Irán continúa desafiando las presiones occidentales y haciendo valer sus intereses en la altamente estratégica y vital región del Golfo Pérsico donde se transporta diariamente el 40% de la energía consumida en el mundo-, así como en las del Gran Oriente Medio y Asia Central. Las crecientes relaciones chino-iraníes están entrando en una etapa decisiva y el Occidente tendrá que enfrentar esta alianza emergente entre dos potencias revisionistas.
En los años recientes, gracias a tres décadas de incesante crecimiento económico y persistente modernización militar, China ha desafiado abiertamente al orden internacional de inspiración neoliberal dirigido por el Occidente. Aunque China se ha colocado en la vanguardia de los reclamos por una reestructuración del sistema económico global especialmente desde la crisis financiera-, hasta hace poco mostraba cierta renuencia para la utilización de su influencia con fines más orientados a la seguridad, por ejemplo en el caso del programa nuclear de Irán.
Gracias al aumento de los precios del petróleo en los últimos años, Irán ha podido acumular un ingente fondo patrimonial soberano, estimado en unos 100.000 millones de dólares. El favorable mercado del petróleo también permitió a Irán registrar uno de los más altos índices de crecimiento del Producto Interno Bruto, con un promedio del 6% en los últimos cinco años.
Pekín había estado relativamente ausente en el Oriente Medio, pero a medida que aumenta la dependencia de China de las importaciones de energía existen pocas razones para permanecer en silencio en cuanto a los acontecimientos del Golfo Pérsico. El 2009 fue un año animado en las relaciones Irán-China; se profundizaron los vínculos políticos, mientras que las transacciones económicas mejoraron espectacularmente. En ese año Pekín firmó acuerdos de inversión en energía por más de 8.000 millones de dólares.
Si uno visita actualmente Irán, por todas partes verá señales de las crecientes relaciones chino-iraníes. Contratistas, ingenieros y trabajadores chinos constituyen la mayoría de los visitantes en el país.
Y en enero último Pekín saboteó las conversaciones del P5+1 Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania más China- al oponerse a la aplicación de nuevas sanciones y al manifestar su desacuerdo con cualquier acción para aislar ulteriormente a Irán. En febrero pasado, Estados Unidos e incluso Rusia reprendieron a Teherán por su anuncio de que estaba comenzando el proceso de enriquecimiento de uranio. China intervino e hizo un llamamiento para actuar con más diplomacia en el tema (o sea no aplicar sanciones, que podrían comprometer sus importantes inversiones en Irán).
Irán representa un actor internacional vital más allá del Oriente Medio, principalmente por su posición geoestratégica en el Golfo Pérsico y Eurasia, tiene las segundas mayores reservas de gas natural del mundo y las terceras mayores reservas de petróleo, lo que hace de este país una potencial superpotencia energética. Para hacer realidad esta perspectiva Irán ha estado buscando activamente que grandes empresas del sector de hidrocarburos inviertan en el mayor proyecto mundial de gas, el South Pars.
China, especialmente durante los últimos tres años, ha sido el mayor inversor en Irán. El comercio entre los dos países creció el 35% en 2008 y pasó a ser de 27.000 millones de dólares.
Por otra parte, China ha firmado con Irán acuerdos sobre hidrocarburos por un valor estimado de 120.000 millones de dólares en los últimos cinco años con el objetivo de abastecer el consumo de su economía, la tercera más grande del mundo.
Irán, por su lado, necesita a China para que lo ayude a vitalizar sus industrias de petróleo y gas natural, que han resultado dañadas por las sanciones que impiden a las corporaciones del sector (por ejemplo, Shell, BP y Total) invertir en Irán.
La creciente cooperación bilateral no es del todo oportunista: históricamente, los dos países han tenido mucho en común. Ambos han sufrido la interferencia occidental en sus regiones y en sus asuntos internos y han defendido sus avances revolucionarios contra la creciente presión externa.
La notable expansión de las relaciones chino-iraníes plantea un claro desafío a Estados Unidos y a su estatus de superpotencia. Las fuerzas e influencias combinadas de China e Irán han puesto en evidencia los límites del poder estadounidense para aislar a Irán y poner un freno al programa nuclear de Teherán. Mientras China se está transformando en una superpotencia y en un actor clave en Asia-Pacífico, Irán se está convirtiendo en la mayor potencia en Asia occidental y en el Gran Oriente Medio. Es cada vez más evidente que Estados Unidos está todavía confrontándose con estos cambios radicales en la política global y debe aún desarrollar una política coherente para controlar, si no contener, los crecientes lazos entre esas dos (antiguas) potencias asiáticas. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Richard Heydarian, polítólogo filipino y experto en el Oriente Medio.