Todas las mañanas, Thomson Genti, de 12 años, y su hermano Chifundo, de siete, salen, sucios y tristes, de su mísero escondite, detrás de los atestados comercios del meridional poblado de Limbe, en Malawi.
Así comienza una jornada de mendicidad, durante la cual sufrirán golpes por parte de muchachos mayores e insultos de los transeúntes.
Pero éste es apenas otro día en la vida de los hermanos Genti.
En busca de una vida mejor viajaron con su madre desde su casa en Nsanje, a unos 100 kilómetros de Limbe.
Los hermanos empezaron a pedir limosna en las calles de Limbe mucho antes de la muerte de su madre, una mendiga ciega, hace dos años. Crecieron aquí. Nunca fueron a la escuela y, tal como están las cosas, nada indica que en el futuro tengan esa opción.
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Los hermanos Genti se ganan la vida gracias a su ingenio y a la caridad de extraños. Mientras, el oficial Departamento de Bienestar Social regional recibe acusaciones de no hacer lo suficiente para complementar la escueta suma de dinero que recibe cada mes.
El gobierno central le entrega al Departamento 400 dólares por mes, con los que debe atender a unos 40.000 niños y niñas.
Si los hermanos Genti hubieran optado por regresar a su casa de Nsanje tras el fallecimiento de su madre, probablemente no habrían tenido una vida mejor.
El Ministerio de Género, Infancia y Desarrollo comunitario tiene oficinas de bienestar social en los 28 distritos de Malawi. Su trabajo es velar por los niños y niñas que necesitan educación. También les proporciona vestimenta, alimentos, techo y otros servicios.
En un país de más de un millón de menores de edad huérfanos y vulnerables, la importancia de las oficinas de bienestar social es evidente. Pero estas dependencias del Estado figuran entre las que reciben menos dinero.
En el distrito de Nsanje, por ejemplo, más de 40.000 niños requieren ayuda, según los registros. La oficina local de bienestar social recibe 400 dólares mensuales del gobierno para pagar cuentas de agua y electricidad, comprar artículos de papelería y combustible para su viejo vehículo y sus dos motocicletas.
Pero eso no es todo. Los 400 dólares también tienen que estirarse más para organizar actividades relativas al bienestar infantil, como funciones sociales, clubes juveniles, servicios para crear conciencia sobre el sida y de rehabilitación en todo el distrito.
La oficina le pidió al gobierno 21.000 dólares para pagar las tarifas escolares y cubrir las necesidades educativas adicionales de los niños a los que cubre. Pero recibió apenas la cuarta parte de esa suma. Como consecuencia, más de un centenar han interrumpido sus estudios.
Cyrus Jeke, portavoz del Ministerio de Género, Infancia y Desarrollo Comunitario, admitió que los fondos que el gobierno destina a las oficinas de bienestar social no son suficientes. Pero acusó, a su vez, a las oficinas locales de no tomar la iniciativa para encontrar apoyo en otras partes.
"Las oficinas de bienestar social son financiadas directamente por el Tesoro, y como departamento somos conscientes de la escasez en las oficinas del distrito, porque hay mucho trabajo que hacer. Pero a las oficinas de bienestar social también se les permite recibir dinero de donantes", dijo.
La oficina de bienestar social de Nsanje dijo a IPS que envió propuestas a diferentes organizaciones, sin obtener ninguna respuesta hasta ahora.
"Estamos hablando de un entorno cultural y social difícil", dijo el encargado de bienestar social del distrito, Richard Mzondola.
Nsanje no tiene la suerte de otros distritos, en los que varias organizaciones no gubernamentales trabajan únicamente en temas de infancia junto con las oficinas locales de bienestar social.
Esto se debe, en parte, a lo remoto del área, dada la mala calidad de la red vial. A eso se suman las temperaturas abrasadoras y los mosquitos, todo lo cual convierte a Nsanje en un lugar difícil en el que permanecer.
Casi todos los años en que Malawi tiene buenas lluvias, Nsanje sufre inundaciones. A mediados de los años 80 fue hogar para más de 200.000 refugiados mozambiqueños que huían de una guerra civil. Ellos superaron en cantidad a la población del distrito.
Nsanje es un lugar problemático. La oficina de bienestar infantil reporta un aumento de los casos de explotación sexual, indigencia y tráfico de niños y niñas, pero no tiene muchas posibilidades de combatir estos fenómenos.
"Con los pocos recursos que obtenemos, nos resulta difícil decir que estamos cerca de ganar la guerra contra los problemas de la infancia en Nsanje", dijo Mzondola.
En este distrito, la prevalencia del VIH/sida es de 14 por ciento, lo cual se atribuye a prácticas culturales tradicionales, en particular sexuales. Embarazos, muertes, nacimientos e incluso accidentes a menudo son acompañados por ritos sexuales como los de iniciación o los considerados "herramientas de limpieza".
Por ejemplo, en el distrito hay gente que se gana la vida como "limpiadores sexuales". Las familias los contratan para tener relaciones sexuales con una mujer cuyo esposo falleció, ya que se cree que tras enviudar ésta se vuelve impura.
Esta práctica es una de las principales causas de contagio del VIH/sida en el distrito, lo que ha impulsado al gobierno a tipificarla como delito, como establece un proyecto de ley a estudio de las autoridades.
Pero hasta que esa ley se apruebe, la costumbre seguirá dejando huérfanos a cada vez más niños de Nsanje, uno de los distritos con mayor mortalidad por sida.
Es por eso que en los últimos años, según Mzondola, este lugar ha experimentado un aumento de niños que pasan el tiempo bebiendo cerveza, en centros de videojuegos y durmiendo a la intemperie.
La mayoría de ellos tienen entre ocho y 14 años. La oficina de bienestar social está sobrecargada.
"Estos niños son nuestra responsabilidad, pero tenemos muchos menos recursos de los que necesitamos para manejar la situación. Sin ninguna otra organización que trabaje con los niños aquí, esto significa que la responsabilidad recae enteramente sobre esta oficina. Un impulso significativo a nuestros medios ayudaría mucho. Por el momento estamos lejos de poder cumplir con la tarea", sostuvo Mzondola.