cosas – Ciencia y Religión». Por su parte, «El Islam – Historia, Presente y Futuro», es talvez el libro más completo, actual y estimulante sobre el islamismo, escrito por un católico y sacerdote.
Kung fue designado por el Papa Juan XXIII -y no es pequeña cosa- Consejero Oficial del Concilio Vaticano II, a cuyas enseñanzas y apertura de espíritu sigue siendo fiel. En la entrevista a Expresso del 10 de abril relata una larga conversación con Benedicto XVII después de su elevación al papado: «Me concedió cuatro horas de audiencia en su residencia veraniega de Castel Gandolfo (…) Conversamos como dos colegas y salí con la esperanza de que el nuevo Papa se disponía a retomar el camino del Concilio Vaticano II. Pero no ha sido así y por el contrario se ha tratado de una restauración que es un verdadero desastre.»
Actualmente, la Iglesia Católica está en el banquillo de los acusados -y días tras día surgen en los diarios de todo el mundo casos de escándalos por la reconocida pedofilia de muchos sacerdotes y hasta de obispos que sometieron a abusos incalificables a niños que estaban bajo su dependencia. La Iglesia -y el propio Papa- han pedido perdón a las vícimas, admitiendo la veracidad de los abusos. ¿Pero pedir perdón, puede ser suficiente? ¿O puede haberse tratado de una conjura de silencio para dejar en la impunidad a los sacerdotes que cometieron tales crímenes?
En ese sentido, ya ha habido denuncias que no excluyen a la persona del propio Benedicto XVI durante el ejercicio de la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fé -una especie de ex Santo Oficio de la Inquisición- en los tiempos de Juan Pablo II. Y se ha presumido que muchos casos hayan llegado a su conocimiento sin que actuara contra los delincuentes, quizás porque pensaba que la ley civil -que seguramente los habría condenado- no debería imponerse a la ley eclesiástica.
En los cinco años que lleva como Papa -en el momento de su designación tenía 78 años- Benedicto XVI cometió errores que provocaron polémicas con los musulmanes, con los hebreos y con los anglicanos. Esto no es saludable para una Iglesia que se autoproclama dialogante y ecuménica. Poco después del inicio de su pontificado el Papa beatificó a mártires de la guerra civil española, pero sólo de la parte franquista. España es hoy una democracia y bien se sabe que hubo mártires de la parte de la dictadura del general Franco y también de los republicanos.
Estas actitudes parecen haber influido sobre la opinión pública. Según una encuesta del diario «El País», el 68 por ciento de los españoles dicen que el Papa no está actuando correctamente, el 18 por ciento piensa lo contrario y el 14 por ciento no sabe o no responde; sobre la Iglesia Española el 70 por ciento dice que no está actuando correctamente, mientras sólo el 13 por ciento piensa lo contrario.
La Iglesia Católica debe poner cuidado, porque sus debilidades y sus faltas no han sido bien acogidas por sus fieles, que en verdad se sienten avergonzados y desconcertados.
Me parece oportuno citar una breve reflexión formulada sobre estos problemas por el sacerdote y distinguido teólogo portugués Bento Domingues: «Algunos lectores, por diferentes razones, han expresado extrañeza porque yo he escrito que la jerarquía no es la Iglesia. La jerarquía es un servicio indispensable para la Iglesia, en la Iglesia que es de todos. Por otro lado el Papa es el obispo de Roma, no es el obispo de todas las diócesis católicas. La responsabilidad por la vida de la Iglesia, y por la vida del Espíritu de Cristo, es colegial. La papolatría es una enfermedad que hace mal al Papa, a los obispos, a los sacerdotes y, sobre todo, al pueblo cristiano».
Sabias y valientes palabras. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Mário Soares, ex Presidente y ex Primer Ministro de Portugal.