Las municipalidades de Islandia se ven obligadas a adquirir terrenos comprados por familias y empresas que, antes de la crisis económica, se proponían construir complejos de vivienda pero ahora no pueden darse el lujo de concretar sus proyectos.
Durante los primeros años de este siglo, cuando este país de 300.000 habitantes gozaba de una fase de auge económico y la población de la capital crecía a un ritmo de uno por ciento anual, las autoridades planificaron nuevas áreas residenciales en las afueras y vendieron predios públicos a familias y compañías constructoras.
Esas tierras se vendían a altísimos precios para subsidiar el costo de carreteras, centros comerciales, escuelas y otras obras de infraestructura.
Los compradores tomaron créditos para cubrir el costo de la adquisición de los predios y la construcción, a menudo en divisas extranjeras —especialmente yenes japoneses, euros o francos suizos—, como era habitual en Islandia hasta entonces.
Pero con el colapso de los bancos islandeses en octubre pasado, la corona —la moneda nacional— se debilitó considerablemente frente a esas divisas. Los compradores de esos terrenos descubrieron, de repente, que sus hipotecas habían aumentado hasta 30 por ciento.
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Construir casa nueva se volvió una empresa menos seductora. Muchos intentaron devolver sus terrenos y recuperar su dinero de las autoridades locales.
Como consecuencia, algunos municipios pasan ahora dificultades financieras, y deben, a su vez, tomar préstamos para pagar a los flamantes ex terratenientes.
Y quedaron en malas condiciones para construir las escuelas y otras obras que habían prometido al comienzo del proceso, aunque están obligados a eso.
Unas cuantas empresas constructoras se declararon en bancarrota. Otras tienen viviendas completas que no pueden venderle a nadie. La periferia de Reykiavik está salpicada de "pueblos fantasma". Tienen carreteras, calles iluminadas y viviendas a medio construir, pero no mucho más.
Thorleifur Gudmundsson trabaja para la agencia inmobiliaria Eignamidlun. "Antes podía contarse con que un nuevo vecindario se desarrollaría completamente en tres años. Ahora, tardamos entre seis y siete. Los apartamentos más grandes y lujosos serán, posiblemente, los más difíciles de vender", sostuvo.
No hace mucho, la empresa Nysir construyó varios bloques de edificios de lujosos apartamentos para ancianos cerca de la principal carretera que conduce a la capital, en las afueras. Pero se suponía que el área tendría acceso a todo tipo de servicios, que nunca se construyeron.
"Tuvimos esos apartamentos en venta. Se vendieron entre 10 y 15, mediante el sistema de derecho de residencia", explicó Gudmundsson.
"Cuando fue evidente que Nysir no podría instalar un centro de servicios en un edificio central y una enfermería, se invitó a los compradores de los derechos a retirarse del proceso, y así lo hicieron", agregó.
Algunos se dieron cuenta con antelación que la burbuja inmobiliaria estallaría. Uno de ellos fue Robert Aliber, profesor de economía y finanzas internacionales de la Universidad de Chicago, quien visitó por primera vez este país en junio de 2007.
"Pronto quedó en evidencia que había una burbuja. La corona islandesa estaba sobrevaluada en el mercado cambiario. Los precios de las viviendas se habían duplicado en cuatro años y las cotizaciones bursátiles se habían multiplicado por ocho o nueve", dijo Aliber a IPS.
En mayo de 2008, el experto advirtió en una conferencia en Reykiavik que "la implosión ocurrirá dentro de los próximos 12 meses". Pero pocos tomaron nota del alerta.
De hecho, varios economistas extranjeros que visitaron Islandia entre febrero y septiembre del año pasado pronosticaron que los bancos colapsarían. La repercusión de esas advertencias fue mínima.
No sólo las áreas residenciales se vieron afectadas por la crisis económica. La cadena alemana de comercios de bricolaje Bauhaus compró terrenos en Reykiavik para instalar una sucursal.
Construyó caminos internos, un estacionamiento y una enorme tienda de 21.500 metros cuadrados, cuya apertura se preveía para diciembre pasado. Pero la crisis detuvo todo el proyecto. Eso no es todo: es posible que el edificio sea desmantelado y sus partes enviadas de regreso a Alemania.
Una sala de conciertos y de conferencias que también se preveía inaugurar a fines del año pasado también cayó víctima de la crisis financiera.. Sus constructores se declararon en bancarrota y despidieron a todos los obreros..
El Concejo de Reykiavik y el Ministerio de Educación de Islandia decidieron rescatar el proyecto, pero no tiene plazo de finalización. Su inauguración está prevista para marzo de 2011.
*Prohibida su publicación en Italia.