La restauración de un viejo cine en el norteño pueblo cisjordano de Jenín es todo un acontecimiento. En 2002, esa localidad estuvo a la vanguardia de la resistencia a la ocupación israelí, y ahora es el modelo de una Palestina modernizada.
No es casual que el hombre que lidera ese proceso de modernización, el ex primer ministro británico Tony Blair (1997-2007), enviado especial del Cuarteto (instancia de mediación internacional integrada por la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia), se encontrara allí esta semana.
Tras una recorrida por el centro de Jenín, Blair declaró: "La economía palestina en Cisjordania está creciendo fuertemente". Pero agregó: "Obviamente también es importante que hallemos una manera de relanzar las negociaciones políticas".
En 2002, en uno de los momentos más calientes de la segunda Intifada (levantamiento popular palestino contra la ocupación), que se había iniciado dos años antes, un violento ataque israelí devastó grandes tramos del campamento de refugiados de Jenín.
Incluso después, este pueblo fue célebre por el caos reinante. Insurgentes locales armados desafiaron la legendaria autoridad del hoy fallecido Yasser Arafat (1929-2004), presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) entre 1994 y 2004.
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Ahora no se ven rebeldes en ninguna parte. Han entregado sus armas y muchos incluso se integraron a la policía de la ANP.
Las calles de Jenín están llenas de compradores árabes israelíes que ahora tienen permitido atravesar con sus vehículos el cruce de Jalameh para llegar al mercado del pueblo.
Y también para echarle un vistazo al viejo cine ahora remozado, que cerró sus puertas en 1987 durante la primera Intifada, pero que tiene previsto reabrirlas en pocos meses.
Mientras, en Washington, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu intentaba convencer al presidente estadounidense Barack Obama de que hiciera lo máximo posible para inducir a la ANP a regresar a la mesa de negociaciones.
El resultado de la reunión del martes de noche en la Casa Blanca está envuelto en misterio. A instancias del gobierno estadounidense, la cita tuvo todas las características de un encuentro semiclandestino.
Incluso corresponsales de la televisión israelí que viajaron con Netanyahu se limitaron a informar: "Todavía no sabemos si el primer ministro fue auténtico cuando nos declaró haberle dicho al presidente que ofrecería concesiones importantes a los palestinos, o si lo es cuando les dice a sus partidarios nacionalistas en Israel que no tienen nada de qué preocuparse".
Los asesores de Netanyahu son categóricos. Afirman que el primer ministro fue presionado por sus socios de la coalición de gobierno para respaldar el proceso de paz. Mientras, el propio Netanyahu sostiene: "Necesitamos genuinamente un acuerdo".
Sea como sea, todavía no está claro si el líder israelí convenció a Obama de que está comprometido con las negociaciones.
Lo cierto es que la muy promocionada iniciativa de paz del mandatario estadounidense para Medio Oriente está en serios problemas.
Obama está varado en una encrucijada donde confluyen varios callejones sin salida. En uno de ellos le aconsejan que deje de intentar solucionar el conflicto hasta que las propias partes quieran hacerlo. En el otro, le aconsejan presionar a un líder israelí al parecer decidido a rechazar sus esfuerzos de paz. Y ahora hay un tercer callejón, en el que él mismo aconseja al presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, que no renuncie a su candidatura para los comicios palestinos de enero.
La semana pasada, Abbas amenazó con no presentarse a una reelección a menos que Israel congelara totalmente la construcción de colonias en territorios palestinos. Lo mismo había planteado como condición para volver a la mesa de negociaciones.
Lo que puede salvar el esfuerzo de paz de Obama es "la vía Jenín".
Esa ciudad se ha convertido en ejemplo de cómo se vería y funcionaría un Estado palestino estable y viable. En los últimos dos años, se la encaminó en esa dirección bajo la tutoría política de Blair y la militar del general estadounidense Keith Dayton.
Ahora, el primer ministro de Abbas, Salam Fayyad, planea avanzar en "la vía Jenín".
A fines de agosto, Fayyad presentó a la comunidad internacional un plan detallado para fortalecer las instituciones de la ANP y apostar a eficientes servicios de seguridad. También fijó un calendario de hasta dos años para la implementación del programa.
Inicialmente, el Estado judío reaccionó positivamente al plan de Fayyad. Pero informes de la inteligencia israelí señalaron que, en realidad, las intenciones del primer ministro palestino iban más allá.
Fayyad logró un acuerdo secreto con Estados Unidos según el cual, en caso de que las conversaciones paz no logren despegar, Washington reconocería un Estado palestino independiente dentro de las fronteras previas a 1967 (Guerra de los Seis Días), aunque éste sea declarado de modo unilateral.
El periódico israelí Haaretz informó que, al enterarse de que esa idea ganaba también apoyo en Europa y en la Organización de las Naciones Unidas, Netanyahu, previo a su viaje a Washington, le pidió a Estados Unidos que le garantizara su veto a una declaración unilateral de independencia palestina.
En las últimas cuatro décadas, Estados Unidos ha dejado muy claro que no respalda un futuro israelí en los territorios palestinos ocupados, y que la campaña de construcción de asentamientos es ilegal y debe cesar. En la última década, Washington también respaldó la creación de un Estado palestino como parte de una solución negociada de dos estados.
Sin embargo, el gobierno de Obama todavía tiene que poner sobre la mesa su propio plan de fronteras.
En caso de que las negociaciones vuelvan a un punto muerto, Obama bien podría terminar volcándose a la vía unilateral, según los analistas.
Eso preocupa a Israel, y eso es lo que pudo haber alentado a Netanyahu a hablar repentinamente de estar listo para hacer "concesiones serias".