AGRICULTURA-TANZANIA: Un juego de azar

Las lluvias y las sequías se han vuelto tan imprevisibles en Tanzania que los agricultores se sienten cada vez más como apostadores en un casino.

Agricultores de Tanzania cosechan cada vez menos por las imprevisibles lluvias y sequías. Crédito: Julius Mwelu/IRIN.
Agricultores de Tanzania cosechan cada vez menos por las imprevisibles lluvias y sequías. Crédito: Julius Mwelu/IRIN.
Las prolongadas sequías y las inundaciones complican mucho la vida de los pequeños agricultores que carecen de sistemas de irrigación.

Según el Ministerio de Agricultura, ésta representa 60 por ciento del producto interno bruto (PIB) de Tanzania, donde más de 80 por ciento de los alrededor de 41 millones de habitantes son campesinos. El sector comprende más de 60 por ciento de las exportaciones de este país africano.

A Tanzania le quedan dos décadas para adaptar su agricultura al cambio climático o corre riesgo de sufrir una importante reducción de su PIB, según un informe elaborado en 2009 por el independiente International Institute for Environment and Development (instituto internacional de ambiente y desarrollo).

El PIB puede disminuir alrededor de uno por ciento en los próximos 20 años y entre cinco y 65 por ciento en los siguientes 75, señaló Muyeye Chambwera, uno de los autores del estudio.
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Para evitar graves consecuencias económicas es necesario cambiar las prácticas agrícolas, coinciden numerosos especialistas en la materia.

"La única forma es enseñar a los campesinos mejores prácticas agrícolas, ya que muchos usan métodos arcaicos, en tanto otros cultivan en zonas donde las precipitaciones no son adecuadas", explicó Marc Baker, director ejecutivo de la organización no gubernamental Carbon Tanzania, que ayuda a agricultores de la aldea de Arkaria, 35 kilómetros al oeste de la septentrional ciudad de Arusha.

El gobierno de Tanzania se dio cuenta de que es necesario actuar con rapidez y creó el Programa Nacional de Acción para la Adaptación (NAPA, por sus siglas en inglés), que se propone reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a los campesinos a adoptar nuevas tecnologías y prácticas agrícolas.

La iniciativa incluye enseñar prácticas alternativas, como la rotación de cultivos, suprimir el pastoreo y usar semillas que requieran poca agua, como mijo y sorgo. También promueve el uso de un tipo de maíz resistente a las sequías.

"El objetivo del NAPA es mejorar las posibilidades de adaptación de las comunidades vulnerables, dado que la economía de Tanzania depende en gran parte de la agricultura", confirmó Abubakar Rajabu, secretario permanente de la vicepresidencia.

La temperatura promedio del país puede aumentar entre dos y cuatro grados para 2100, según pronósticos del Ministerio de Agricultura. Parece lejano, pero es un indicio de que llegará un momento en que habrá que reemplazar los cultivos perennes, como el maíz y el frijol, por variedades anuales, como mijo y sorgo.

Se prevé que la producción de maíz, alimento básico en Tanzania, disminuya un tercio en las próximas décadas por su gran requerimiento de agua, según el Ministerio de Agricultura. En las zonas más secas del centro del país, la cosecha puede llegar a reducirse en más de 84 por ciento.

La zafra del año pasado es un buen indicador de que los pronósticos se están cumpliendo, quizá, incluso, antes de lo previsto.

Agricultores de la meridional provincia de Iringa informaron a funcionarios del Ministerio que recogieron entre tres y cinco sacos de maíz cada 0,4 hectáreas en 2009, muy por debajo de los entre 15 y 18 que cosechaban unos años atrás

Los campesinos también observan los cambios en los patrones de lluvias.

"El maíz ya no rinde", señaló Mama Mrema, campesina de Arusha. "Ahora vivo de otros cultivos como mandioca y boniato, que no necesitan tanta agua", añadió.

Los pobladores de la aldea de Mwitikilwa, también de Iringa, señalan que en los últimos 30 años hubo cambios drásticos de clima.

El fenómeno impide que los campesinos de Mwitikilwa cultiven frijoles, café, guisante y boniato, confirmó Emma Liwenga, del Instituto de Evaluación de Recursos, de la Universidad de la oriental ciudad de Dar-es-Salaam, quien realizó estudios en esa aldea el año pasado.

Su investigación también constató una mayor cantidad de plagas por el aumento de temperatura.

"La década pasada fue muy mala en materia de producción de alimentos, en especial en nuestra aldea porque no usamos fertilizantes químicos. Cada vez cosechamos menos porque la temporada seca se alarga y se vuelve más severa y la de lluvias es irregular", relató Maimuna Hamadi.

Las pocas lluvias que suelen caer entre abril y julio son cada vez más esporádicas, en tanto las temperaturas entre abril y agosto son inusualmente altas, apuntó la campesina.

"Ya no sabemos cuándo preparar la tierra ni cuándo comenzar a cultivar. Es como apostar con la naturaleza. El clima ya no es predecible como hace 10 o 15 años", se lamentó Mwanaisha Mwampamba, otra campesina de Mwitikilwa.

"A veces las lluvias no son suficientes y en otras ocasiones son excesivas. Inundan y destruyen los cultivos", apuntó. "Si la situación sigue igual, la mayoría de los que tenemos pequeños terrenos seremos cada vez más pobres porque dependemos de la agricultura para subsistir", añadió.

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