El secreto de la vitalidad del Foro Social Mundial (FSM) radica en haberse constituido como un espacio abierto que, sin renunciar a su marca originaria, el cuestionamiento del neoliberalismo, se propone como un realimentador de las baterías de la ciudadanía activa -ahora necesariamente a escala planetaria-, de la cual depende la superación del actual capitalismo llevado a su extremo. Este proceso está en marcha y sigue su propio curso, impulsado por organizaciones, movimientos sociales y redes en todo el mundo
El FSM inspira un designio de construcción de una inteligencia política colectiva sobre los problemas, los desafíos y las posibilidades de las luchas que emprendemos, cada cual a su modo y en su propio ámbito, en el marco de una interdependencia en la que compartimos nuestro mundo para transformarlo «en otro mundo».
EL FSM ofrece un espacio abierto para nuestra gran diversidad de identidades y culturas, nuestra pluralidad de visiones y perspectivas, es una especie de usina para una nueva cultura política en la que nos reconocemos iguales en humanidad y partícipes entre todas y todos de un mismo y único sistema planetario
No pretendo trazar aquí la historia del FSM. Dejemos la historia a la historia. Pero mucho ha cambiado el contexto cultural, político y económico del mundo entre 2001 y 2010.
Las múltiples y articuladas crisis recientes son expresiones de las contradicciones y límites que el capitalismo globalizado impuso a la humanidad y a la sustentabilidad de la vida en la Tierra.
«Otro mundo posible» es ahora mismo una urgencia y una necesidad impostergable. Por ello, prefiero centrarme en los desafíos de hoy hacia adelante, más allá del FSM. Esto no implica una mudanza del FSM en sí mismo, pues creo que debe continuar la tarea que lo originó.
Los encuentros del FSM aún alimentan el sueño y la esperanza de muchos. Pero el mundo es inmenso en comparación con las dimensiones concretas que el proceso del Foro ha conseguido hasta ahora. Muchas semillas deben ser sembradas en diferentes territorios y hacer resurgir la voluntad de cambio. El FSM debe proseguir su camino y su capacidad movilizadora, especialmente cautivando a las generaciones jóvenes, como vimos en enero del 2009 en Belén.
Me cuento entre los que piensan que esta «oleada de ciudadanía» es imparable, pues el Foro ya en nada depende de nuestra camada de viejos fundadores (casi todos hombres, por añadidura). El FSM cambiará mucho, como lo ha hecho desde su creación en 2000, pero se equivocan los que decretan su futura extinción. Es un patriminio de la humanidad, que necesita un espacio abierto como éste para repensarse.
En síntesis, considero que los tres puntos fuertes del Foro son. reavivar la esperanza y reponer a la historia en su lugar, como producción humana, no como determinación metafísica; cuestionar los determinismos y los protagonismos propios de la cultura de izquierda; valorizar la energía de la diversidad de los sujetos colectivos.
Estos también son sus límites. No se puede ignorar que la modalidad del Foro como espacio abierto centrado en eventos, es no más que un proceso de eventos que despiertan conciencias y voluntades para un nuevo quehacer. Empero, no es aún el quehacer para otro mundo. Es sólo un paso, un comienzo fundamental, un abrir de puertas. Veo al Foro como una condición necesaria pero insuficiente de lo nuevo. Para que emerjan fuerzas transformadoras será preciso trazar un camino más allá del FSM, no ya como un foro sino como una invención de sujetos colectivos que orquestan acciones concretas capaces de incidir en las diferentes situaciones o coyunturas sobre relaciones, estructuras y procesos de poderes en crisis pero todavía vivos y dominantes.
Son desafíos que se vislumbran y resuenan en el FSM. Enfrentarlos exige una innovadora creatividad político-cultural. El dilema reside en que el FSM sigue siendo indispensable como espacio, pero, motivados por el propio Foro nos sentimos impelidos a iniciativas que lo trascienden y apuntan a incidir desde el plano local al mundial mediante las articulaciones necesarias.
Llamo la atención sobre la insoslayable exigencia de organizar en nuevas formas las fuerzas impulsoras de la nueva agenda. El FSM servirá como caldo inspirador, pero sigue faltando la tarea difícil y continua de organizar a los sujetos colectivos, sopesar las oportunidades políticas y entrar en la lucha. Sólo destaco algunos puntos ya que «se hace camino al andar». El inicio debe ser un acuerdo sobre la agenda que, por amplio que sea, concierne solo a los adherentes, y por ende implica pasos que trascienden al FSM. La cuestión más delicada es la creación de coaliciones entre movimientos y organizaciones de ciudadanía activa con un máximo denominador común (que contrapongo al mínimo denominador común de ciertas declaraciones genéricas y vacías) sobre la agenda y la acción políticas. Hasta ahora la experiencia del FSM que ha tenido relativo éxito es la de campañas temáticas. Yo me refiero a acciones diferenciadas y coordinadas de una ciudadanía militante para asediar las estructuras y poderes constitutuidos.
El asunto crucial de la acción se relaciona con la disputa sobre la construcción político-cultural de la hegemonía en sentido gramsciano, que en una libre interpretación defino como «grandes movimientos ciudadanos irresistibles». ¿Cómo se pueden lograr al margen de los protagonismos a priori que caracterizan a las izquierdas? El secreto me parece que reside en la conformación de coaliciones abiertas que parten del reconocimiento de la indispensabilidad de los otros y las otras, y que de todos y todas depende la propia agenda y la construcción del camino para llevarla a cabo. Así se gestarán consensos activos, fundamentales para acumular fuerzas en la disputa de la hegemonía. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Cândido Grzybowski, Director del Instituto Brasilero de Análisis Sociales y Económicos (IBASE) y miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM).